Opinión

Es un día común, un día común en Fiesta Park




febrero 4, 2020

Las alucinaciones y neurosis de un viejo no deben molestar a nadie, un día entre consultas medicas y celebraciones de cumpleaños

Por Hernán Ortiz

Ciudad Juárez – Fuimos a servicios médicos mi hijo y yo. Él tiene una semana con tos, yo salí de una bronquitis y todavía sentía por las mañanas un carraspeo en la garganta acompañado por una discreta tos.

Pasamos con la enfermera, que nos tomó nuestra estatura, temperatura, peso (estoy arriba sólo tres kilos) y presión arterial. Además, nos dio cuenta de cambios que ha tenido en su vida y compartimos con ella su alegría.

Esperábamos nuestro turno. Cuando el médico llamó en voz alta, “juan”. “¿Cuál de los dos?”, respondió mi hijo. “Juan Hernán”, dijo el médico. “Somos dos”, insistí. “¿Quién es Juan Hernán Ortiz?”, se escuchaba un poco de desespero en la voz del galeno. Cómo si fuera un acto ensayado dijimos a la vez que nos señalábamos, “él y yo”.

Lo más simple siempre puede ser una solución. “¿Varela o Quintana?”, preguntó mi hijo. El médico desesperado nos pidió a los dos que fuéramos con él, y ya en el consultorio pudimos explicar sin gritos que nos llamábamos igual.

No había infecciones, el peor daño eran las bromas del coronavirús

Teníamos un compromiso a las tres de la tarde. Una cita en Fiesta Park para celebrar el cumpleaños de mi hijo el menor. Cumplió trece años.

Fiesta Park… pareciera que lo vi por primera vez. Yo creo que es debido a que mis hijos han crecido y soy totalmente innecesario ahí. Algo así presentí, pero pues al menos venden cerveza, eso siempre ayuda.

El lugar estaba lleno de gente. Afuera se podían ver los patios con juegos mecánicos, minigolf, tirolesa, recorridos con obstáculos, cajas de bateo y más. ¿Cómo puede caber todo junto? Sin duda son muy hábiles en la maximización del uso del espacio… cosa que contrasta con esta ciudad innecesaria y costosamente extendida hasta lo inabarcable.

En la entrada un joven que no llegaba a sus treinta, medía aproximadamente 1.65, rostro serio, radio a la cintura, audífono y micrófono como disfraz de un guardia de película.

Me pidió revisar mi mochila.

Antes de visitar al médico habíamos asistido a nuestro entrenamiento de Krav Magá. Mi mochila contenía herramientas, cuchillos y pistolas de madera para entrenar. En otras ocasiones, cuando me piden revisar mi mochila, empiezo a cuestionar el tipo de personas que asisten a ese lugar. Por ejemplo, ¿vienen muchos malandros aquí? ¿han tenido problemas con balaceras? ¿es peligroso este lugar? ¿es seguro entrar o mejor me voy a otro lado? La eterna respuesta es que sólo siguen órdenes, pero opto por no entrar y decirle al pobre guardia que no me siento cómodo en lugares que pueden ser tan peligrosos… y donde de entrada me tratan como un sospechoso.

Pero en esta ocasión iba a una celebración de Renetukis y pues decidí no decir nada, pero empecé a pensar en el discurso que usaría para justificar las réplicas de armas. Le entregué mi mochila al guardia, la abrió se asomó, solo alcanzó a ver un libro y me la entregó.

No tuve que explicar nada, me recordó a los guardias de seguridad de la Universidad, que su principal trabajo es entregar boletos para entrar al estacionamiento… a veces, y recogerlos cuando la gente va de salida… a vece también. Antes de Trump en Juárez ya promovíamos esta idea de que la seguridad esta poner bardas para no dejar entrar a la gente que siempre puede ser peligrosa.

Algo que debo reconocer de Fiesta Park es que la mayoría de sus vídeo juegos sí funcionan.

Al entrar tal vez lo primero que llamó mi atención fueron los atuendos. Los hombres y jóvenes no son muy diferentes en su vestir, pero las mujeres y las jovencitas sí. Mujeres en edad de ser madres, me recordaban mucho a los atuendos que usan las mamás que van a las festividades escolares. Las jovencitas con vestidos que en esta época del año me hacen preguntar si no tienen frío. Además, regresaba del médico y uno de mis hijos tapaba medio rostro con una bufanda.

Un poco más de atención me hizo identificar las imágenes de la gente con muchos espacios comunes. El lugar que vende pizzas con juegos, los referentes mentales paseaban desde el Karate Kid hasta Stranger Things.

Jóvenes que no tienen edad para entrar a bares, parece que se van a divertir ahí. Como en las tardeadas a las que fui de adolescente donde no vendían alcohol. Los que ya eran un poco mayores pero jóvenes aun, eran quienes atendían el lugar, nada profesional, parecían más empleos temporales.

Había cuatro tipos de emplaados. Muy jóvenes que hacían la mayor cantidad de cosas, desde servir pizza y poner totopos con tres frijoles en un intento de nachos, hasta atender los juegos de los patios. Los adultos mayores, dedicados a la limpieza principalmente. La impresión es que sus sueldos solo serán para atender sus necesidades personales, nunca para atender una familia o un hijo o hija. Tal vez me equivoco, pero me da la impresión de que contratan gente que puede aceptar un sueldo bajo, la atención profesional es secundaria o terciaria. Me imagino que algo parecido pasa con los ingenieros que realizan obras públicas en la ciudad, ninguno parece hacer una labor profesional.

Los otros dos tipos de trabajadores serían los de seguridad, que me parece que son los mayores de los jóvenes y supongo que su trabajo es poner cara seria. Entre la muchedumbre, se ve también un hombre ya no tan joven, arriba de sus treintas y esta como al pendiente de todo. Ha de ser el gerente y supongo que él sí debe tener un sueldo digno.

Entonces: muy jóvenes son clientes; jóvenes, son empelados; adultos son el gerente o padres / madres que llevan a los muy jóvenes; y los adultos mayores son intendentes.

Mi hijo estaba con sus amigos, cinco chicos y una chica. Los espié por un momento. Reían, gritaban, bailaban, como si el mundo no existiera. Cuando Renetukis me ha visto reír a carcajadas, bailar, correr, jugar y cantar en la calle, muchas veces ha dado muestras de vergüenza y hasta guarda su distancia. Ahora era el desinhibido era él, pero por lo que vi muy divertido. El grupo de chicos era fabuloso, desde la joven que al parecer inspira la valentía de los chicos, hasta la increíble baja estatura de uno de sus amigos que dificultaba su acceso a los juegos para niños grandes.

Tenía tiempo de no ir a Fiesta Park, la última vez, todavía tenía que estar al pendiente de mis hijos y jugábamos juntos. Pero ¿qué podía hacer ahora?

Cerveza, siempre puede ser buena compañía.

Compre una pizza, unos nachos, una jarra de refresco y… ¿cómo que ya no venden cerveza? De verdad esperan que este en el medio de esta horda ¿sobrio? Quieren que coma los peores nachos y pizza… ¿sobrio?

No me quedó más que irme a sentar resignado.

La mesa estaba a un lado de la pista de patinaje. Desde infantes hasta adolescentes daban vueltas y vueltas en el mismo sentido. Cuando parecían acelerar un poco más de lo permitido un silbato les aplacaba.

Tomarse fotos con los celulares es una práctica muy común hoy en día. Posan y juegan a ser modelos, chicos y chicas.

Pero entre todos hubo algo que me llamó la atención de sobremanera.

Antes de entrar a Fiesta Park, mi hijo, el Negro y yo, estuvimos dejando pasar el tiempo sentados en la banqueta. Llegamos temprano. Entre tanta gente que vi pasar resaltó un joven que tenía el cabello medianamente largo a medio rostro sostenido por una bandana roja en la frente, mochila a la espalda, moreno, cara seria adornada por una pequeña argolla dorada en la punta de su nariz.

Mientras trataba de bañar totopos redondos en una fría salsa de queso de lata, o comía rebanadas de una pizza que a falta de queso y salsa la masa me recordaba el piso del transporte público que te permite ver el pavimento de la calle de lo agujerado que esta, veía a la gente dar vuelta y vuelta en la pista de patinaje. Recordaba también películas de los 70s donde no solo patinaban, sino que bailaban de manera coordinada música disco.

Vi pasar al joven de la bandana roja. Ahora tenía en las manos una cámara digital sobre un tripie que sostenía con ambas manos. Perseguía a un par de jovencitas, que eran filmadas por él. Fingían tirarse al suelo y el patinando giraba en torno a ellas y seguía filmando. Luego él les mostraba algo por el pequeño monitor de la cámara. Ellas reían y posaban de nuevo para él.

¿Se conocían de antes o apenas se habían presentado? ¿Eran amigos o la cámara era el pretexto perfecto para acercarse a ellas?

Algo que me hizo sentir incómodo fue la sonrisa del Chico de la Bandana Roja. Era grande, como queriendo irradiar confianza y fascinación, de esas que parecen más enamorarse de lo que pueden enamorar. Pero también me pareció falsa. Lo vi con cara seria caminando en la calle. Ahora era todo candor frente a las chicas… y sin cerveza no tenía en qué distraerme. Tal vez es el contexto, las mujeres que siguen desapareciendo y apareciendo muertas, a veces, o los más de tres muertos al día. Tal vez sea la tolerancia a la impunidad que se suda en la ciudad… pero pensé en muchas opciones.

A) Las chicas y el chico se conocen desde hace tiempo y les gusta jugar a que son modelos y fotógrafo.

B) El chico ha logrado tener un trabajo tomando fotos y Fiesta Park fue parte del escenario que eligieron sus clientas de ocasión.

C) La cámara puede ser un magnífico pretexto para conocer gente.

D) Es el primer eslabón de una red de trata de personas. Tal vez el encargado de tomar fotos a posibles víctimas y obtener su contacto por alguna red social para engancharlas después.

¿Cómo saber? Después de todo, el lugar cuenta con su propia seguridad…

¿Cómo saber?

Las alucinaciones y neurosis de un viejo no deben molestar a nadie.

Me aseguré de que Renetukis se viera feliz con sus amigos y amiga, me despedí y me fui, con mis memorias de lugares así que conocí en películas, viví en su momento y ahora sólo me llenan de paranoias y recuerdos.

jhiiio@hotmail.com

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