Juan de Dios Olivas / Apuntes Politicos
La primera ocasión que la antigua Villa Paso del Norte, fundada por Fray García de San Francisco, recibió la visita de un presidente de México fue en agosto de 1865.
Se trataba de Benito Pablo Juárez García que, encabezando la resistencia contra la invasión francesa, hizo su entrada a la pequeña comunidad de no más de 10 mil habitantes, por el antiguo Camino Real (hoy calle Reforma), acompañado de un puñado de patriotas y soldados que escoltaban su carruaje.
Apenas dos meses antes, el 2 de mayo, el Congreso y Gobierno de Colombia lo habían nombrado Benemérito de las Américas, por su perseverancia en la defensa de la independencia y libertad de México y con ello, también de los países latinos del continente.
Arribó a Paso del Norte – hoy Ciudad Juárez – tras recorrer cientos de kilómetros, cruzar sierras, planicies y el desierto, así como rancherías, pueblos y ciudades en un carruaje de manufactura francesa, de dos puertas de madera con manijas de bronce y vidrios biselados abatibles, en las que se apreciaba un escudo republicano y en la parte inferior una cabeza de león.
El acontecimiento fue de tal magnitud que provocó algarabía entre los pobladores que acudieron a darle la bienvenida, mientras que todas las familias pudientes se disputaron el honor de recibirlo y darle albergue en sus hogares.
Sería Inocente Ochoa quien lo hospedaría en su casa, que se ubicaba en la actual avenida 16 de Septiembre y Francisco I. Madero, —inmueble que fue demolido décadas después y convertido en el Cine Victoria en 1946—.
En tanto, el edificio de correos ubicado entonces sobre la misma vialidad y cerca del presidio militar, sería elegido para instalar su oficina.
Su estancia se da entre el 14 de agosto y el 20 de noviembre de 1865, y de nuevo entre el 18 de diciembre y el 10 de junio de 1866.
Al llegar, el prócer cuyo rostro moreno y raíces zapotecas resaltaban, vestía la indumentaria formal que lo caracterizó: un traje formal con sombrero y guantes blancos, así como su capa negra que lo distinguieron para la posteridad.
Aquí mostraría otra personalidad menos adusta y más humilde al intervenir en los asuntos de gobierno más pequeños de la población en contraste con aquellos de índole nacional que requerían sus decisiones.
Su llegada a esta región marcaría el fin de su gobierno itinerante y cambiaría para siempre el destino de la antigua Paso del Norte, que tiempo después, el 15 de septiembre de 1888, adoptaría en su honor el nombre de Ciudad Juárez.
Los integrantes de esta comunidad le brindaron un refugio, ayuda y confianza para encabezar y reorganizar la resistencia contra los franceses, a grado tal que en una de sus cartas Juárez escribiría afirmando: “Aquí no hay traidores”.
Reorganiza colonias y las acequias
Durante su estancia en la frontera, don Benito instala su gobierno en una finca de adobe ubicada sobre la entonces calle Del Comercio —hoy 16 de Septiembre—, ubicada al norte de la misión de Guadalupe, desde donde tomó las decisiones que marcaron lo mismo el rumbo del país que de los habitantes de esta comunidad.
El periodista e historiador David Pérez López, rescata una nota asentada en el Periódico Oficial del Gobierno de la República, con fecha de septiembre 7 de 1865, donde se asienta el hecho:
“Habiendo salido de la ciudad de Chihuahua el día 5 de este mes, llegó ayer el C. Presidente de la República a esta Villa, en la que ha dispuesto que permanezca por ahora la residencia del gobierno nacional”.
“En este lugar como en cualquiera otro de la República, a donde pueda convenir que se dirija el gobierno según las circunstancias, hará siempre el C. Presidente, cuanto le sea posible para cumplir con sus deberes con firmeza y constancia, correspondiendo así a los votos del pueblo mexicano que no cesa de luchar en todas partes contra el invasor, y que necesariamente ha de triunfar al fin en la defensa de su independencia y de sus instituciones republicanas”.
“Independencia y Libertad. Paso del Norte. Agosto 15 de 1865”.
Desde ese lugar —hoy desaparecido— reorganizó la resistencia contra el invasor, emitió decretos de gobierno para terminar con disputas de tierras, reorganizó el territorio de la Villa Paso del Norte, creando los llamados “Partidos” que fueron una especie de colonias agrícolas a las que denominó: Iglesias, Senecú, Escobedo, Mejía, Doblado, Días, Romero, La Fuente, Lerdo, La Playa y Chamizal, además de Zabálcar (sic).
Esta última, ubicada entre Zaragoza y Senecú, recibió el nombre de la combinación de los apellidos de los ilustres liberales Zaragoza-Balcárcel y Carmona.
También resolvió el manejo de las acequias y su gobierno inició la disputa internacional por el pedazo de tierra que México perdió por el movimiento del cauce del Río Bravo, y que después de 100 años, Estados Unidos devolvería al país para convertirse en el parque El Chamizal.
Las fiestas populares y sobre todo nacionalistas en las que Juárez intervino también quedaron reseñadas en las crónicas de la época.
La celebración del 55 aniversario del inicio de la guerra por la Independencia de México, que se dio durante la primera estancia en Paso del Norte, no pasó desapercibida para el presidente y más en las circunstancias de ese momento en el país, donde el gobierno imperial de Maximiliano y Carlota era sostenido por mexicanos conservadores y el ejército de Napoleón.
A la verbena organizada en la Plaza de Armas asistieron prácticamente todos los habitantes de la villa que lucieron para la ocasión sus mejores vestimentas, los jinetes acudieron con espuelas de plata, sombreros de ala ancha y de palma mientras que las mujeres portaban sombrerillos estilo americano y vestidos de gala.
Ese día, las salvas de artillería anunciaron la llegada del 16 de septiembre.
La celebración fue reseñada en el Periódico Oficial del Estado donde se asentó que siguió por la tarde en el barrio El Chamizal donde el liberal, Guillermo Prieto, dio el discurso principal y por la noche se llevó a cabo un baile en la casa del doctor Mariano Samaniego, que se prolongó hasta el 17 de septiembre. A este convivio asistieron militares de alto rango del ejército estadounidense.
El fervor nacionalista que se respiraba en la villa donde encontró refugio, le ayuda y le da confianza para encabezar y reorganizar la resistencia contra los franceses.
La república itinerante
La ocupación de Veracruz en 1862 por las fuerzas francesas marcó el inicio de la Guerra de Intervención Francesa, que fue apoyada por grupos conservadores de México, incluyendo el clero, quienes deseaban instaurar una monarquía y preservar sus privilegios arrebatados por las leyes de Reforma.
Los primeros 6 mil hombres que Napoleón III envía para ocupar el país avanzan por Orizaba a la Ciudad de México, pero el 5 de mayo de ese mismo año son derrotados en Puebla por el general Ignacio Zaragoza.
Pero el triunfo de los mexicanos no frenó la intención de los franceses y en septiembre arriban al país 30 mil hombres más, con el general Élie-frédéric Forey a la cabeza.
Las tropas extranjeras avanzaron nuevamente y en mayo de 1863 toman la ciudad de Puebla sin mayor dificultad y un mes después la capital del país, donde nombran un triunvirato integrado por el general Mariano Salas, Juan Almonte y el arzobispo de México, Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, quienes detentarían el poder hasta la llegada de Maximiliano de Habsburgo un año después.
La caída de Puebla obligó a Benito Juárez a abandonar la Ciudad de México, de donde partió para refugiar su gobierno por distintas ciudades del norte del país siempre con la idea de resistir y expulsar a los invasores alentado por la victoria del general Ignacio Zaragoza el 5 de mayo, convencido de que se podría obtener el triunfo.
El presidente, acompañado por sus ministros de Relaciones Exteriores y Gobernación Sebastián Lerdo de Tejada; de Hacienda, Fomento, Justicia e Instrucción Pública, José María Iglesias, y de Guerra y Marina, general Miguel Negrete, se dirigió al territorio chihuahuense a donde llegó el 29 de septiembre de 1864.
La ruta seguida por el estado de Chihuahua tocó las poblaciones de Allende, Hidalgo del Parral, Camargo y Rosales, hasta su llegada el 12 de octubre a la ciudad de Chihuahua en el inmueble conocido actualmente como Casa Juárez o Museo de la Lealtad Republicana.
La lejanía de las tropas francesas y sus aliados permitieron al ministro de Guerra, general Negrete, la reorganización de la Guardia Nacional y la integración de otro batallón con soldados chihuahuenses: el “Batallón Patriotas de Chihuahua” que combatió en el puerto de Matamoros, Tamaulipas, a los imperialistas.
Sin embargo, Juárez —después de nombrar gobernador y general en jefe de todas las fuerzas republicanas que operaban en Chihuahua al general Manuel Ojinaga—, presionado por el avance de las tropas francesas, se vio obligado a partir hacia la Villa Paso del Norte.
Aquí, en su segunda estancia, a 2 mil 300 kilómetros del lugar donde nació, el presidente Benito Pablo Juárez García cumpliría 60 años.
Días antes escribiría a su esposa Margarita una serie de cartas, en una de las cuales relata su estado de ánimo por su onomástico.
“Yo sigo sin novedad, sólo una enfermedad grave me está atacando y es un mal que no tiene remedio: son los sesenta que cumpliré dentro de ocho días; pero no creas que la tal enfermedad me abate, ni me intimida. Veo pasar los años y yo sigo mi camino como si tal ojo”.
Y así fue, la energía que sentía vinculada con la hospitalidad que encontró entre los habitantes de la villa, quienes le brindaron todo tipo de apoyo al grado de que en sus escritos lo reconoce y lo lleva a afirmar: “Aquí no hay traidores”, en clara referencia a los mexicanos que apoyaron el Imperio de Maximiliano de Habsburgo y también a quienes mostraron indiferencia para ayudarle a liberar a la nación.