Opinión

¿Con AMLO, habrá paz en México?




julio 2, 2018

Gero Fong
Socialista/luchador social

Con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en las elecciones presidenciales de México, las redes sociales se llenan de comentarios que pronostican esperanza, futuro y cambio; los comentarios llegan a ser tan radicales asegurando que de ahora en adelante existirá un nuevo país y quedarán en el pasado la miseria la violencia y la ignorancia. Tales comentarios están a tono con la promesa central del representante de la izquierda progresista, quien en su primera intervención pública después de ser electo, volvió a recordarnos que estamos ante el inicio de la cuarta transformación en México, según se ha dicho antes, la última con la envergadura de las tres precedentes: la Independencia, la Reforma y desde luego, la Revolución Mexicana, es decir un cambio histórico, estructural y profundo. El anhelo popular de que las cosas realmente cambien en este México tan dolido puede llegar a convertirse en embriaguez, desactivando el pensamiento crítico y puede ser que ante nuestros ojos, no nos demos cuenta que las alertas deberían comenzar el mismo día de la victoria.
AMLO en el discurso citado, después de llamar a la reconciliación nacional, se dirige en primerísimo lugar a los empresarios, pero sólo para asegurarles que sus intereses no serán tocados, por otro lado, el discurso de que las Reformas Estructurales hechas para beneficiar al capital privado sobre el interés social, deben ser canceladas o mínimamente consultadas, simplemente ya no apareció. La única mención que se hace al respecto, consiste en que los recientes contratos en el sector energético a raíz de la Reforma Energética que presenten algún indicio de corrupción, serán revisados y consecuentemente cancelados, claro, previa investigación legal pues nada se hará por fuera de la ley. Pero como lo dice el mismo próximo presidente de México, “sobre aviso no hay engaño”, en su discurso, en vez de enfilar contras las Reformas Estructurales, el dominio financiero y los eternos beneficiarios del régimen, es decir los grandes capitalistas, más bien se dedica a destacar que: “la transformación que llevaremos a cabo consistirá, básicamente, en desterrar la corrupción en nuestro país” y continúa con lo que pretende ser toda su única tesis estratégica y política:
“La corrupción no es un fenómeno cultural sino el resultado de un régimen político en decadencia. Estamos absolutamente seguros de que esté mal es la causa principal de la desigualdad social y de la desigualdad económica y también por la corrupción se desató la violencia en nuestro país. En consecuencia erradicar la corrupción y la impunidad será la misión principal del nuevo gobierno”.
En primer lugar nadie pretende negar que México es un país profundamente corrupto y en segundo lugar, esta verdad no debe tomarse como un intento de justificar la corrupción. Sin embargo, el discurso de AMLO, en realidad de toda la burguesía desde la pequeña progresista hasta la alta conservadora, se equivoca al invertir la cadena de las causas y las consecuencias; la desigualdad en México no es producto de la corrupción, ni la corrupción es producto de un régimen en decadencia. La desigualdad en México comienza desde el siglo XVI cuando el régimen colonial instauró con sangre, una estructura socio-económica de muy pocos ricos muy ricos y muchos pobres muy pobres y claro, esta desigualdad se viene arrastrando desde entonces y es finalmente la causa de la corrupción y no al revés. Desde luego la sociedad mexicana no es igual que en la colonia, pero existe una realidad persistente y esa consiste en que la crónica desigualdad mexicana se mantiene a favor de una alta burguesía neocriolla elite, que compite en los mercados internacionales asociándose con el gran capital trasnacional para saquear los recursos naturales de México y explotar la mano de obra barata. Es decir, estamos hablando de la misma costra plutocrática que AMLO pretende no molestar.
Puede decirse que es una total desproporción juzgar el ejercicio de un gobierno a futuro basándose únicamente en el discurso inaugural de un mandatario electo, que como a todo, hay que darle su tiempo y en todo caso, en vez de criticar apoyar el proceso de cambio. Pero pronto tendremos oportunidad de darnos cuenta en donde estamos pisando.
En el discurso antes mencionado AMLO se adelantó a prometer que desde el día de hoy convocaría a una serie de organizaciones de Derechos Humanos y expertos en seguridad para planear la ruta de la conciliación y la paz en México, cancelando la actual estrategia de combate a la violencia, basándose no en el uso de la fuerza y si en políticas sociales. Esta decisión llevada hasta sus últimas consecuencias significaría la cancelación de la supuesta guerra contra las drogas, lo que a su vez tendría que pasar por la cancelación de la Iniciativa Mérida y del plan de seguridad hemisférico contenido en el ASPAN, además de una drástica reducción del presupuesto militar, la desmilitarización de las policías, el apoyo a las autodefensas y policías comunitarias, la adopción de los enfoques de seguridad ciudadana y seguridad humana y desde luego la abrogación de la Ley de Seguridad Interior. Pero sabemos que la estrategia de guerra y militarización en México es una comparsa de los negocios del gran capital, para blindar los grandes megaproyectos de explotación de energía, minas y aguas. Entonces nos preguntamos qué tan profundo estará dispuesto a llegar AMLO con esta agenda, acaso podrá lograrlo sin llegar a molestar a los grandes capitalistas mexicanos e internacionales.
Finalmente lo que nos toca hoy como ayer, es organizarnos para protestar, exigir y resistir.

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