Opinión

Mejor cerrar los ojos




diciembre 2, 2019

El presidente nos pide confiar en que él hace las cosas diferentes, pero se le pasa mencionar que diariamente 97 personas son asesinadas en este país. Para hablar de Peña y Calderón, muchas horas ha dedicado; para aceptar que él y sus funcionarios permiten por acción u omisión que los caminos les pertenezcan a los delincuentes, ni un minuto, ahí es mejor cerrar los ojos

Itzel Ramírez

Corría el año 2000 cuando Vicente Fox, entonces el primer candidato no priista que resultó electo presidente, dijo que le bastarían 15 minutos para resolver el conflicto armado en Chiapas, donde en 1994 se levantó en armas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional para reclamar el despojo y abandono de las comunidades indígenas.

Recuerdo cómo años después esa afirmación en particular era usada en por uno de mis profesores universitarios para analizar cuán lejos puede llegar la ignorancia de un mandatario que abarataba las desigualdades e injusticias ocurridas en contra de los pueblos indígenas. Solamente un soberano ignorante, pensaba entonces, anunciaría que 15 minutos serían suficientes para abordar las aristas de un conflicto que hasta hoy no ha cumplido con las demandas de quienes entonces alzaron la voz contra el mal gobierno.

Dicho sea de paso, sigo pensando que Fox es un ignorante y que para preservar lo que queda de su imagen como el presidente de la alternancia debería abandonar Twitter, donde evidencia su capacidad argumentativa.

Después de Fox, a la primera magistratura llegó Felipe Calderón, otro panista que, aunque menos vulgar que su antecesor, no tuvo la altura de miras para reconocer y enmendar el error de sacar al Ejército a las calles y declarar una “guerra contra el narco” que desencadenó los miles de homicidios que marcaron a México desde entonces. Luego tuvimos como presidente a Enrique Peña Nieto, otro inculto, insensible e ignorante que tampoco pudo con la chamba de pacificar al país.

En todos sus años como aspirante presidencial, Andrés Manuel López Obrador señaló todos los errores de Calderón y Peña en materia de seguridad. Dijo, no sin tener razón, que la pobreza y la falta de oportunidades se habían convertido en caldo de cultivo para los delincuentes y cómo la corrupción de políticos, jueces y empresarios los hacía partícipes del crimen organizado.

Ya un año ha pasado desde que López Obrador tomó posesión de su cargo. En sus primeros 11 meses de gobierno, 32 mil 565 personas habían sido asesinadas, pero el presidente no tuvo palabras para referirse a ellos. Dijo, en cambio, que la violencia la había heredado –nada nuevo bajo el sol–, y que es necesaria una campaña para dejar de romantizar la vida de los narcos y de paso frenar el consumo de estupefacientes entre los jóvenes,

“Felicidad, vida sana, sí; drogas, no”, arengó el presidente. Como slogan, suena pésimo; como política pública, suena peor. No porque no sea lo que se necesite –en Estados Unidos, Barack Obama impulsó un cambio en la política de antidrogas al poner el centro en el consumo y su impacto como un problema de salud pública; mientras que en muchos países europeos se ha avanzado en esa dirección con logros en la disminución del tráfico de estupefacientes–, sino porque López Obrador no ha sido capaz de reconocer que el problema le está superando, que la Guardia Nacional es lo mismo que hicieron Peña y Calderón, y que eso de fuchi, guácala, encargar todo al pueblo bueno y culpar a cualquier crítico de ser parte de la mafia del poder, no disminuye los homicidios dolosos.

A inicios de noviembre, se reportó el hallazgo en la carretera libre de Guanajuato a Silao de diez bolsas de plástico con restos humanos. Quienes dejaron las bolsas pusieron también unas cartulinas con amenazas para la autoridad y acusaron a las víctimas de ser secuestradores y extorsionadores.

Hace años que Guanajuato dejó de ser un territorio resguardado de la violencia del narco. Se acumulan en esa entidad los registros de asesinatos, masacres, inhumaciones clandestinas y ahora, en plena carretera, los delincuentes dejan bolsas con los restos de gente asesinada.

Por esas y por todos los caminos del país pasa todo el tráfico ilegal. Unos rumbo al sur, otros al norte, los delincuentes usan las vías terrestres para que lleguen cual mercancía las personas, drogas, vehículos y armas que han sido transportados dentro de México con la venia de las autoridades.

¿Cuántas veces hemos visto cómo las corporaciones policiacas detienen a los mexicanos que provenientes de Estados Unidos regresan a su país en épocas vacacionales? Los “paisanos”, como les ha denominado el gobierno, son víctimas de la extorsión de militares, marinos, policías federales, estatales y municipales que ven en ellos la oportunidad perfecta para hacerse de unos dólares.

Esos mismos policías son los que no alcanzan a ver y detener a quien, sabiéndose impune, coloca diez bolsas con restos humanos a lado de una carretera. Tampoco han podido detener a quienes cuelgan cuerpos en los puentes, a los vehículos que transportan toneladas de drogas, ni qué decir de los miles de migrantes que en muchos casos son víctimas del tráfico de personas y son ingresados a México y transportados en las peores condiciones.

Mientras siguen las atrocidades, el presidente nos pide confiar en que él hace las cosas diferentes, pero se le pasa mencionar que diariamente 97 personas son asesinadas en este país.

Para hablar de Peña y Calderón, muchas horas ha dedicado el presidente; para aceptar que él y sus funcionarios permiten por acción u omisión que los caminos les pertenecen a los delincuentes, ni un minuto, ahí es mejor cerrar los ojos.

DESDE LA FRANJA. Durante su discurso, López Obrador se refirió a las víctimas de la masacre de agosto pasado en El Paso, Texas; será esta semana cuando los abogados del tirador Patrick Crusius y los fiscales se vean con el juez para determinar próxima fecha de audiencia. En su primera aparición frente a la justicia, el tirador se declaró no culpable, habrá que estar atentos al papel que asuman el presidente y su canciller Marcelo Ebrard ante quien presuntamente tenía como objetivo matar mexicanos.

***

Itzel Ramírez. Periodista con estudios en Ciencia Política y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sus trabajos periodísticos han sido publicados en Reforma, El Diario de Juárez y La Verdad. Actualmente realiza consultoría, investigación, análisis y diseño de políticas públicas y construcción de indicadores de evaluación.

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