Opinión

Elecciones del 6 de junio: la OEA, Almagro y los opositores necesitados




mayo 15, 2021

Observadores de la OEA visitarán México para atestiguar las votaciones del próximo 6 de junio, marcadas por un intenso debate político. No se sabe el resultado de la supervisión, pero es claro que los opositores del presidente pretenderán sacar el máximo provecho de la misión diplomática.

Alberto Nájar / Twitter: @anajar

Adrián De la Garza se veía feliz. De traje y corbata azul posaba sonriente al lado de Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Detrás de ellos la bandera de la organización, ésa que presume las insignias de todos los países miembros.

La foto se tomó en el despacho de Almagro con quien se reunió el candidato al gobierno de Nuevo León por el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

No fue sólo una visita de cortesía. De la Garza presumió en un redes sociales que viajó a Washington para denunciar lo que jura es una presunta intromisión del presidente Andrés Manuel López Obrador en el proceso electoral de este año.

El encuentro fue ampliamente difundido en la mayoría de los medios tradicionales de México. 

Varios analistas dedicaron sus espacios a desmenuzar -especulaciones y adjetivos de por medio- la queja del candidato, acusado de violar leyes electorales en su estado.

No fueron pocos quienes aprovecharon para destacar una noticia que, en su momento, pasó desapercibida: 

El Instituto Nacional Electoral (INE), invitó a una delegación de observadores de la OEA para que atestigüen el desarrollo de las elecciones intermedias del próximo 6 de junio.

Hasta aquí todo era alegría y felicidad para los opositores del proyecto político de López Obrador.

Pero en el festín anticipado por la anhelada visita, pasaron de largo algunos detallitos.

Uno de ellos es la facilidad con que un personaje como Adrián De la Garza, investigado por la Fiscalía General de la República (FGR) por aparentemente cometer delitos electorales, tuvo acceso a la oficina particular de Luis Almagro.

Es un privilegio para unos pocos: jefes de Estado, líderes de organizaciones internacionales, grandes empresarios, intelectuales reconocidos…

También para quienes el controvertido líder de la OEA tenga un particular interés. Eso se consigue, entre otras maneras, con un intenso cabildeo.

Puede ser el caso del investigado por la FGR. Y es aquí donde surge otro detallito.

Desde hace tres años algunas embajadas acreditadas ante el país; centros de opinión, oficinas de congresistas, organizaciones civiles y cámaras empresariales de Estados Unidos reciben la visita de empresarios, académicos, intelectuales, políticos y algunos periodistas que llevan un solo tema:

Criticar al gobierno de López Obrador. A veces lo presentan como una especie de dictadura, en el camino a convertir a México en otra Bolivia o Venezuela.

Otras pretenden hacer creer que se trata de un estado fallido, perdida la gobernanza en favor de carteles de delincuencia organizada.

Algunos juran que el presidente mexicano promueve la violación de derechos humanos y no son pocos quienes advierten, en inglés, alemán, chino y francés que el país está al borde de un colapso económico y financiero.

Las muestras más recientes de este cabildeo, fueron la andanada de críticas y reclamos por la resistencia de AMLO a felicitar a Joe Biden en noviembre pasado, cuando ganó la elección en Estados Unidos.

La otra son los artículos en medios intelectuales de intelectuales como Jorge Castañeda o Enrique Krauze, donde abiertamente piden al jefe de la Casa Blanca que presione a López Obrador para regresar a lo que ellos dicen es la democracia mexicana.

En tal escenario ocurre visita de observadores de la OEA. Ciertamente no es la primera vez que arriba una delegación de esta naturaleza.

Misiones similares ocurrieron en varias elecciones, cuando gobernaron al país los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional.

Pero eran otros tiempos como lo es, también, el actual secretario general del organismo.

Porque la OEA de Luis Almagro registra varios desencuentros con el gobierno de López Obrador. Uno de ellos ocurrió en enero de 2019 un mes después de que empezó el actual gobierno. 

En esos días se reunió el Grupo de Lima creado para “devolver la democracia” a Venezuela. Está integrado por 13 países latinoamericanos, entre ellos México.

El encuentro de hace dos años tenía el propósito de aprobar una resolución de condena a la nueva elección del presidente venezolano Nicolás Maduro.

Desde su nacimiento, en 2017, la cancillería mexicana había avalado todas las determinaciones del Grupo. Pero no esa vez. 

México decidió abstenerse de la votación lo que representó un mensaje claro del camino que seguiría la diplomacia de López Obrador: lejana de la OEA. Cerca de gobiernos progresistas.

El otro desencuentro fue el asilo al expresidente Evo Morales, víctima de un golpe de estado después que ganó una nueva reelección, a mediados de 2019.

La oposición reclamó fraude y las denuncias fueron rápidamente avaladas por Luis Almagro. El papel del personaje fue fundamental para el derrocamiento del presidente de Bolivia, quien fue rescatado en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana.

El gesto fue severamente criticado por los opositores a la 4T. Los mismos que demandan la intervención de Joe Biden y que, ahora, festinan la supervisión de la OEA.

Su argumento es que se trata de una visita como otras, y que inclusive puede abonar, juran, a la democracia mexicana.

Pero no se vale ser ingenuos. La posición ideológica de López Obrador, sus acciones diplomáticas y las críticas frecuentes a organismos internacionales, acercan al gobierno mexicano a la lista de los poco gratos para Almagro y quienes le apoyan.

Difícilmente habría una condena como las emitidas contra Nicolás Maduro. Después de todo -muy a pesar de los propaladores de odio y nostálgicos de muerte y violencia- México no es Venezuela.

Tampoco las condiciones políticas, económicas y sociales son iguales a Bolivia. Eso lo entiende hasta el secretario general de la OEA.

López Obrador dijo que no tiene nada que ocultar, que los observadores electorales pueden hacer su trabajo sin problema.

Pero el tono ríspido en el debate político, los señalamientos constantes de empresarios enojados por la supervisión fiscal y el fin de sus privilegios, y sobre todo el cabildeo de personeros ante Washington, abren un flanco de vulnerabilidad para la 4T.

En ese terreno hay un actor que puede jugar un papel fundamental en el ánimo de los enviados por la OEA: el Instituto Nacional Electoral (INE).

La misión internacional tiene el objetivo de atestiguar el desempeño de la elección intermedia, la más grande en la historia del país.

De acuerdo con los protocolos diplomáticos están obligados a mantener una relación cercana con las autoridades electorales de los países que supervisan.

Son, de hecho, invitados del INE. Esto no significa, por supuesto, que influya en la decisión final de los observadores.

Pero lo que sí puede tener alguna influencia son las determinaciones que ha tomado el Consejo General del Instituto, así como del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).

Son, constitucionalmente, las máximas autoridades electorales del país y sus sentencias deben ser tomadas en cuenta por cualquier organismo internacional.

A esto se suma el crispado ambiente político y, claro, el ánimo en la cúpula de la OEA, concretamente el despacho que visitó el sonriente candidato que investiga la FGR.

¿Habría un severo juicio al final de las votaciones como ocurrió en Bolivia? Es poco probable, pero no debe descartarse por completo.

Es factible que la determinación de los observadores resulte positiva, para el gobierno de AMLO y los organizadores de los comicios.

Pero también hay altas probabilidades de que se emita un juicio crítico, en sentido estricto como suele ocurrir en la diplomacia internacional.

Lo más seguro es que los adversarios del presidente aprovechen al máximo esta determinación.

Para ellos sería el tanque de oxígeno que tanto desean. Los pertrechos para alimentar su campaña de odio y muerte.

Habrá que esperar al anochecer del 6 de junio, quizá en la mañana del día siguiente.

Pero hasta ahora, lo único claro es que la visita de la OEA a las controvertidas votaciones es todo, menos inocente.

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Alberto Najar. Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.

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