En El País

AMLO y los ‘apapachos’ de Trump en la Casa Blanca




julio 9, 2020
Fotografia: Presidencia / Gobierno de México

“Fracasaron” dijo Andrés Manuel López Obrador ante los augurios de un desencuentro con Donald Trump en la Casa Blanca. Pero en la historia del primer viaje internacional de AMLO y su polémica visita a Washington hay más que pragmatismo político

Texto: Alberto Nájar / Pie de Página

Las imágenes, hace unos años, parecían imposibles.

En jardines y vestíbulos, en el mítico Salón Oval, Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump sonríen y caminan juntos por la Casa Blanca.

Es el 8 de julio de 2020, el día que el presidente de México concretó su primer viaje internacional como jefe de Estado. 

La misma fecha que el presidente de Estados Unidos se encontró por primera vez con el mandatario de su país vecino. Pasaron juntos unas diez horas, los espacios en público llenos de elogios. 

“A este gran presidente me gustaría decir que ha sido un placer tenerlo con nosotros el día de hoy, y ha sido un privilegio tenerlo como amigo”, le dedicó Trump a López Obrador.

“Fallaron los pronósticos, no nos peleamos”, respondió el presidente mexicano. “Somos amigos y vamos a seguir siendo amigos”.

Una jornada inusual, con un poco conocido Donald John atento y cortés junto a Andrés Manuel feliz, relajado como hace meses no se le veía.

Pero no siempre fue así. En 2017 cuando era candidato presidencial AMLO, como se conoce al presidente de México, fue un severo crítico del magnate.

En uno de sus libros, publicado ese año, escribió: 

“Es una canallada que Trump y sus asesores se expresen de los mexicanos como Hitler y los nazis se referían a los judíos, justo antes de emprender la infame persecución y el abominable exterminio”.

El párrafo corresponde al libro Oye, Trump, donde el entonces candidato define la manera como México debería relacionarse con el mandatario estadounidense.

Fue una respuesta a la política antiinmigrante de su gobierno, y la determinación de ampliar el muro que existe desde 1993 en la frontera entre ambos países.

Por esos días Trump había llamado “bad hombres” a los migrantes mexicanos, los mismos que en su campaña por la presidencia calificó de “criminales y violadores”.

La respuesta del gobierno mexicano, encabezado por Enrique Peña Nieto, fue tibia. 

No así López Obrador, quien demandó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), medidas cautelares contra el magnate. También envió una carta a la ONU para cuestionar sus acciones.

Esos días son historia. En el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, escenario de cientos de películas, Trump agradeció la visita.

“Estamos conmovidos de saber que ésta es su primera visita al extranjero. Es un honor que su primera visita sea a la Casa Blanca”.

Y López Obrador respondió al gesto: “Más que agravios hacia mi persona, y lo que estimo más importante, hacia mi país, hemos recibido de usted comprensión y respeto”.

Fotografias: Presidencia / Gobierno de México

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El cambio radical en los mensajes y discursos, pero sobre todo la familiaridad del encuentro de este 8 de julio en Washington es una muestra de la peculiar relación que han tenido los personajes.

Ambos se parecen en proyectos y maneras de entender la política real, pero al mismo tiempo difieren en cuanto a los destinatarios de sus decisiones.

Los dos políticos “tienen liderazgos con características comunes”, explica Iliana Rodríguez Santibáñez, internacionalista del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM).

Por ejemplo “priorizan la agenda nacional antes que la multilateral para sus países. Con eso nos referimos a dos nacionalistas”.

Algo que en tiempos de votaciones resulta útil. “Es un nacionalismo que al realizarse favorece a los grupos menos protegidos que, desde el punto de vista de la apuesta política, son los más importantes para efectos electorales”.

Hay además matices personales, al menos en la actitud de Trump. El magnate, por ejemplo, felicitó a López Obrador horas después de su triunfo, y luego envió una delegación de alto nivel a conversar personalmente con el presidente electo.

Y es que Trump cree que AMLO se parece a él “porque ambos están en contra del establishment”, explica Rafael Fernández de Castro, director del Centro de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de California en San Diego.

Un ejemplo: desde su campaña, “Trump prometió que secaría el pantano de corrupción de Washington, y López Obrador dijo que sacaría a las ratas del PRI y el PAN de la política mexicana”.

Pero en esos afanes también hay diferencias. “Existe un distanciamiento profundo en el sentido de la filosofía política que guarda cada uno”, dice la investigadora del ITESM.

AMLO suele nombrar a personajes de la historia mexicana para explicar sus decisiones. Trump, en cambio, recurre al pragmatismo profundo de la política estadounidense:

Un día mueve la embajada de su país en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, lo que implica un abierto desafío al pueblo palestino, y al día siguiente busca insistentemente la desnuclearización de Corea del Norte.

Más allá de la diplomacia internacional, existen diferencias más profundas. López Obrador, dice Fernández de Castro, “tiene muy claro que Trump es un populista de derecha, un líder de Estados Unidos que gobierna para la clase más rica”.

AMLO, en cambio, “es una gente de izquierda, su prioridad son los pobres y esa es una diferencia enorme”.

Es una de las razones para explicar la jornada cordial en la Casa Blanca. Desde el 2 de julio de 2018 –quizá antes- López Obrador decidió no pelearse con Trump. 

En síntesis: no se va a subir al ring con el magnate, diga lo que diga.

Fotografias: Presidencia / Gobierno de México

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“Fallaron los pronósticos”, dijo López Obrador en los jardines de la Casa Blanca.

No es una frase suelta. Semanas antes de aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Dulles, Washington, en un vuelo comercial, Trump y AMLO enfrentaron una oleada de críticas.

Algunos cuestionaron el momento del encuentro. En Estados Unidos, donde existe una nueva ola de contagios, hay cerca de 3 millones de casos confirmados de covid-19.

Hasta el momento más de 133 mil personas han muerto por la enfermedad.

Desde hace algunas semanas México empezó el regreso a “la nueva normalidad”, es decir, un paulatino reinicio de actividades en la mayor parte del país.

Pero la pandemia no cede. La Secretaría de Salud registra 32 mil 769 fallecimientos y 275 mil personas contagiadas.

La mortalidad podría ser 3 veces mayor reconoce Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud y encargado del equipo que combate la pandemia.

La emergencia sanitaria, sin embargo, es una cara de la tormenta. Entre las críticas más frecuentes en los dos países aparece una fecha: martes 3 de noviembre de 2020.

Ese día los estadounidenses eligen a su nuevo presidente y uno de los candidatos es Donald John Trump, quien se encuentra en desventaja ante su rival, el demócrata Joe Biden.

La mayoría de las encuestas dicen que si en la semana de su encuentro con el presidente mexicano hubiera votaciones, el magnate sería echado de la Casa Blanca.

Las matemáticas, pues, acompañan la cortesía de Trump con López Obrador. 

El magnate sólo piensa en el 3 de noviembre y por eso, dicen especialistas como Fernández de Castro, “ve la visita de AMLO con ojos de elecciones”, la esperanza de conseguir una fotografía para atraer a los electores latinos.

Trump tuvo su foto pero no está claro cuánto puede servirle. Los votos hispanos no fueron decisivos en 2016, cuando ganó la elección presidencial.

El escenario es distinto para López Obrador. La jornada del 8 de julio parece reforzar los argumentos para elegir a Washington como destino de su primer viaje internacional.

No había muchas alternativas. México resiente ya los efectos de la pandemia de coronavirus, que amenaza con una recesión mundial parecida a la que ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial.

Los dos países, además, tienen economías complementarias. “Nos necesitamos mutuamente”, explica la investigadora Rodríguez Santibáñez.

“Es como un matrimonio de apariencias, no de amor, donde hay interés pero existen sólo aspectos económicos”.

La visita a la Casa Blanca, pues, va más allá de la tormenta política binacional. 

“Independientemente de las diferencias personales que se puedan tener, la política de alto nivel se vincula a la articulación de dos Estados que se necesitan” insiste.

Y en eso coincide el presidente López Obrador. “Es conveniente para nuestro pueblo poder afianzar la relación económica comercial”, dijo antes de abordar el avión a Washington.

“No olvidemos que sean de un partido o de otro tiene que ver con la economía, los empleos que benefician a todos de manera directa o indirecta”.

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Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.

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