Opinión

La sonrisa de Alonso Ancira




febrero 13, 2021

El expropietario de Altos Hornos de México negoció su libertad a cambio de devolver el sobreprecio por la venta de una planta chatarra a Pemex. Borrón y cuenta nueva. Un buen negocio para el controvertido Alonso Ancira

Alberto Nájar
Twitter: @anajarnajar

Marzo de 2020. El empresario, Alonso Ancira atiende una audiencia en el juicio de extradición que enfrenta en España, donde fue detenido por petición del gobierno mexicano.

Las imágenes de la comparecencia lo muestran tranquilo aunque difícilmente ocultan el enojo, las manos apretadas, la corbata con un nudo atado de improviso.

Ese martes el propietario de Altos Hornos de México y otras compañías, El Rey del Acero según le presentaban empresarios y algunos medios tradicionales, perdió los estribos.

Al juez que decidiría su expulsión del territorio español, Alonso Ancira le trató de convencer que era un perseguido político.

“Soy un daño colateral” en la lucha del presidente de México Andrés Manuel López Obrador contra la corrupción, dijo.

“Lo ha demostrado la prensa, el señor es un mitómano del tamaño de Hitler”.

El comentario fue una declaración de guerra por parte del controvertido empresario, acusado de lavado de dinero, cohecho y defraudación fiscal.

El expediente judicial incluye la venta a Petróleos Mexicanos de la planta de fertilizantes Agronitrogenados, que compró la empresa estatal con un sobreprecio de 200 millones de dólares.

Una operación fraudulenta pues la empresa fue considerada, en su momento, como una chatarra. A pesar de ello la compra fue autorizada por el entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray, con el visto bueno del presidente Enrique Peña Nieto.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ofreció al empresario desistirse del cargo si aceptaba devolver el dinero pagado irregularmente.

Pero Alonso Ancira se negó e inclusive retó al presidente mexicano: no devolvería ni un solo dólar.

La valentía del magnate terminó hace unos días, cuando aceptó la oferta de su enemigo, y negoció un acuerdo con la Fiscalía General de la República (FGR) para reintegrar el sobreprecio por Agronitrogenados y una compensación adicional.

Se comprometió a pagar 219 millones de dólares. Con esa negociación regresó a México. Ancira está detenido en el Reclusorio Norte a la espera que la Fiscalía acepte el trato.

Lejos de amainar, el escándalo crece día con día. No son pocos quienes cuestionan lo que llaman perdón virtual al empresario.

Alonso Ancira puede quedar en libertad sólo con devolver el dinero que obtuvo de forma ilegal, según consigna la FGR. Lo hace porque fue acusado de daño patrimonial, un delito que puede extinguirse si el afectado acepta la reparación.

Es un beneficio que no tuvieron, por ejemplo, las personas que fueron encarceladas por robar comida en alguna tienda o supermercado, y que no tuvieron posibilidad de devolver lo que tomaron.

En las cárceles del país abundan estos casos, como los de quienes cometieron delitos menores que con una buena defensa legal hubieran evitado sentencias mayores. No tuvieron dinero para contratar buenos abogados.

El expropietario de Altos Hornos de México podría regresar a una de sus casas porque Pemex, y la FGR, sólo demandaron la reintegración de los 200 millones de dólares por el sobreprecio de Agonitrogenados.

No hubo mención alguna a las ganancias que obtuvo el empresario con ese dinero, ni mucho menos al gasto que ha implicado al erario sacar a la empresa de las ruinas.

Porque la decisión del gobierno fue reactivar sus operaciones, aunque las instalaciones estuvieran convertidas en chatarra. Es dinero público que nunca debió utilizarse con ese propósito.

En el debate algunos dicen que lo importante es, como sostiene el presidente López Obrador, que se repare el daño y se utilicen los recursos para atender la pandemia de covid-19

Quienes sostienen el argumento dicen que al Rey del Acero le pesa más la sanción moral que los dólares que debió entregar.

¿En serio? Porque en el fondo lo que hizo Alonso Ancira fue seguir la tradición y escuela de algunos grandes empresarios mexicanos: torcer las reglas para asegurar las ganancias.

Todo vale en ese camino, desde regatear salarios y prestaciones a los trabajadores, hasta sobornar funcionarios, pagar campañas electorales o financiar la guerra sucia contra políticos opositores, como sucedió con el entonces candidato López Obrador.

¿Realmente importa el desprestigio a empresarios como Ancira? Porque como él hay varios. Un ejemplo es Ricardo Salinas Pliego, propietario de Grupo Azteca y a quien se señala de adeudar miles de millones de pesos al fisco.

El magnate publicó en Twitter que no pagaría “ni un rábano” al Sistema de Administración Tributaria (SAT).

O Germán Larrea, dueño de Grupo México, la compañía minera protagonista de los mayores desastres ambientales en la historia reciente del país.

Es, también, el consorcio que sistemáticamente se negó a rescatar los cuerpos de los 63 mineros fallecidos en el accidente de la mina Pasta de Conchos.

Larrea suele mantener un bajo perfil que incluye ignorar los escándalos, y comprar la protección de políticos y funcionarios.

Son personajes acostumbrados al escándalo. No parece importarles el escándalo porque en el entorno donde se mueven su comportamiento goza de prestigio.

En su mundo, donde habitan políticos acusados de corrupción y empresarios hábiles en malas prácticas, los anciras, salinas pliegos o larreas son casi héroes.

Una sanción moral o los antecedentes penales en su expediente son poca cosa.

Así, el resarcimiento del daño y el escarnio público no parecen lección suficiente para evitar que el polémico empresario infrinja de nuevo las leyes.

Sería, en todo caso, una buena anécdota para aderezar la primera reunión social de Alonso Ancira en su recobrada libertad.

***

Alberto Najar. Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service. Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.

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