Texto: Marlén Castro y Margena de la O
Fotografía: José Luis de la Cruz
Amapola Periodismo
Las asimetrías económicas y sociales entre norte y sur que existen en México encontraron su reflejo en Jóvenes construyendo el futuro, el programa que busca que miles de jóvenes entre 18 y 29 años puedan capacitarse en el trabajo, porque la mayoría no ha tenido un empleo.
En todo el país, de acuerdo con la página oficial del programa, 716,007 aprendices se vincularon con algún centro de trabajo.
Las estadísticas del número de aprendices vinculados del centro hacia el norte y del centro hacia el sur hablan de estas desigualdades económicas y sociales.
En el sur, Chiapas, el estado más pobre del país, tiene a 110,723 jóvenes aprendices. En el norte, Nuevo León, donde se ubica el municipio con el mejor nivel de bienestar de país, sólo están vinculados 2,902 jóvenes.
Todos los becarios del estado del norte quedan por debajo de los aprendices que se vincularon en Chiapas para recibir una beca de 3,600 pesos mensuales. En los 12 estados norteños hay 72,091 becarios. Chihuahua el estado más grande de México sólo tiene 6,972 aprendices.
Al sur, tres estados concentran el 30 por ciento de los becarios de todo el país: Veracruz, Tabasco y Chiapas. Veracruz 72,916 y Tabasco 88,412.
Guerrero es el cuarto estado del país en esta estadística. Aquí se vincularon hasta el momento 52,291 aprendices.
En el centro, Ciudad de México (CDMX) y Estado de México fueron condensados en el programa como un solo territorio. Tienen ahí 66,852 aprendices, proporcionalmente pocos si se toma en cuenta que la CDMX es la quinta ciudad más habitada del mundo, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) pero muchos para ser la capital de un país con la decimotercera economía del mundo.
Las estadísticas del programa podrían ser el espejo de un deficiente sistema educativo y de las políticas de empleo en el país. 130, 525 aprendices tienen estudios de licenciatura y 28,072 una carrera técnica, suman casi el 25 por ciento de todos los vinculados. Pero además 2,023 tienen estudios de posgrado.
La mayoría de los aprendices son de nivel preparatoria: 308,250. Segundo lugar los jóvenes con estudios de secundaria: 192,416. En tercero figuran los de licenciatura, en cuarto los de primaria: 54,432, quinto los de carrera técnica y sexto los de posgrado.
A las condiciones que pone en evidencia el programa se suman otros elementos que complican la situación de los jóvenes de la parte sur del país, como son las estadísticas de crímenes ligadas a la inseguridad y violencia que impactan de manera directa en ellos, sobre todo en Guerrero.
Una muestra de esto son los 44 jóvenes estudiantes de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro) que han asesinado desde 2014 a la fecha, de acuerdo con el Centro de estudios sobre las juventudes, donde académicos y alumnos analizan el juvenicidio.
Los argumentos del gobierno federal para impulsar Jóvenes construyendo el futuro fueron generar oportunidades para ellos y así disminuir esos riesgos. Este estado tiene dos de las ciudades más violentas de América Latina: Chilpancingo y Acapulco.
A la lista también se debe incluir que el programa es mal utilizado en Guerrero. Amapola. Periodismo transgresor documentó en sus entregas anteriores que los centros de trabajo afiliados al programa llevan a los becarios a actos políticos del PRI y PRD, evaden pagar las quincenas a sus empleados con la beca o piden hasta 30 por ciento del monto a los beneficiarios. En resumen, abusos en todos los niveles.
Una muestra es lo que hace la organización Jóvenes guerrerenses, que aparece con el número 3817 en el listado oficial del programa. Tienen becarios de la zona rural de Chilpancingo que ni siquiera supieron cuándo los ingresaron.
Los supuestos capacitadores les pidieron copia de su Clave Única de Registro de Población (CURP), crearon sus cuentas de correos electrónicos y los vincularon, y ahora los jóvenes les entregan a ellos 1,500 pesos cada mes de su beca. Con cada cobro los esperan afuera de un banco en esta ciudad para recibir la cantidad que se entiende como una especie de cuota por apuntarlos.
La información la proporcionaron becarios asignados a la organización, que ni siquiera tienen acceso a su perfil en el programa, porque desconocen sus contraseñas de registro. Para protegerlos no se publican nombres.
Las asimetrías económicas y sociales del país que se
evidencia con el programa de jóvenes becarios no podrían entenderse sin estas prácticas de antaño.