Derechos Humanos

Invernaderos de Jocotepec: el fruto de la desigualdad




julio 17, 2019

Por casi tres décadas la empresa Berrymex, desde Jalisco, se ha vuelto un líder mundial en la producción y comercialización de frutos rojos. Sus historias de éxito ocultan las malas pagas; la desvaloración de los trabajadores; la explotación jornalera y el truco de las liquidaciones forzadas en busca de no cubrir derechos ganados con la antigüedad. Jocotepec es una fortaleza para la empresa, ya que son pocos los ranchos que no le venden a esta gran firma y, ahí también, en cada invernadero, se esconden historias de abuso y mal manejo del personal.

Texto y fotografía: Jade Ramírez / @jadercv
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Jocotepec, Jalisco – Son pocos los kilómetros a pie de la carretera Guadalajara-Morelia, la que bordea el lago de Chapala, donde no se ve un invernadero en operación o en construcción. Frambruesa, zarzamora y fresa son lo que, principalmente, se cosecha todo el año. Según el mapa de la empresa Berrymex sólo en Jalisco y Michoacán se producen simultáneamente cuatro frutos de forma orgánica, mientras que en Baja California Norte, tres; en los estados como: Puebla, Guanajuato, Estado de México, Veracruz y en algunos más del norte del país únicamente se cosechan fresas.

El pueblo San Quintin en Ensenada, Baja California, cobró notoriedad hace un par de años por las denuncias de abusos a jornaleros y la explotación laboral que, principalmente migrantes del sur del país, enfrentan a manos del gigante de los frutos rojos: Berrimex, pero en Jalisco hay una métrica muy parecida. En un contexto de desigualdad y pocas opciones laborales, la gente de la región ciénega, donde se ubica esta empresa, reconoce que de no tener empleo a trabajar “en las berries”, ya es una ganancia, aunque la paga no corresponda a la jornada extenuante de piscar en un surco de la gran empresa mexicana afiliada a la familia Reiter, la cual lleva 100 años en el mercado tras ser fundada en San Francisco Bay, Estados Unidos; dicha marca trascendió y conquistó la industria agrícola bajo el sello Driscoll Strawberry Associates.


Mapa de la producción de frutos rojos en el país

Martina es piscadora. La saludé cerca del rancho Los Cuates en la carretera federal 15. Por razones de seguridad prefiere mantener su identidad reservada, pues teme que la “castiguen” con la suspensión de la raya por hablar con personas ajenas al mando del rancho. Su jornada laboral es de diez horas, le pagan ocho e invierte doce. Se levanta a las cinco de la mañana para alistar ropa, comida y dejar hijos encargados con las vecinas. Debe salir puntual al pie de la carretera porque si pierde el camión que la recolecta, pierde el día y esto amerita una penalización de 120 pesos; gana mil 100 por semana y sólo tiene media hora dos veces al día para comer, orinar e hidratarse.

Ya antes trabajó de cocinera en una fonda, de afanadora en una empresa e intentó trabajar en una farmacia en el centro de Jocotepec, pero a “los tres, cuatro meses para afuera, no me dejaban ganar antigüedad”, me explicó como razón del por qué aceptó irse a las berries.

La humedad y el calor a las 12 del día en las personas fuera de un invernadero se vuelven llevaderas. A lo lejos se asoman nubarrones grises que a cualquiera le refrescan el panorama sabiendo que pronto lloverá. A Martina, el sol no le pega duro porque está debajo de un enorme toldo de plástico, pero aún así por la resolana lleva puesto sudadera de manga larga, cachucha y un pañuelo mojado entre la frente y el cuello. Bajó de peso desde hace seis meses que entró a trabajar: “no es porque no coma, es que aquí sudas porque sudas”, me cuenta mientras mira que nadie pregunte por su ausencia del surco, para seguir platicando conmigo.

Empezó vendiendo con su una tía botes de frutos rojos en la carretera y así le cayó la propuesta de irse a un empleo “seguro”, dice. Le cuestiono cuál es la seguridad al ser piscadora y me responde: “siempre habrá trabajo aunque me lo paguen mal y deje a mi familia mal atendida, pero puedo arrimar centavos”.

Cada bote mediado que pizca un recolector, se paga a cinco pesos, después de 100 botes dan 50 centavos por cada vote extra, cuando entregan 700 ya comienza la ganancia. Los piscadores con buena capacidad hasta pueden obtener 7 mil pesos por semana, pero por lo regular, me explica Martina, la semana sale de 2 mil pesos mínimo y máximo 2 mil 500 pesos.

“Honestidad, equidad y respeto” son los valores que sustentan la visión de Berrymex Sociedad de Responsabilidad Limitada de Capital Variable que, además, de ser orgullosamente una filial de los hermanos Reiter, dueños de Driscoll, también es integrante de la Asociación Nacional de Exportadores de Berries; sin embargo, en cinco casos de despido injustificado y con alevosía, los valores que difunde en sus sitios institucionales quedan cuestionados.

Mobbing en las oficinas o “tender la cama” en los campos agrícolas

José así califica a lo que le hicieron “me tendieron la cama”; en sentido metafórico es que lo querían muerto, fuera de la jugada y de la empresa; él sostiene que le “pusieron un cuatro”. Platico con él a distancia porque ya no radica en Jocotepec donde llegó cargado de esperanzas. Quien es trabajador y debe sacar adelante a madre, padre y su familia propia, no tiene oportunidad de reposar y pensar las cosas, se tuvo que mover a otro municipio al sur de Jalisco a buscar suerte como experimentado agrónomo, carrera que estudio en el Estado de México. Y la encontró. A dos semanas de haber concluido el proceso conciliatorio entre Berrymex y él a través de su asesor legal, encontró empleo en otro cultivo de berries orgánicas en el sur; desde luego que no en la misma empresa ni para un productor filiar a Berrymex, pues “está quemado”.

Le sentenciaron en el área de recursos humanos de la empresa que si no firmaba su renuncia en las condiciones que le impusieron, no saldría de ahí ni con lo que le correspondía económicamente, ni con cartas de recomendación. Cuando probó suerte directamente con Driscoll en Ciudad Guzmán, dos semanas después de haber recibido su liquidación de Berrymex con un 15% menos de lo que le correspondía por un año y ocho meses de trabajo, su pretensión de ser jefe de cuadrilla y encargado de supervisar ranchos productores, se frenó cuando le preguntaron: ¿Podemos pedir referencias a su ex jefe?

José supo que ahí se acababa la historia. Respondió que sí, pero le advirtió a su interlocutor que lo que iban a decir de él: “no respondía a la realidad”. Y eso pasó. Es joven tiene menos de 30 años, pero ha aprendido cómo se mueven las relaciones entre superiores y empleados: nunca le regresó la llamada el encargado de Driscoll para confirmar si estaba contratado o no.

“Hay unos valores honestidad, equidad y respeto, pero bueno… los usan a su conveniencia, no siempre se predica eso”, sostiene José quien no oculta el trago amargo que implicó trabajar los últimos meses en Berrymex. Él detectó una métrica muy calibrada en el área de recursos humanos de la filial de la familia Reiter: “Me tocó ver siempre en estas fechas que despedían a gente importante para la empresa, gente que venía desarrollando bien su trabajo, pero… es la fecha de correrlos”.

Lo frondoso de los frutos rojos que encontramos en el mercado a un costo cada vez más alto, contrasta con la opacidad en el manejo del personal en Berrymex, asegura Cinthia Ramírez quien ha asesorado cinco casos de despido injustificado tan sólo en Jocotepec.

El historial de la gente de “confianza” que han despedido en Berrymex para el agrónomo José, está relacionado con un bono anual que corresponde a todos los empleados que cumplen un año de contratación. Se trata del reparto de utilidades que según la Ley Federal del Trabajo sucede 60 días después del 31 de marzo, tiempo límite para que la empresa declare impuestos y cumpla con la obligación social de reparto de las utilidades.

A finales de mayo correspondía que a José le dieran su proporción del 10% de utilidades, pero desde un mes antes comenzaron “casualmente” a tratarlo con señalamientos y reclamos. Un mes después supo que tenía un acta administrativa por supuestas faltas que provocaron daños en los cultivos y que, en su momento, no le fueron comunicadas, eso provocó en José extrañeza y se sintió repentinamente hostigado: “el jefe directo llegaba y cualquier cosa por más exagerada me la echaban en cara, al portarse de esa manera yo me preparé para lo peor; me molestó que no me hablaran directo y comenzaran a usar un tipo de artimañas para correrme”.

“Ellos dicen que al momento de correrte no están obligados a darte el bono, pero lo peleamos y fue parte lo que me soltaron, me tuvieron que dar el doble, pero fue gracias a que encontré un abogado”
José
Agrónomo, Ex empleado de Berrymex.

José quien es padre de dos hijos y ara día con día su destino, acepta que si le hubieran explicado el objetivo: darle menos dinero de las utilidades anuales que por ley le correspondían hasta “lo habría entendido”, pero su caso se manejó discrecionalmente y concluyó cuando llegaron a un acuerdo económico y recibió la liquidación con la parte proporcional de bono en un 30% menos de lo que le correspondía, del que debió descontar todavía, los honorarios del litigante que lo asesoró.

La industria crece sin supervisión estatal

De los cinco casos que ha asesorado la abogada Cinthia Ramírez, uno declinó seguir la reclamación y cuatro sí concluyeron, pero sólo uno llegó a tener audiencias de conciliación en la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, aunque también se resolvió fuera de tribunales.

Un legislador del Congreso de Jalisco, Héctor Pizano, anunció en junio la iniciativa de crear un Padrón Estatal de Jornaleros Agrícolas, pues reportados ante la Secretaría del Trabajo y Previsión Social de Jalisco sólo existen 80 mil personas, pero según los cálculos de su iniciativa, éstos podrían llegar hasta 300 mil personas trabajando en el campo sin garantías ni derechos protegidos.

En 2016, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y el Consejo Agropecuario de Jalisco, A.C., suscribieron el Convenio para la creación del Padrón de Jornaleros Agrícolas de Jalisco, pero los resultados no existen: no hay mapa por regiones, no hay tabuladores, asesoría y acompañamientos a quienes trabajan en el campo para una empresa como Berrymex, un rancho productor o por su propia cuenta.

Empleado ejemplar hasta que se asomó la antigüedad de ley

“¿Así te tienen Miguel? ¿Esto estás aguantando?”, fue el reclamo de la esposa de Miguel al irlo a buscar a las oficinas de Berrymex en Jocotepec para pasarle un recado, uno de los quince días que Arturo Fuentes, jefe de Recursos Humanos, lo tuvo neutralizado sólo “checando ingreso y salida”, retirado de sus labora operativas, para obligarlo a firmar la renuncia.

Miguel tiene 42 años, trabajó 17 como jefe de cuadrilla resolviendo y supervisando en los campos: alambres, estaquiar, fumigar, cortar zacate y que en cada cultivo de berries en Jocotepec todo estuviera en buenas condiciones, completos de piscadores, esto además de recoger y entregar lo recolectado en un día. Difícilmente olvida la noche que comenzó el laberinto con Berrymex: “llegó con el último viaje de fruta al cooler, era el día que Donald Trump asumió el cargo como presidente y la gente encargada me dijo que ya no me podían recibir el producto.”

En Jocotepec, los Reiter encontraron el clima idóneo, casi único, para el cultivo masivo de frutos rojos. Asegura la abogada Ramírez, al narrar cómo fue que aquí se asentó la empresa después de que sus dueños participaran en una boda en la región: “descubrieron su paraíso industrial”. Fue en la década de los noventa cuando abrieron sus primeros invernaderos.

Miguel reconoce que una década atrás el manejo de agroquímicos “era menos controlado”, pero ahora se rigen por normas muy estrictas supervisadas por la secretaría de Agricultura; lo que no cambia es el infierno en que trabajan los jornaleros temporales en época de calor:“¿Se imagina usted el calorón encapsulado a treinta y tantos grados adentro de un invernadero?, en invierno a todo dar, pero en primavera-verano es para desmayarse”, recalca el jefe de cuadrilla, el cual por 17 años que conoció las venas de los cien ranchos en Jocotepec, Zapotitán y Huejotitán que sumados a los de Tuxcueca, San Isidro, Tala, Tlajomulco y Ciudad Guzmán suman aproximadamente 180 productores de frutos rojos que surten exclusivamente a Berrymex.

Había comenzado “el run run” de que a los empleados con mayor antigüedad los iban a empezar a sacar. Una empleada administrativa le advirtió a Miguel que “era asunto de Berrymex no de Driscoll”. El padre de familia que ya se reinsertó en un rancho independiente, logró recibir poco más de cien mil pesos de liquidación por casi dos décadas de trabajo de lunes a sábado con 10 o hasta 12 horas por día.

“Joco era un pueblo muerto, cada quien producía su alimento” recuerda Miguel, quien después de irse a los Estados Unidos de Norteamérica sin documentos se regresó y le pidió a un conocido lo enrolara en Driscoll; aunque tuvo que litigar su despido, no regatea en reconocer que sí han agilizado la economía en Jocotepec, lo que para la abogada especializada en derechos humanos, Cinthia Ramírez, significa una dependencia insana del monocultivo que desplaza la responsabilidad del ayuntamiento de desarrollar y dinamizar la economía por su propia cuenta entre los 38 mil habitantes que componen el municipio ribereño. Sin embargo, es la productora y exportadora de berries quienes“cubren” socialmente con donaciones y el financiamiento de obra pública lo que le corresponde al gobierno local.

El prestigio de la empresa más famosa de frutos rojos en México, inhibe que los abogados de Jocotepec acceden a dar asesoría legal a los empleados despedidos injustificadamente o sobre denuncias de violaciones a sus derechos, esto porque son amigos de los hermanos dueños de Driscoll “la cara bonita de la industria” que comercializa las berries, y de Berrymex la productora creada con capital extranjero, pero establecida en México, detalla Cinthia Ramírez.

“Driscoll tiene un listado de reglas para aceptar el producto” se refiere la abogada en materia de calidad, pero también sobre políticas sociales aunque “no se cumplan”, sentencia. En la realidad, la exportadora de fresa, frambruesa y zarzamora, Berrymex: “los despide sin justificación y ocultando las arbitrariedades en figuras legales como la prima de antigüedad”; se refiere al caso de Miguel sobre cómo justo cuando estaba a meses de cumplir el tiempo reglamentario por lo que ya debía comenzar a recibir la prima de antigüedad: lo cesan para no tener que cubrirla y, así, las indemnizaciones quedan muy por debajo de lo que indica la ley.

La Junta Local de Conciliación y Arbitraje tuvo que citar a Berrymex por el caso del jefe de cuadrilla, aunque se llegó a un acuerdo finalmente por afuera, en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social de Jalisco sí tuvieron conocimiento de que la empresa líder del “oro rojo”, quería rasurarle 40 mil pesos de liquidación conforme a derecho. Es la Junta Especial Número 4, la que recibe este tipo de asuntos, al ser consultados antes de publicar este reportaje precisaron que no había una sistematización en datos abiertos de cuántas quejas de trabajadores agrícolas han procesado en los últimos años.

Los piscadores al vaciar el fruto recolectado tienen que lavar el bote de inmediato con chorros de agua fría. Lo que podría parecer una nimiedad, se trata para la abogada que formó parte del Consejo Ciudadano de Hermanamiento de ciudades como Watsonville con Jocotepec, de una práctica que afecta la salud de los trabajadores, ya que pasan de inmediato de un trabajo manual que les calienta las manos, a un enfriamiento con agua que genera, a la larga, dolores musculares o artritis sin que eso se considere o calcule en la paga o en los riesgos a los que se exponen a los trabajadores.

Para las autoridades locales, lo narrado por: Martina, la piscadora; José, el agrónomo; y Miguel, el jefe de cuadrilla, no es nuevo; no obstante, existe “una política abierta” de manga ancha a Discroll, pues la empresa tiene mucho capital invertido en el municipio; además de que se involucró en la construcción del hospital local, hace pavimentación de calles y donó dinero para la construcción del malecón de Jocotepec.

Para Cinthia Ramírez, el gobierno local “usa las dádivas de la inversión privada, hacen oídos sordos y ojos ciegos de estas prácticas sobre violaciones laborales y daños ambientales” en detrimento de la población. Su postura se centra en que debe existir una conciliación, ya que no resulta favorable que se vayan de Jocotepec, pero su participación en la obra pública así como las condiciones de los empleos que genera, deben cumplir en toda magnitud con los valores publicitados y acuerdos transparentes que no eximen competencias.

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