Martín Orquiz
“La violencia nuestra de cada día” es una frase que se volvió común en nuestro país, originada con base en los acontecimientos que ocurren con asombrosa frecuencia en muchas de las ciudades y poblaciones de estados violentos considerados como “foco rojo” dentro de ese fenómeno social, Chihuahua por desgracia está dentro de esas entidades.
Los mexicanos no debemos acostumbrarnos a observar de forma pasiva los hechos violentos que laceran a la sociedad, ni los homicidios –que es la representación más material de la criminalidad–, ni los robos, ni las violaciones sexuales, ni los secuestros ni las extorsiones deben pasarse por alto y la exigencia de justicia debe ser prioridad.
Sin embargo, tengo conocimiento de primera mano que muchas personas evaden siquiera enterarse de este tipo de sucesos para tratar de mantener una sanidad emocional, pero ignorar el problema lo hace crecer.
En ocasiones, se registran casos que trascienden al desdén generalizado por sus características y consecuencias, uno de esos ocurrió en Ciudad Juárez el pasado 20 de abril, cuando dos mujeres fueron asesinadas a plena luz del día en una estática ubicada en un activo crucero vehicular.
Aunque ya lo hemos dicho otras veces, no está de más recordar que en esta frontera ocurren situaciones que todavía hacen que sus habitantes se sorprendan, aunque parezca que ya hayan presenciado de todo.
En horas hábiles, cuando todo mundo realizaba sus actividades cotidianas en las inmediaciones de un sector céntrico fue cometido el doble homicidio.
Testimonios que fueron colectados por trabajadores de los medios de comunicación establecen que un par de desconocidos llegaron al lugar, entraron e hincaron a sus víctimas para enseguida dispararles para matarlas.
Por supuesto que las detonaciones sembraron el pánico entre las personas que estaban en los negocios aledaños al “Blume hair salon”, lugar donde fue perpetrado el asesinato.
Ni siquiera el hecho de que la estética estuviera ubicada dentro de un centro comercial, denominado Plaza Reforma, frenó a los agresores de Cristal y Veria Avitia Hernández, de 22 y 21 años
respectivamente, para entrar al comercio, someterlas y quitarles la vida con toda la impunidad que les favoreció.
Un factor que agrega peculiaridad al hecho es que una de las mujeres asesinadas es o fue pareja sentimental de un elemento de la Fiscalía General del Estado (FGE) de Chihuahua, lo que generó versiones de que podría tratarse de un ataque indirecto en contra del agente.
Además, los familiares de las hermanas asesinadas demandaron a la FGE protección porque recibieron amenazas al quejarse de que desde dentro de la misma institución se están obstaculizando las investigaciones en torno al homicidio, lo que sin duda alguna hace del caso una “papa ardiente”.
Otro ingrediente que hace más “pesado” el expediente, es que el ataque ocurrió en un local ubicado a cinco minutos de las instalaciones de la FGE, así que los homicidas actuaron con una temeridad que asombra y que genera la hipótesis con relación a si contaron con la complicidad de las mismas autoridades, luego que la acción fue realizada prácticamente frente a sus narices.
Seguramente, los atacantes conocen de la impunidad que priva en las indagaciones de miles de asesinatos cometidos, no sólo en Ciudad Juárez, sino en todo el territorio nacional, fenómeno que se convirtió en un padecimiento endémico que amenaza a toda la población, mientras que las autoridades no dan con la vacuna para prevenirla. O, tal vez, simplemente no la quieren aplicar.