“¡Hey mexican, come to work here! ¡A lot of work! Vengan a trabajar, hay mucho trabajo”, eran las frases en inglés y español que exclamaban los oficiales de la Patrulla Fronteriza en aquellos días lejanos de 1947; se paraban en el bordo del Río Bravo y en los puentes, invitaban a todo mundo a trabajar allá… aun sin ningún papel
Juan de Dios Olivas
Apuntes Políticos
Ciudad Juárez –Contrario a lo que hoy sucede y por más que parezca increíble para las nuevas generaciones, hubo épocas en las que Estados Unidos invitaba a los migrantes mexicanos a trabajar a su territorio con papeles o sin papeles.
“¡Hey mexican, come to work here! Many people needed. ¡A lot of work! Vengan a trabajar, hay mucho trabajo”, eran las frases en inglés y español que exclamaban constantemente los oficiales de la Patrulla Fronteriza (Border Patrol) en aquellos días lejanos ya de 1947 para llamar a trabajar en territorio estadounidense.
Atendiendo la invitación, a la frontera se aglomeraban cientos de juarenses y trabajadores migrantes recién llegados del interior del país para enrolarse en el Programa Bracero y trabajar en Estados Unidos.
La misma Patrulla Fronteriza (Border Patrol) creada en 1924 para impedir el ingreso de los migrantes mexicanos a Estados Unidos, les abría la puerta a ese país.
Miles aceptaron la invitación y cruzaron a El Paso, Texas y fueron “detenidos” por los agentes migratorios, pero en esa ocasión, fue para llevarlos directamente a los campos agrícolas texanos. Así lo recuerdan los habitantes de más edad de las colonias Hidalgo, Cuauhtémoc y de la zona Centro.
“Se paraban en el bordo del Río Bravo, en los puentes y gritando invitaban a todo mundo a trabajar allá, sin ningún papel. Muchos se fueron y aquí la colonia se quedó casi sin hombres”, recuerda Don Manuel Flores, quien entonces era un niño.
La actitud de la Patrulla Fronteriza respondía a un desacuerdo entre los gobiernos de México y Estados Unidos relacionado con el Programa Bracero, iniciado en 1942 y que ese año fue suspendido momentáneamente por las autoridades mexicanas, justo en la temporada en que los agricultores estadounidenses requerían de mano de obra, lo que no fue impedimento para seguir llevando gente a los campos agrícolas.
Como ambos países no se ponían de acuerdo sobre los términos del programa y no había más permisos de trabajo, los productores entraron en pánico y la propia Patrulla Fronteriza actuó como enganchadora de mano de obra.
“Muchos no lo creían, por los malos tratos hacia los mexicanos”, refiere Flores.
La apertura de la frontera a los migrantes con o sin papeles ese año, puso en evidencia que el verdadero fin de la Patrulla Fronteriza era el control de la mano de obra que ingresaba en forma ilegal a Estados Unidos y no su eliminación, afirma el historiador Martín González de la Vara, en Breve Historia de Ciudad Juárez y su región.
A los campos agrícolas
En 1941, tras el ataque japonés a Pearl Harbor, Estados Unidos se involucró en la Segunda Guerra Mundial y envió miles de hombres al frente de batalla. Pronto requirió de mano de obra mexicana para mantener en funcionamiento la producción industrial y agrícola y firmó con el gobierno mexicano, el 4 de agosto del año siguiente, un acuerdo renovable que permitiría a los mexicanos trabajar en territorio estadounidense bajo condiciones vigiladas.
Para aplicar el Programa Bracero, se instalaron en Juárez módulos de contratación de trabajadores y esta ciudad pronto empezó a sufrir aglomeraciones provocadas por miles de aspirantes a braceros, muchos de los cuales se quedaron en la frontera al no cumplir los requisitos; otros se internarían en forma ilegal.
Se trataba de campesinos provenientes de las zonas agrícolas rurales de Coahuila, Durango y Chihuahua.
En 1942 fueron contratados 4 mil 203 trabajadores, y para 1945 la cifra alcanzó los 125 mil, de acuerdo con datos recopilados por el historiador Armando B. Chávez.
En 1942 Ernesto Galarza, funcionario consular mexicano asignado en Washignton, D. C., reportaba que la alta demanda de trabajadores se debía a la esperanza de los mexicanos de ganar en Estados Unidos sueldos mejores que los que obtenían en México.
El Programa Bracero terminó oficialmente el 30 de mayo de 1963, pero los migrantes siguieron ingresando a los Estados Unidos hasta 1964, ya cuando había creado en Estados Unidos circuitos de migración, de trabajo y hasta una cultura distinta.
De 1942 a 1964 se estima que cinco millones de mexicanos laboraron en los campos agrícolas del vecino país, según información difundida por el Proyecto Bracero, que dirige Carlos Marentes en el Centro de Trabajadores Agrícolas Fronterizos, en El Paso, Texas.
Sin embargo, miles más que no fueron aprobados cruzaron sin ser documentados.
Para estos últimos la Patrulla Fronteriza lanzó la operación “Wetback” o “Espalda Mojada”, mediante el cual en 1954 deportó por Ciudad Juárez a 35 mil mexicanos que ingresaron en forma ilegal a su territorio.
El impacto para Juárez fue directo, pues entre deportados y aspirantes a cruzar, creció la población. De 50 mil habitantes que se tenían en 1940, se pasó a 122 mil 566 en 1950 y a 252 mil 119 en 1960.
Los problemas sociales no se hicieron esperar, ya que los nuevos habitantes requerían de más espacios y servicios urbanos que el Municipio no podía otorgar por falta de recursos.
“Llegan (migrantes) hasta los puertos norteños en busca de mejoría a sus niveles de vida, ya sea aprovechando lo que ellos suponen extraordinarias facilidades de trabajo en las poblaciones limítrofes con Estados Unidos o ilusionados con la idea de pasar a territorio norteamericano a ganar dólares”, narraba el entonces presidente municipal René Mascareñas, en 1959.
“Al encontrarse sin poder lograr ninguno de los dos propósitos y sin la posibilidad inmediata de volver a sus lugares de origen, constituyen un problema de habitación, vigilancia, salubridad, alimentación, educación y trabajo de muy serias proporciones”.
El edil señalaba que muchas familias apenas contaban apenas con recursos para subsistir.
“A la demanda constante de servicios públicos por el mayor número de vecinos no corresponde un aumento en los ingresos municipales, ya que hay una enorme mayoría de familias cuyos ingresos apenas bastan para las más ingentes necesidades y no están en condiciones de contribuir a los gastos públicos”, enfatizaba.
Sin embargo, nada paraba la llegada de migrantes que aspiraban a trabajar en Estados Unidos y el Programa Bracero se convirtió en un imán.
El trato…
El Proyecto Bracero estima que casi una cuarta parte de los braceros pasaron por la frontera de Ciudad Juárez y El Paso, a donde llegaron trasladados en trenes; posteriormente, una vez en Estados Unidos, en camiones eran enviados a Fabens, Texas, al Centro de Procesamiento de “Río Vista”, donde los bañaban, los desinfectaban con veneno en polvo y luego los entregaban a sus patrones.
Los braceros partían de Fabens a las distintas regiones agrícolas del suroeste y el norte de los Estados Unidos a levantar las cosechas de algodón, betabel de azúcar y otros cultivos, por los que recibían de pago menos del 50 por ciento de lo que recibían los ciudadanos estadounidenses.
En los ranchos, los braceros estuvieron a merced de sus patrones.
Los rancheros de Texas y Nuevo México, generaron la fama de ser los peores explotadores.
Un artículo escrito en 1946 por la profesora Pauline R. Kibbe, en Latin Americans in Texas, de la Universidad de Nuevo México, y rescatado por el Proyecto Bracero, revela los abusos que sufrieron los braceros.
Relata que en la comunidad de Lubbock, Texas, la capital del algodón, en octubre de 1944 arribaron 496 camionetas cargadas con un promedio de 15 trabajadores mexicanos, es decir alrededor de 7 mil 494 migrantes que generaron una derrama económica importante al adquirir comestibles durante lo más intenso de la temporada de pisca. “Sin embargo, Lubbock no tomó ninguna providencia para ocuparse de esta corriente de gente, que llega regularmente cada otoño, cada fin de semana de cada otoño”, señalaba Kibbe.
“No hay ningún lugar donde puedan estacionar sus vehículos, darse un baño, cambiarse de ropa o simplemente ir al sanitario”. En algunas otras ciudades el trato era aún peor. En Lamesa, los sanitarios de la presidencia municipal eran clausurados los sábados al mediodía, y en algunas de las estaciones de gasolina se tenía prohibido prestárselos y los migrantes eran forzados a hacer sus necesidades donde pudieran hacerlo, lo que finalmente generó una epidemia de disentería entre la población en general.
A los migrantes también se les prohibía la entrada o servicio en sitios públicos, en negocios y de diversión, tales como cafés, barberías y en algunas instancias y cines.
El otro abuso
Los braceros también estuvieron a expensas de la corrupción de funcionarios mexicanos, puesto que durante el tiempo que fue aplicado el programa, una porción del sueldo les fue retenida para generar un ahorro que a su regreso a México se les entregaría, situación que pasó inadvertida por los trabajadores que firmaron contratos en idioma inglés, sin saber su contenido y las condiciones a las que estarían expuestos.
Sin embargo, la devolución no se concretó y casi medio siglo después salió a la luz pública y miles de braceros realizaron protestas y reclamos al gobierno mexicano que terminó dando, no sin poner muchas trabas, una pequeña compensación a quienes comprobaron su participación en el Programa Bracero.
“Mi padre se fue cuando yo tenía 13 años. Duró 10 años trabajando en Canutillo, Texas, en la pisca de algodón. Venía cada mes a vernos y regresó finalmente en 1959 cuando yo ya tenía 23 años”, recordó Ramón Hernández, hijo de Antonio Hernández Duarte, en una entrevista concedida a medios de comunicación en 2009.
Hernández Duarte, quien murió en 1987, participó en el Programa Bracero de 1949 a 1959, dejando en Juárez cuatro hijos y a su esposa.
Señaló que como a miles le retuvieron un porcentaje de su sueldo y murió en 1987 sin ver jamás la retribución de ese esfuerzo.
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Fuentes: Martín González de la Vara en Breve Historia de Ciudad Juárez y su región; Armando B. Chávez en Visión Histórica de la Frontera Norte de México; http://www.farmworkers.org).