Opinión

El otro semáforo a considerar




junio 26, 2020

No sólo en la salud están encendidas luces rojas y naranjas, también en la sobrevivencia de las familias de nuestro México… es devastador impacto de la pandemia y el confinamiento en la economía de las familias

Por Víctor M. Quintana

No todo lo que no son noticias de la corriente principal son fake news. Hay hechos y datos que voluntaria o involuntariamente son invisibilizados o de plano no tomados en cuenta que revelan aspectos muy importantes de la realidad de este país en esta cuarentena que ya es centenaria.

En este sentido es muy importante considerar un excelente trabajo de investigación que la Universidad Iberoamericana está realizando de con un seguimiento científico de un grupo de variables e indicadores sociales de la pandemia, del confinamiento y de sus impactos.

Es un estudio llevado a cabo por el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE) de la propia universidad, denominado la Encuesta de Seguimiento de los Efectos del COVID-19 en el Bienestar de los Hogares Mexicanos dado a conocer mensualmente. Es una encuesta realizada a una muestra representativa de la población, a través del teléfono de acuerdo con rigurosos protocolos científicos. Puede consultarse en: www.equide.org

Compartimos los principales hallazgos.

En general la gente sigue las medidas sanitarias y si no lo hace es por falta de recursos económicos: Cuatro de cada cinco familias encuestadas (81 por ciento) declaran que han seguido las medidas de sana distancia y de quedarse en casa, establecidas por el gobierno. Sin embargo, una de cada tres familias manifiesta que no tiene los recursos para implementar dichas medidas por vivir al día o tener que salir a trabajar.

El desempleo ha afectado mayoritariamente a las mujeres y al sector informal de la economía. La pérdida de empleo porque las personas fueron “descansadas” o no pueden salir a trabajar ascendía en el mes de mayo a 8. 6 millones de personas. Las dos terceras partes de estos empleos son del sector informal y afectan mucho más a las mujeres de pocos ingresos.

Ha habido una dramática reducción de los ingresos de las familias. Prácticamente dos de cada tres hogares han visto reducidos sus ingresos durante la pandemia en poco más de la mitad (52.1 por ciento) en promedio.

Las familias han disminuido significativamente su alimentación. La inseguridad alimentaria afecta ya a uno de cada cuatro hogares (24.1 por ciento), que, desde el inicio de la cuarentena han visto reducidas la calidad y la cantidad de alimentos que consumen.

La salud mental se ha visto afectada seriamente por la pandemia y el confinamiento: en mayo, el 31.4 por ciento de las personas entrevistadas presentaron síntomas severos de ansiedad.

Una tercera parte de la población que no era pobre, luego de la cuarentena lo es. La pandemia, como han señalado varios analistas, está disparando los niveles de pobreza y desigualdad en el país. Desde que ésta comenzó, calcula el estudio, habrían caído en pobreza hasta 42.8 millones de personas, 16.6 millones en pobreza extrema, respecto a la última cifra oficial disponible, correspondiente a 2018. Así, llegaríamos a unos inesperados porcentajes de 76.2 por ciento de la población del país, alrededor de 95 millones de personas, y un 20.7 en pobreza extrema. Un encogimiento dramático de las clases medias.

Los programas sociales del gobierno federal o no llegan suficientemente o no son percibidos como ayuda en la pandemia. A pesar del gasto social sin precedentes del gobierno de la 4T esta encuesta –realizada por vía telefónica– tres de cada cuatro hogares entrevistados señalan que no han recibido programas sociales o ayuda alguna del gobierno.

En general el estudio de la Ibero viene a mostrar con estadísticas serias lo que muchas personas percibimos en nuestra vida cotidiana. Pero nos hace tomar conciencia del devastador impacto de la pandemia y el confinamiento en la economía de las familias, incluso en la salud mental de las mismas. No se trata de un estudio que pretenda atacar a tal o cual nivel de gobierno, sino de un constructivo llamado de atención para que, tanto las autoridades de cualquier orden como la sociedad civil tengamos presente que no sólo en la salud están encendidas luces rojas y naranjas, también en la sobrevivencia de las familias de nuestro México.

Ante ese otro semáforo, desde la sociedad debemos tomar acciones inmediatas como hacer más efectiva nuestra solidaridad con quienes no disponen de recursos siquiera para dotarse de cubrebocas, gel antibacterial y agua suficiente.

Participar en las diversas iniciativas solidarias para hacer llegar alimentos a quienes han perdido el acceso a ellos. Poner en relación con las personas en situación de ansiedad con las redes voluntarias de psicoterapeutas a distancia que operan en nuestro estado. Luchar al máximo por mantener los empleos o los servicios remunerados que dependen de nosotros.

Al mismo tiempo, insistir a los gobiernos municipal, estatal y federal en que coordinen y no dupliquen los apoyos que otorgan y evalúen cómo están llegando a los beneficiarios. A ellos también hay que demandar una estrategia unitaria para que la tan urgente reactivación económica se arme de medidas rigurosas de control y evaluación para que el remedio económico no nos vaya a sepultar peor en la enfermedad.

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