Opinión

No hay país para una broma




noviembre 4, 2019

“La eventual caída de Alfonso Durazo podría derivar, peligrosamente, en el fortalecimiento las Fuerzas Armadas”.

Alejandro Páez Varela

Ciudad de México – Alguien se lo tomó con humor ácido: ¿Organizan un golpe de Estado y no invitan? Un economista reconocido lo consideró una locura: “ya lo perdimos”, escribió. Muchos se quedaron pensando qué había en el fondo del mensaje y otros compartieron preocupación. Un “golpe de Estado” no es cualquier cosa. La cita a Francisco I. Madero evoca el costo: los muertos; empezando por él, por el Presidente; y luego todos los que murieron en los años por venir, los de la revuelta armada.

El mensaje de Andrés Manuel López Obrador llega apenas horas después de otro en el que pide un año más para completar el cambio; y ha dicho que el cambio se hará tan de fondo que será difícil, “si regresan los conservadores al poder”, revertirlo. También llega después del operativo en Culiacán, donde las fuerzas federales (Guardia Nacional y Ejército) recularon y dejaron ir al hijo de “El Chapo” Guzmán; y luego de que un general que sirvió a Ernesto Zedillo contra el EZLN y luego a Vicente Fox y a Felipe Calderón en la guerra contra el narco expresó la supuesta inconformidad en las Fuerzas Armadas contra el Gobierno que encabeza López Obrador. Y parece que la inconformidad no se resume sólo a él.

Gustavo Castillo García y Eduardo Murillo, de La Jornada, escriben: “Todos los asistentes, altos mandos del Ejército y la Fuerza Aérea, en funciones y en situación de retiro, se pusieron de pie y aplaudieron al General Carlos Demetrio Gaytán Ochoa cuando concluyó la participación para la cual fue elegido y dio lectura al discurso consensuado con los militares asistentes y en el cual señaló en México la sociedad ‘está polarizada políticamente porque la ideología dominante, que no mayoritaria’, se basa en corrientes ‘pretendidamente de izquierda’”.

Los dos periodistas, que citan fuentes extraoficiales, agregan en la nota publicada el viernes: “Todos fueron convocados al desayuno con el secretario de la Defensa Nacional (Sedena), Luis Cresencio Sandoval González, que se realizó cinco días después de la fallida misión en Culiacán, Sinaloa, en el que se pretendió capturar a Ovidio Guzmán López. Asistentes al encuentro revelaron que el desayuno fue convocado desde el 12 de octubre, y los partícipes fueron en su mayoría integrantes de la Asociación de Graduados del Heroico Colegio Militar y del Colegio de la Defensa, quienes avalaron el texto que leyó Gaytán Ochoa, ‘por formar parte de una institución que sirve a México y atiende las órdenes del Comandante Supremo, y que sirven como asesores de los titulares de la Sedena para que la experiencia sea útil a las mejores causas para los mexicanos’”.

El General: A los 16 años entró al Ejército. Cuando la matanza de Tlatelolco, en 1968, tenía 19 años. Adiestramiento en la Escuela de las Américas. Comandante del Área Altos y del agrupamiento de la Fuerza de Tarea Arcoíris, en Chiapas, durante el levantamiento zapatista. Y “jefe de las secciones novena, dedicada a la doctrina castrense, y de la décima, de operaciones contra el narcotráfico”. Un adoctrinado por las fuerzas militares de Estados Unidos, pues. Un convencido de la opción armada y alguien a quien la izquierda, dada su educación, debe resultarle repugnante. Y alguien que tiene púlpito para predicarlo y no en una asamblea de México Libre, de Felipe Calderón; o en un encuentro con empresarios radicales, no: en un auditorio, con militares de alto rango, en instalaciones de la misma Secretaría de la Defensa Nacional.

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“Él tiene una visión de las cosas distinta a la que nosotros estamos llevando a la práctica. Nada más para recordar, Calderón declaró la guerra, de eso hay constancia, y hubo los mayores índices de letalidad. En ese tiempo decían los de mero arriba del Ejército por allá por donde andaba este General, en las alturas, les decían a los oficiales de los operativos: ustedes hagan su trabajo y nosotros nos encargamos de los derechos humanos”, dijo López Obrador cuando se le preguntó sobre el discurso del General Gaytán Ochoa.

“¡Qué equivocados están los conservadores y sus halcones! Pudieron cometer la felonía de derrocar y asesinar a Madero porque este hombre bueno, Apóstol de la Democracia, no supo, o las circunstancias no se lo permitieron, apoyarse en una base social que lo protegiera y respaldara. Ahora es distinto. Aunque son otras realidades y no debe caerse en la simplicidad de las comparaciones, la transformación que encabezo cuenta con el respaldo de una mayoría libre y consciente, justa y amante de la legalidad y de la paz, que no permitiría otro golpe de Estado”.

Ese es el tuit completo del Presidente. ¿Hay razones para preocuparse? Independientemente de que si se es o no simpatizante de él, sí hay razones para preocuparse. Por varias razones. La primera es casi obvia: que López Obrador y su movimiento sí han sido víctimas de acciones ilegales concertadas por sus opositores y desde posiciones de poder. Enfrentó, por ejemplo, el complot (sí, el “compló” que resultó cierto) de Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos en el capítulo conocido como “los videoescándalos”, donde personas como Carlos Ahumada, Rosario Robles y Juan Collado fueron peones. Y enfrentó el fraude de 2006, cuando se trabajó con fondos de empresarios, desde antes de la elección, para convertirlo ante la opinión pública en un “peligro para México”.

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La segunda preocupación es más sutil. Y merecería una discusión más amplia. En su tuit, López Obrador dice que mientras tenga simpatías mayoritarias, el riesgo está conjurado. Es decir: AMLO depende de niveles altos de aceptación popular para mantener su mandato sin riesgo; no depende de instituciones fuertes, y eso incluye un Ejército leal. “La transformación que encabezo cuenta con el respaldo de una mayoría libre y consciente, justa y amante de la legalidad y de la paz, que no permitiría otro golpe de Estado”. Mmmh. El Presidente ha dicho que tiene plena confianza en las Fuerzas Armadas; para algunos, demasiada confianza.

¿El Presidente ha dado “demasiado poder” al Ejército al encargarle, por ejemplo, combatir el sargazo o la construcción del Aeropuerto Internacional de Santa Lucía “Felipe Ángeles”? Hay una ignorancia increíble en el tema. La respuesta es no. Los ejércitos del mundo tienen fuertes brazos de ingeniería civil. El mejor ejemplo es el más cercano. El Cuerpo de Ingenieros de Estados Unidos, creado en 1775 (durante la guerra de independencia), hizo y operó la Academia Militar de West Point.

En el Siglo XIX se encargó de costeras, caminos, canales, navegación, edificios y monumentos, y en el Siglo XX asumió (hasta la fecha), además, el control de obras contra inundaciones, la generación de energía hidroeléctrica e incluso la administración de zonas de recreación (hasta los parques) del país. Es la agencia líder en conservación y restauración del medio ambiente y se encarga de las presas. El Cuerpo es usado incluso para impulsar zonas deprimidas económicamente y para terminar pronto: es la agencia pública de ingeniería de diseño y gestión de la construcción más grande del mundo (Fuente: Army Corps of Engineers).

¿El Presidente ha dado “demasiado poder” al Ejército al encargarle la Guardia Nacional? Allí sí, cuidado. Empiezo con esto: el debilitamiento de Alfonso Durazo por el operativo fallido de Culiacán plantea un riesgo alto: que si se va, o lo sacan de la jugada, el Presidente habrá creado un cuerpo poderoso al servicio de las Fuerzas Armadas, y no al revés: una fuerza civil que asumiría las tareas que Felipe Calderón entregó al Ejército al declarar la guerra contra las drogas. Así pues, la eventual caída de Alfonso Durazo podría derivar, peligrosamente, en el fortalecimiento las Fuerzas Armadas. Por eso la presión contra el Secretario de Seguridad Ciudadana no es sólo una discusión política, entre civiles: podría además entenderse como el deseo de entregar más poder a los militares. Peligro. Cuidado.

Por otro lado, y es fundamental decirlo, López Obrador ha “humanizado” el cargo de Secretario de la Defensa; lo ha entregado –acépteme el término–, públicamente, al servicio civil. El General Secretario Luis Cresencio Sandoval ha enfrentado las preguntas de más periodistas que todos los generales secretarios de la Sedena quizás en toda su historia. Y eso es un cambio importante, nada menor.

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Concluyo con una duda. Es la duda que tenemos todos los mexicanos de a pie desde este sábado: ¿qué datos tiene el Presidente para hablar de un pretendido golpe de Estado? Si la vida pública debe ser cada vez más pública, ¿hará públicas sus sospechas? ¿Nos dirá qué inspiraron sus dos mensajes inquietantes, donde asoma la posibilidad de un golpe de Estado?

La otra posibilidad es que se trate de propaganda para cohesionar a los simpatizantes; una alarma de prueba para cualquier eventualidad; una manera de mantener en alerta a sus 30 o más millones o, como dicen otros, un distractor frente a otros problemas como la violencia, el freno económico, el “culiacanazo”. Porque no creo que se trate de una broma. No hay país para una broma. Mucho menos una broma de ese tamaño.

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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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