Opinión

Maru exhibe su ‘mano pesada’, y su mamá también




octubre 31, 2021
La gobernadora María Eugenia Campos Galván junto a su mamá María Eugenia Galván. Fotografía: Cortesía

Urge una reforma del poder para que una persona como María Eugenia Campos entienda y asuma que sólo es la gobernadora, ni más, ni menos

Jaime García Chávez

La gran reforma que le falta a nuestro país es la reforma del poder. Está lejana si atalayamos desde este momento de enconos estériles, polarización y pugnacidad que se abaten sobre la nación.

Desde la cúspide hasta los lugares más bajos del poder político y la burocracia existe la arraigada convicción de que tener poder es colocarse absolutamente por encima de la sociedad y los ciudadanos. Entender esto sin abordarlo desde la óptica de la cultura política es obstaculizar las mejores conclusiones posibles. En ese ambiente se ha movido Chihuahua, como un espacio que podemos elevar a la categoría de “laboratorio de lo que no debe ser”.

César Duarte lo sintetizó en la frase de “poder es para poder” y se aferró a pasar a la historia chihuahuense como el hombre fuerte del estado para todo un ciclo que lo trascendería en el cargo. En ese camino no tuvo límites para dar pábulo a la más aguda corrupción política habida en Chihuahua, a la implantación de una tiranía que, entre otras cosas, recurrió al autopatrocinio de la aspirantía a cargos mayores. Cada que había caballo ensillado, quería montar. Y así propaló que pudo ser presidente nacional del PRI, secretario de Gobernación y hasta futuro presidente de la república. Y no se puede entender esto sin la enfermedad de la hybris.

Luego arribó Corral y quiso protagonizar de manera monopólica la lucha anticorrupción. Llegó bajo la divisa de que le encargaría a Gustavo Madero el gobierno de Chihuahua en calidad de asunto menor, mientras él brincaba a la pista nacional como un gran líder emergente del PAN; y también vio en su destino la Presidencia de la república. Por eso le invirtió tanto a sus relaciones en la Ciudad de México, olvidándose de la aldea, que a su tiempo supo cobrarle, y caro, sus desatinos.

Ahora tenemos a María Eugenia Campos Galván haciendo escoleta exactamente por la misma senda. Ya se abanderó en una “lucha contra el pasado” que dijo iba a omitir y ha convertido a Corral en su némesis. Un día sí y otro también la prensa y los periodistas a sueldo escenifican la picaresca de culpar de todo al que se fue, al compañero de partido de la gobernadora, que no pierde tiempo, a través de voces oficiosas, de presentarse como una “perseguida política”, cuando se tienen elementos más que sobrados para demostrar sus complicidades con la era Duarte y las prebendas que obtuvo.

Mal se había rellanado en el sillón gubernamental, le vieron cualidades para presidenta de la república. Es el viejo ardid de los gobernadores de acá, de soñar para que los vean grandes. En esto la caprichosa realidad termina por imponerse y el tiempo se convierte en el modelo experimental que no batalla en decir, silenciosamente, su “no” rotundo.

Esto ya forma parte de la teatralidad que nos venden y que muchos llegan a presentarla como la realidad misma. Obvio que no lo es. Pero a fin de cuentas es el daño menor. Lo grave está en otra parte.

Gobernar al más puro estilo tradicional es lo que hace María Eugenia Campos Galván, por lo apuntado, pero por dos o tres hechos que reseño brevemente.

Empiezo por el que tiene que ver con el nepotismo: la mamá de la gobernadora pasó a ser la jefa y mandona del DIF estatal. Inusualmente y so pretexto de paliar el frío que provocará en los pobres el próximo crudo invierno, realizó una colecta de ropa entre los secretarios de la administración que preside su hija. Y allá fue el gabinete en pleno, más que a entregar chamarras, a quedar bien y tener abierto el canal de los afectos con la gobernadora.

Primero cae un hablador que un cojo. Al alimón que se sataniza como “vicegobernadora” a la hermana de Javier Corral, se entroniza a la madre de Maru Campos. Su mamá también. Hay un agravante, además, cuando se pretende demostrar la existencia de lo inexistente: un sistema DIF que tenga en su cima a la madre de la gobernadora que engloba a los municipios, y por tanto pretender ser un canal informal hacia todas las comunidades.

A esto se suma lo que suele suceder a la hora de los cambios en el Ejecutivo: con la llegada de un nuevo gobernador, se abre la ambición de controlar el Poder Judicial del Estado, sustituyendo al presidente del Tribunal Superior de Justicia, lo que siempre ha sucedido, lo cual es el más elocuente dato de la carencia de un Estado de derecho.

Parece ser que para engordar el poder de la primera gobernadora hay que poner un nuevo presidente en ese órgano judicial, no obstante lo banal que resulta, si nos hacemos cargo de que el actual, Pablo Héctor Villalobos, es profundamente obediente a los dictados de palacio (fue una pieza del duartismo también) y escolástico consagrado, tan del gusto del catolicismo ultramontano que dice inspirar a la actual administración.

Lo mismo sucede ahora con la Universidad Autónoma de Chihuahua. Las recientes renuncias de funcionarios en ese centro de estudios ya se entiende como la señal de que se pondrá un rector a modo (para qué, si el que está sirve para lo mismo); pero la pieza que falta es demostrar la mano pesada, no el respeto a la autonomía, aunque se les llene la boca de un aparente gusto cuando hablan de la misma.

Y bueno, en esta senda hasta lo increíble sucede: hay quien le abona a Maru la reciente designación de la nueva presidenta del IEE, Yanko Durán Prieto, que se designa en territorio en el que Maru casi nada tiene que decir, amén de que la nueva titular de ese instituto electoral tiene una carrera propia y respetable que la avala. Pero todo sea para empezar a fortalecer la idea de que en Chihuahua no se mueve ni una hoja de un árbol si no es por la voluntad de ella.

Entonces hay una dosis de hipocresía. Maru en sus discursos y artículos dice ser incapaz de hacer todo esto, que su ética no se lo permite, que viene a refrendar un orden jurídico, pero simultáneamente hace correr la voz con periodistas de aquí y de la Ciudad de México de que su mano es pesada y que ya lo puede todo.

Por ese camino, en menos de un año se pone en ruta a ser un Duarte, o un Corral, al fin y al cabo que su carrera es inexplicable sin estos sus predecesores.

Por eso urge una reforma del poder, para que una persona como María Eugenia Campos entienda y asuma que sólo es la gobernadora, ni más, ni menos, y que además eso no es poco.

29 octubre 2021

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Jaime García Chávez. Político y abogado chihuahuense. Por más de cuarenta años ha dirigido un despacho de abogados que defiende los derechos humanos y laborales. Impulsor del combate a la corrupción política. Fundador y actual presidente de Unión Ciudadana, A.C.

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