Crónicas de Juárez

La guerra cristera, la primera vez que los templos cerraron




junio 7, 2020

Al igual que ahora, en 1927 las iglesias católicas en México cancelaron sus servicios y cerraron sus puertas, pero en aquella ocasión la causa fue política, protestaban por la aplicación de una ley que limitaba y controlaba el culto en el país

Juan de Dios Olivas/Apuntes Políticos

¿Es usted un Caballero de Colón? preguntó el general Miguel Valle a un hombre que se cruzó en su camino cuando él salía de una cantina de la ciudad de Chihuahua.

La respuesta que dio quien después sería identificado como Yocundo Durán, originario de Jiménez, fue afirmativa y considerada suficiente prueba para ser sentenciado a la muerte.

¡Es un católico subversivo!”, señaló el militar quien ordenó su detención y después tras ser encarcelado, fue llevado a la salida de Chihuahua donde fue asesinado de un disparo en la espalda. El cadáver del infortunado sería trasladado en una carretilla de albañil para ser entregado a su viuda.

El asesinato se registró a mediados de enero de 1927, meses después de que en México inició la llamada “Guerra Cristera” cuyo levantamiento armado se concentró en el centro y occidente del país, pero no fue ajeno en el norte, donde tuvo también repercusiones y actos de represión durante casi una década.

En todo el país, los templos fueron cerrados en respuesta a la aplicación de la llamada Ley Calles que limitaba y controlaba el culto católico en todo el país.

Esas normas fueron rechazadas por la Iglesia Católica, que ordenó la suspensión de misas en todo el país. Era la primera vez que se cerraban las iglesias y a diferencia de la época actual, en la que la pandemia de Coronavirus Covid-19 es el motivo principal de que no estén abiertas a los fieles, en aquel entonces la causa fue política.

El conflicto armado inició en 1926 en los estados de Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Nayarit, Colima, Durango, Guerrero, Oaxaca, México, Morelos, Distrito Federal, Puebla, Tlaxcala, y Veracruz y aunque oficialmente se daría por concluido en 1929, la persecución religiosa y enfrentamientos continuaron hasta 1937.

En Chihuahua el brote armado fue contenido por el Ejército, pero homicidios como el de Yocundo Durán fueron comunes. El asesinato en Santa Isabel del padre Jesús Maldonado Lucero, quien fue canonizado por el papa Juan Pablo II, se dio en este contexto en 1937.

¡Viva Cristo Rey!

En agosto de 1926, se dieron los primeros levantamientos que fueron desencadenando el inicio de la Guerra Cristera, o Cristiada, nombrada así por el grito de batalla que adoptaron los rebeldes: “¡Viva Cristo Rey!”.

En enero de 1927, circularon en El Paso, Texas volantes impresos por los Caballeros de Colón en los que proclamaron al líder de la Asociación Mexicana de Juventud Católica, Rene Capistrán Garza como presidente de México en cuanto triunfará la rebelión cristera.

Los rebeldes tenían incluso como ministro de guerra al abogado José F. Gándara quien vivía como refugiado en la ciudad paseña.

La Junta revolucionaria católica que formaron, informaba que el nuevo presidente establecería su gobierno en la ciudad de Chihuahua donde consideraba que no sería necesario combatir dado que Capistrán tenía bastante respaldo de los feligreses y creía que dominaba el panorama.

La violencia no tardó en presentarse cuando ese año un grupo de 100 campesinos armados procedentes de diferentes rancherías de la sierra Tarahumara, sitiaron el poblado de San José Baqueachic donde se enfrentaron con la Guardia municipal a tiros,

Los rebeldes iban encabezados por el cabecilla Marcelo Estrada y para dejar claro los orígenes del movimiento, portaban un estandarte de la virgen de Guadalupe y un retrato de Miguel Hidalgo y Costilla que en la parte de atrás tenían pintadas con letras rojas las leyendas “Libertad y Religión” y “¡Viva Cristo Rey!

Se trataba principalmente de pobladores de Norogachi y Sisogichic de acuerdo con los reportes oficiales que también reseñaban el transporte de armas y hacían alusión a incipientes organizaciones de cristeros en Santa Ana, Cusihuiriachic, Carichic y Nonoava.

Tras ser repelidos a tiros, los rebeldes retrocedieron hasta Carichic donde resistieron por un tiempo para posteriormente huir hasta Nonoava donde fueron sitiados y derrotados por tropas que comandaba el teniente coronel José Chávez.

Ahí fueron aprehendidos Marcelo Estrada, Jesús José Soto, Ángel Palcón y Severo Gardea quienes fueron trasladados al poblado de San Antonio de los Arenales hoy conocido como ciudad Cuauhtémoc donde fueron fusilados un día después. Sus seguidores se dispersaron.

En1929 se asomaría una solución al conflicto cuando el Vaticano dio poderes a los Obispos para negociar la paz, a cambio de una amnistía completa para el clero y los fieles, así como la restitución a la Iglesia de templos y seminarios y libertad de relaciones entre Roma y el Episcopado.

El presidente Emilio Portes Gil accedió en el primer y último puntos, rechazó el derecho de propiedad otorgo solamente el uso de templos y seminarios para sus fines, algo que el clero mexicano aceptó reanudando las misas en los templos en el país y también la desmovilización de más de 50 mil soldados cristeros.

Hasta entonces en los campos de batalla habían muerto 14 generales del ejército, 2 mil oficiales y 55 mil soldados y auxiliares, lo que equivalía al 70 por ciento, aproximadamente, de los efectivos con los que ejército había iniciado la lucha.  En tanto del bando cristero se estimaba en 30 mil los caídos, incluyendo un centenar de sacerdotes.

La segunda Cristiada

El acuerdo entre los Obispos de México y el gobierno parecía que daba resultados, pero a partir de 1932, el grupo radical del expresidente Plutarco Elías Calles volvería a radicalizarse con su política anticlerical.

Desde la Secretaría de Educación Pública y los Gobiernos Estatales donde eran fuertes, lanzaron una nueva ofensiva después de que Calles había sentenciado que la Juventud pertenecía a la Revolución tras lo cual lanzaron una campaña de “desfanatización” que tuvo su base en el programa de Educación sexual y socialista que impulsó el secretario Narciso Bassols.

Los cristeros volvieron a levantarse en armas y a echarse al monte, esta vez sin el apoyo de los Obispos.

En 1935 “La Segunda” cristiada se había extendido a la mitad de los estados con tácticas similares al terrorismo, dirigidas contra los oficiales y funcionarios del gobierno, así como contra los maestros “desfanatizadores”.

Nuevamente se cerraron los templos y el 12 de enero de 1936 el Episcopado condenó, en una Pastoral Colectiva, la campaña gubernamental de “Educación sexual”, al tiempo que en San Felipe Torres Mochas, en Guanajuato, los fieles lincharían a todos los miembros de una “Brigada Cultural”.

En Chihuahua Quevedo limita el culto

El 12 de febrero de 1934 durante el sexenio del gobernador del Estado, general Rodrigo M. Quevedo, uno de los más corruptos surgidos de la revolución mexicana, el Congreso aprobó una reforma que establecía un máximo de sacerdotes de uno por cada 100 mil habitantes o fracción que excediera los 50 mil.

En agosto de ese año comenzó a cerrar templos y solamente permitió que 5 sacerdotes oficiaran misas entre ellos Manuel Deos que repartía su tiempo entre los feligreses de Ciudad Juárez, Casas Grandes y todo el Valle de Juárez.

Los templos que permanecieron abiertos tenían prohibido repicar las campanas, lo que motivo numerosas protestas y demandas, una de las cuales fue atendida por el gobernador que permitió la celebración de culto entre agrupaciones de vecinos.

A principios de 1935, el guía de turistas Enrique Elorduy se presentó en la Misión de Guadalupe, acompañado de un grupo de empleados del Municipio e informó al sacerdote Salvador Uranga que había sido comisionado para entregar el templo a una junta de vecinos.

Los feligreses presentes se sublevaron y se lanzaron a golpes contra Elorduy y sus acompañantes con la intención de lincharlos pero fueron rescatados por la Policía cuyo cuartel se encontraba a escasos 50 metros. El sacerdote fue expulsado del país acusado de incitar a los feligreses a la insubordinarse.

La ultima victima en Chihuahua de la política anticlerical fue el sacerdote José de Jesús Maldonado asesinado en 1937, cuando apenas el gobierno del general Lázaro Cárdenas emprendía los pasos para pacificar al país y prometía no cometer los errores que sus antecesores y respetar los arreglos de 1929 que permitieron nuevamente la celebración de misas en los templos.

***

FUENTES DE CONSULTA: David Pérez López, Los Años Vividos, Ciudad Juárez crónicas pendientes; Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Los arreglos de la Cristiada, en www.kofc.org; La historia no contada de los Caballeros durante la Cristiada, en www.kofc.org;

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