Como nunca había sucedido, cientos de miles de personas han cruzado la frontera sur de México de manera irregular. Es un histórico flujo migratorio que puede convertirse en uno de los mayores del mundo. Y no hay señales de que vaya a detenerse
Texto: Alberto Nájar
Fotos: Isabel Mateos
Pie de Página
Arriaga, Chiapas – Desde noviembre pasado México enfrenta una inédita ola migratoria, que según estimaciones oficiales podría representar el mayor éxodo de personas en la historia reciente.
Entre enero y abril del 2019, de acuerdo con datos de la Secretaría de Gobernación, más de 400 mil personas cruzaron la frontera sur de manera irregular.
Al menos la tercera parte de ellos son niños y adolescentes. Muchos viajan no acompañados o se mueven con lo que queda de su familia.
La mayoría proviene de Centroamérica, especialmente de Honduras, pero en el río humano también se mezclan personas de Asia, África, Medio Oriente, Sudamérica y el Caribe.
Prácticamente todos se dirigen a la frontera norte con la esperanza de cruzar a Estados Unidos.
De hecho el Servicio de Inmigración y Aduanas de ese país reporta que entre enero y abril detuvo a unas 100 mil personas cada mes, en promedio.
Es, pues, una migración que proviene de medio mundo, y que por momentos sorprendió a las autoridades mexicanas.
La cantidad de migrantes es mayor a todas las cifras registradas hasta ahora. En los momentos de mayor intensidad en el éxodo migrante, la década pasada, por la frontera entre Chiapas y Guatemala cruzaron entre 140 mil y 400 mil personas al año.
En los primeros meses de este 2019 el ingreso rompió el récord y de mantenerse la tendencia al finalizar el año, México habría atestiguado el paso de por lo menos 1.2 millones de personas.
En esta danza de números, llama la atención el origen de los datos. Hasta el año pasado eran las organizaciones no gubernamentales las que estimaban el flujo de migración irregular.
Ahora, el gobierno de México es quien reconoce el tamaño de la voluntad de la gente de salir de su propio país por la situación de violencia y empobrecimento que predomina. De hecho, la secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero estima que, a diciembre de este año, unos 900 mil migrantes irregulares habrán llegado a la frontera norte del país.
¿Por qué esta inédita oleada de migrantes? Hay varias razones.
Honduras
En el caso de Honduras existe un acelerado proceso de deterioro en la vida cotidiana del país, que se profundizó a partir de la reelección del presidente Juan Orlando Hernández a finales de 2017.
El país enfrenta una añeja crisis de seguridad por el acecho de bandas de narcotráfico y pandillas de maras. Pero el reciente proceso electoral se acompañó de ataques a organizaciones civiles y defensores de derechos humanos.
El conflicto político agravó todavía más la situación interna del país. Y al mismo tiempo apareció en el escenario el fenómeno de las caravanas.
Es una nueva forma de caminar hacia el norte que tiene su origen en el viacrucis migrante de 2014, iniciado en Oaxaca y que derivó en una marcha multitudinaria en la frontera norte.
Muchos de quienes acompañaron la caminata lograron su objetivo, quedarse en Estados Unidos a partir de un asilo humanitario. La noticia se esparció rápidamente en Centroamérica.
Desde entonces se han realizado otros viacrucis similares. Después apareció el fenómeno de las caravanas a finales de 2018.
Los migrantes descubrieron que es más seguro viajar en grandes grupos, además, se multiplica la posibilidad de llegar a la frontera norte.
El fenómeno, sin embargo, también ha sido aprovechado por bandas de tráfico de personas. La Secretaría de Gobernación insiste en que hay un proceso de organización en las recientes oleadas de migrantes que emprenden el camino desde Honduras al norte.
De hecho el gobierno mexicano solicitó a las autoridades hondureñas que investiguen la forma en cómo se promueven las caravanas, pues creen que podría haber bandas internacionales de trata en el proceso.
La sospecha surge en los puntos de revisión fronterizos. Personal del Instituto Nacional de Migración (INM) ha detectado a menores que viajan con adultos que se hacen pasar por sus familiares.
Esta situación es más evidente en el caso de los migrantes extracontinentales, quienes desde hace algunos años cambiaron su ruta de viaje a Europa –donde las restricciones fronterizas se profundizaron- y se enfilaron a Estados Unidos.
En lo que va del año el INM ha detectado ciudadanos de países como Afganistán, Eritrea, Bangladesh, Nepal, Pakistán, India, China, Nigeria o Brasil, entre otros.
En este nuevo camino cruzan por México apoyados por bandas de trata de personas dice Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación.
“Hay una recomposición de los flujos migratorios internacionales asociados a grupos delictivos en el tráfico de personas”, explica.
Cuba
En este nuevo río humano también se registra un aumento importante en la cantidad de cubanos que cruzan irregularmente la frontera sur.
“Es un notable incremento en el número de nacionales de Cuba”, dice la secretaria Sánchez Cordero. “Pasan por Nicaragua y posteriormente entran a nuestro país en tránsito a Estados Unidos”.
Esto representa una variación en la tradicional ruta migratoria que seguían los cubanos.
A partir de 2016 miles de personas abandonaron la isla con rumbo a Estados Unidos. Lo más usual era viajar a Venezuela o Ecuador y desde allí emprender el camino hacia el norte según documentaron organizaciones civiles.
Esto ocurrió después que el entonces presidente estadounidense Barack Obama canceló la posibilidad de que los cubanos obtuvieran residencia legal con sólo llegar a su país.
A esa política se le conocía como “Pies mojados, pies secos” pues la mayoría de quienes emprendían ese camino cruzaban el mar entre Cuba y Florida.
Actualmente, según el INM, existen más de mil cubanos varados en la frontera sur del país y al menos otros dos mil en Ciudad Juárez, a la espera de solicitar asilo en territorio estadounidense.
La situación puede agravarse, reconocen las autoridades, pues no hay señales de que el flujo migratorio se detenga.
Y en ello, coinciden especialistas, existe una alta probabilidad de que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador aliente de alguna manera el éxodo.
En los sexenios anteriores la estrategia fue restringir el paso de personas en situación migratoria irregular. Inclusive a partir de 2014 el entonces presidente Enrique Peña Nieto desplegó a cientos de soldados, marinos y policías para contener a los centroamericanos.
Fue el llamado Plan Frontera Sur que no detuvo el flujo pero lo desvió a lugares más peligrosos. Ahora la situación es distinta:
Quienes pretendan entrar a México sólo deben registrarse ante las autoridades migratorias, y con ello pueden incluso obtener una tarjeta de visitante temporal que les permite obtener empleo en el sureste del país.
Hace unas semanas, de hecho, se extendió el beneficio a los originarios de Honduras y El Salvador con lo cual se incluye a prácticamente todos los países del Triángulo Norte de Centroamérica.
Antes el salvoconducto era exclusivo para los migrantes de Belice y Guatemala, los vecinos más inmediatos.
Al mismo tiempo el gobierno de López Obrador promueve una política de inversión y desarrollo en los países centroamericanos, una especie de Plan Marshall (similar al aplicado en Europa tras la Segunda Guerra Mundial) con el que se pretende cancelar los motivos de la migración irregular.
No está claro si la estrategia puede funcionar pues las caravanas y el éxodo de hondureños se mantiene.
Hace varios años, ante las peticiones de organizaciones civiles para cancelar el requisito de visa para los países del Triángulo Norte, algunos especialistas y autoridades advirtieron que dar ese paso podría provocar un éxodo masivo de personas.
Honduras podría vaciarse, dijeron algunos. Ahora la profecía parece cumplirse.