El coronavirus provocó que Estados Unidos cerrara su frontera con México y trastocó la cotidianidad de unos 60 mil fronterizos que desde hace ocho días dejaron de trasladarse a diario entre las dos ciudades hermanadas por la dinámica social, comercial, económica, de trabajo y turística de los dos países
Rocío Gallegos/Gabriela Minjáres
La Verdad
Ciudad Juárez – Cuando cruzó desde El Paso, Texas, Ángel Uriel se enteró que al menos por un mes no podrá regresar a territorio estadounidense. Transcurrían los primeros minutos de la restricción que Estados Unidos activó en su frontera con México para frenar los cruces fronterizos y tratar de contener el coronavirus.
“No sabía de la disposición hasta que me dijo el aduanal”, dijo el hombre de 18 años, quien la madrugada del 21 de marzo retornó a Ciudad Juárez con un cargamento de colchones y otros artículos usados que vende en los mercados de ‘segundas’ al suroriente de la ciudad.
La medida también tomó por sorpresa a Arturo García, de 41 años, quien intentó cruzar por un permiso de internación para ir a comprar carros usados y traerlos para su venta de este lado de la frontera, pero los agentes de Estados Unidos apostados en la joroba del puente internacional Paso del Norte le negaron el cruce porque es mexicano y solo cuenta con visa de turista como fronterizo.
Igual desconcertó a Martha, una juarense de 55 años que a diario cruzaba para limpiar casas en El Paso, Texas; a Graciela, quien de manera frecuente visitaba a su hermana que vive en El Paso desde que se casó; y a Eduardo Torres, un ciudadano estadounidense que vive en Ciudad Juárez con sus papás mexicanos, quienes por ahora no pueden cruzar con él como lo hacían casi a diario.
Al igual que a ellos, la dinámica y cotidianidad de unos 60 mil fronterizos* que se trasladan entre Ciudad Juárez y El Paso –o viceversa– cambió debido a que Estados Unidos cerró su frontera para viajes con fines turísticos, de compras, sociales o recreativos, en un intento de frenar la expansión del COVID-19.
La medida separó a dos comunidades binacionales hermanas donde se estima que cohabitan unos 2.3 millones de personas –de acuerdo con datos oficiales al 2017– y donde hasta este viernes se tienen confirmados 34 casos de coronavirus, 30 de ellos en El Paso y cuatro en Ciudad Juárez.
A las cero horas del 21 de marzo –hora de Washington, D.C., las 22:00 del 20 de marzo hora local– se hizo oficial el cierre de la frontera, un fenómeno que de acuerdo con entrevistados no se había registrado en la historia reciente de la región. Ni siquiera el atentado terrorista a las Torres Gemelas en Nueva York del 11 de septiembre del 2001 ocasionó una medida como la que acaba de hacer el coronavirus.
“No recuerdo un impacto de este tipo en la frontera”, dice Rodolfo Rubio Salas, especialista en estudios de población, migración y demografía, “es una circunstancia extraordinaria”.
Menciona que tras el 11 de septiembre del 2001 la frontera se convirtió en un punto de vigilancia muy importante para tratar de identificar la entrada de posibles terroristas desde México, que ralentizó el proceso de movilidad, pero “no es lo mismo que un cierre, como ahora”.
En aquel entonces, los efectos inmediatos del incremento de la seguridad implementada tras los atentados fueron filas de varias horas para cruzar a El Paso por las exhaustivas revisiones en los puentes, de acuerdo con reportes periodísticos.
Con Rubio coincide Sergio Madero Villanueva, director del Fideicomiso de los Puentes Internacionales de Chihuahua, quien asegura que el impacto de medida sin precedente en la historia reciente ha sido devastador entre las dos comunidades y en los ingresos que deja el peaje en los cruces de cuota.
Dice que tan solo el primer día los cruces de autos y peatones se desplomaron en más de un 50 por ciento, aunque algunos pagaron e intentaron cruzar, pero fueron regresados por el mismo puente en carriles habilitados para su retorno.
“Los puentes ahora están vacíos… casi nadie cruza”, comenta Eduardo Torres quien desde el sábado pasado no tarda ni cinco minutos para cruzar desde Ciudad Juárez a El Paso por el puente Zaragoza, antes su tiempo promedio era de hora y media.
Entre los que ya no pueden ingresar a Estados Unidos se encuentran sus papás, dice, “ahora me encargan que yo les traiga cosas o haga lo que necesitan de allá”, comenta incrédulo el hombre, quien estudia y trabaja en El Paso, donde nació y tiene a otra parte de su familia.
Datos oficiales revelan que alrededor del 60 por ciento de las personas que residen en El Paso tienen redes sociales establecidas con residentes de Ciudad Juárez, comenta Rubio Salas.
“Me parece que en este momento ese es el principal impacto (de la medida) desde el punto de vista social, porque los vínculos, los apoyos entre las redes sociales ahora son más importantes que los efectos económicos que pueda acarrear este asunto”, agrega
Esa consecuencia la conoce bien Graciela, una mujer de 62 años que tiene a su única hermana y a sus sobrinos viviendo en El Paso, a quienes dice que por ahora no podrá visitar como lo hacía cada 15 días.
“Ellos sí pueden venir, ya son ciudadanos, pero allá también les pidieron que no salgan, así que ya veremos cuándo nos volveremos a ver”, afirma la mujer que por ahora se comunica con su familia paseña por teléfono, no usa computadora ni redes sociales.
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Para Eunice Rendón Cárdenas, coordinadora de Agenda Migrante, el cierre de la frontera de Estados Unidos con México “no tiene ninguna lógica científica” aunque se justifique con la pandemia del coronavirus.
“No es decisión basada en ciencia, parte del problema es que (Donald) Trump se puso a hacer cosas más políticas y finalmente esas cuestiones no están probadas”, afirma, “pero fue una decisión con la que México estuvo de acuerdo”.
Aunque México mantiene libre y sin revisión el tránsito de personas que ingresan al país desde territorio estadounidense
Rendón Cárdenas dice que el asunto se vuelve muy complicado para los fronterizos, pero también para los migrantes retornados que esperan su asilo en esta región de México, porque este tipo de medidas desatan el racismo y perjudican a los más vulnerables.
“Se habla mucho que la medida no va a afectar, pero una crisis de este tamaño, con esas medidas, ya está afectando no solo a la economía y claro que la va a afectar”, advierte.
Sobre las afectaciones económicas inmediatas de la medida, Recaredo Núñez, presidente de la Asociación de Empresarios y Profesionistas de la avenida Juárez, comenta que han registrado una disminución de un 70 por ciento en esa zona del centro.
“Desde el viernes se nos desplomó el 50 por ciento, el sábado fue más notorio y hoy está peor”, dice en entrevista.
Núñez agrega que los comerciantes están conscientes de que medida es por el bien de la comunidad, “pero a nosotros nos ha pegado mucho, hay muy poco tráfico peatonal y de automovilistas”.
Estima que el 50 por ciento de los negocios establecidos en el centro histórico de Juárez viven del turismo de la ciudad de El Paso.
“Aunque (los ciudadanos o residentes estadounidenses) sí pueden ir y venir, nos dicen que no le ven el caso venir a exponerse o han optado por otras alternativas de diversión, como platicar con sus familias por video conferencia”, menciona el dirigente de los establecimientos en la avenida Juárez, que une a la ciudad con El Paso, Texas.
En ese sector hay cerca de 78 negocios establecidos, de los cuales predominan las casas de cambio, después las farmacias y luego los dentistas, estos últimos a los que se les desplomó la clientela hasta en un 90 por ciento, de acuerdo con los datos proporcionados por Núñez.
“Los dentistas que están en este sector prácticamente están enfocados a la clientela americana y en algunos casos hay consultorios que durante todo el día no atienden a ningún cliente”, asegura.
Pero el cierre de la frontera no solo pega a la economía formal, impactó en cientos de personas que a diario cruzan con su visa de turista para comprar artículos que luego revenden de este lado de la frontera o para trabajar en la informalidad allá, principalmente en la limpieza de casa, jardinería, en la construcción o como fontaneros en viviendas o algunos negocios en la zona centro.
Tal es el caso de Ángel Uriel que trae artículos de segunda para vender en mercados populares que se instalan en colonias del suroriente.
“Por una parte, (la medida) está bien, porque como nosotros que vamos para allá y a lo mejor allá esta la enfermedad y nos la traemos para acá, y por otra parte, está mal porque pues mucha gente vivimos de ahí”, dice al internarse de vuelta a México.
Entre ellos está también Martha, una mujer de 55 años que pide no revelar su nombre completo porque confía en que pronto volverá a cruzar para trabajar allá en la limpieza de casas.
Dice que a la semana da servicio en cinco lugares, donde recibe 70 dólares en unos y 80, en otros, por lo que la medida por la contingencia la puso en apuros porque es el sostén de su familia.
“Imagínate, ahora me quedé sin empleo”. dice la mujer que buscó prolongar un poco su ingreso al solicitar a sus patrones que le dieran el sueldo de un día de trabajo que aseguró repondrá cuando reabran la frontera.
El cierre de la frontera terrestre de Estados Unidos con México se anunció por 30 días, hasta el 20 de abril, aunque no se sabe si la medida se suspenda antes debido a los estragos económicos en ambos lados de la frontera, sobre todo luego de que Donald Trump afirmara que una economía cerrada o reducida puede provocar más muertes incluso que el coronavirus.
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* Estimación del Instituto Municipal de Investigación y Planeación (IMIP), con base a datos de agencias de Estados Unidos.
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