Cuauhtémoc, Chihuahua– Si mucho, estima don Alberto Vargas, en Chihuahua quedan unos 500 pima repartidos en los municipios de Madera, Temósachic, Cuauhtémoc y en la capital.
En Yepachi, la comunidad de donde él es originario, la vida de su pueblo o’oba está marcada por la pobreza, el hambre y el abandono de las autoridades, pues no hay seguridad, fuentes de empleo, ni apoyos.
Don Alberto sólo se presenta como un cantor. Recuerda que hace mucho tiempo fue autoridad en su pueblo, pero ya no puede por la edad. De lo que no habla es que él es el último promotor de la cultura, tampoco menciona que en 2014 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría de Arte y Tradiciones Populares y que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lo reconoció como Tesoro Humano Vivo.
Al preguntarle sobre su cultura, él pide ayuda: “nos sentimos poco triste porque nos estamos acabando… Estamos muy solos, hace muchos años que nos dejaron solos”.
Piensa que si le plantea la problemática al gobernador Javier Corral quizá les ayudaría, pero, por la herida de que su pueblo carga por el abandono de las autoridades locales y estatales, le apuesta a que el presidente Andrés Manuel López Obrador los escuche.
“No hay que dejarlo que se acabe para que siga está fiesta”.
Entrevistado por Raíchali durante el Omáwari, Encuentro de Naciones Hermanas 2019 realizado en Cuauhtémoc, también lamentó que su lengua materna, sus cantos y rituales están en proceso de extinción.
Reconoció que participar en este tipo de actividades le gusta porque más personas conocen sus tradiciones, se ha percatado de que los demás pueblos originarios de México “son muchos, los pima somos poquitos”.
Pero él no pierde la esperanza, aseguró que mientras pueda, va a promover su cultura y a insistir en su comunidad a no dejar que se acabe «para que siga la fiesta».
«Habemos muy pocos que sabemos hablar la lengua, unos 100, tenemos que seguir rescatando y también la música, los pascoleo y cantos yúmare (…) A la gente ya no le interesa no le gustan los cantos. Puede haber unos 100, pura gente mayores, los jóvenes no saben»
De Yepachi, una comunidad ubicada en la sierra madre occidental en el municipio de Temósachic, la gente se va porque no hay trabajo y hace varias generaciones que no están interesados en aprender su lengua, ni sus cantos, por lo que no les enseñan a sus hijos.
Pero insiste en que la principal necesidad que tienen es seguridad pública y comida porque no tienen en dónde trabajar, son muy pocos los que “labran la tierra” y, por la falta de semillas y agua, la cosecha cada año es menor.
“Quisiera la hablar con López Obrador para que nos tomen en cuenta. Ya con que nos voltee a ver porque vivimos acá, en los rincones, muy lejos, estamos muy solos, que nos manden policías, comida, no tenemos nada… Tenemos muchos años solos, tal vez tienen miedo”.