Se trató de la rebelión escobarista, que brotó en cinco estados del norte de México para evitar que Plutarco Elías Calles impusiera al presidente en el país. El movimiento fue prácticamente desmantelado en Jiménez, Chihuahua, y sus últimos reductos huyeron a Ciudad Juárez
Juan de Dios Olivas / Especial para La Verdad
El tableteo de ametralladoras, el zumbido de las balas y el ruido de aeroplanos sorprendieron aquella mañana a los habitantes de Jiménez, que en cuestión de horas se vieron atrapados en el fuego cruzado de dos bandos militares que se encontraron en esa localidad, ubicada al sur del estado de Chihuahua.
Se trataba de la última gran batalla que se registró en el país el 25 de marzo de 1929 en el municipio de Jiménez, Chihuahua, cuando fuerzas leales al general José Gonzalo Escobar –quien encabezaba el llamado “movimiento renovador”– enfrentaron al Ejército federal comandado por el mismo general Plutarco Elías Calles, expresidente de México.
El recuerdo de aquel combate aún se encuentra presente entre los habitantes de ese pueblo, a través de relatos trasmitidos de generación en generación.
Con ese combate, Calles sofocaba la última rebelión de grandes dimensiones que se dio después de la Revolución Mexicana por la lucha por la Presidencia de México, tras el asesinato del presidente electo (reelecto) Álvaro Obregón Salido.
La rebelión escobarista, que brotó en cinco estados del norte de México para evitar que Calles impusiera al presidente de México, fue prácticamente desmantelada en Jiménez y sus últimos reductos huyeron a Ciudad Juárez, para tomarla pacíficamente el 6 abril.
Después, ante el acecho del Ejército federal, los rebeldes que sobrevivieron huyeron de la frontera hacia Galeana, donde en el Malpaís sostendrían otra escaramuza antes de dirigirse a Casas Grandes y finalmente a Sonora, donde terminaron de dispersarse.
Su líder, el general José Gonzalo Escobar cruzó a El Paso, Texas huyendo con un botín de guerra que sustrajo del Banco de México.
Detrás, Escobar dejaba al menos a 2 mil de sus seguidores muertos.
Al concluir la rebelión, solo quedaron los oficiales leales al régimen institucional propiciado por Plutarco Elías Calles. El resto murió en campaña, fue fusilado o salió al exilio. Desde entonces, los generales políticos de la revolución no volvieron a tener la capacidad suficiente para aspirar a tomar el poder.
Escobar saquea el Banco de México
La rebelión escobarista puso en riesgo a los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana y alcanzó a cimbrar al estado de Chihuahua, donde el gobernador de Macelo Caraveo los secundó para terminar abruptamente su mandato y huir tras la derrota.
Paradójicamente, el general José Gonzalo Escobar, era un militar utilizado por el régimen del llamado grupo Sonora para sofocar rebeliones como la de Francisco Villa y emprender la llamada purga de generales que acabó con la vida del general Arnulfo R. Gómez, a quien derrotó, apresó y ejecutó en Teocelo, Veracruz.
Escobar nació en Mazatlán, Sinaloa, en 1892. En 1911 se une al movimiento revolucionario, integrándose dos años después al ejército carrancista en contra de la dictadura de Victoriano Huerta. Destacó como militar y dos de sus acciones de guerra más relevantes fueron las dos derrotas que infligió a Francisco Villa entre 1914 y 1915, que fueron importantes para el triunfo de la causa constitucionalista.
También se encargó de la campaña en contra de los indios mayos en Río Fuerte, además de que llegó a ser jefe de operaciones en varios estados de la República.
En 1920 se adhirió al Plan de Agua Prieta y al concluir representó al presidente Adolfo de la Huerta en la rendición de Francisco Villa. Pero más adelante combate a la rebelión delahuertista, y participa en la toma de Ocotlán bajo las órdenes del general Joaquín Amaro y por sus méritos militares, asciende a general de división en 1927.
La insubordinación de Escobar al régimen se dio tras el asesinato de Álvaro Obregón, quien había logrado reelegirse, cuando Plutarco Elías Calles se reunió con la cúpula militar para buscar imponer a Pascual Ortiz Rubio como presidente de México.
Las reuniones fueron planeadas para aglutinar a los militares alrededor del gobierno central, y para buscar que ninguno de ellos se sintiera con derechos para aspirar a la presidencia.
La reunión más importante que encabezó Calles fue la del 5 de septiembre, cuando algunos de los generales más destacados del país aceptaron dejarle las manos libres para que seleccionara al presidente interino, aunque el general José Gonzalo Escobar, quien en la Revolución combatió en el bando carrancista, estuvo en desacuerdo con esa decisión.
Simultáneamente, Escobar y otros generales, también inconformes con Calles, llevaban a cabo en el hotel Regis de la Ciudad de México sus propias sesiones en las que fraguaban en forma abierta sus planes de rebelión, que tenían como primer objetivo evitar que impusieran al nuevo presidente y, en segundo lugar, colocar a Escobar como sucesor de Portes Gil.
Los encuentros de los disidentes realizados abiertamente permitieron al Gobierno Federal conocer todos los detalles de los planes de rebelión.
El plan original planteó que la insurrección estallara en la Ciudad de México el 22 de diciembre de 1928, pero se frustró por razones militares que señalaban una fuerza superior en el Gobierno Federal.
Finalmente, el domingo 3 de marzo de 1929 en Hermosillo, Sonora, el general Escobar lanzó el plan “renovador” también conocido como Plan de Hermosillo, a través del cual proponía la no reelección presidencial y abolía leyes anticlericales que en esa época provocaron también la guerra cristera. También se pronunció en apoyo de la candidatura presidencial del licenciado Gilberto Valenzuela.
El día de la rebelión, el 3 de marzo de 1929, fue justo el mismo en el que se fundó el Partido Nacional Revolucionario (PNR), transformado posteriormente en el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
En dos días, los insurrectos lograron controlar los estados de Oaxaca, Veracruz, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua y Sonora, con los generales Francisco R. Manzo, Jesús M. Aguirre, Marcelo Caraveo (gobernador de Chihuahua), Miguel Alemán González y Francisco Urbalejo a la cabeza de 17 mil soldados que representaban casi la tercera parte del Ejército mexicano.
Las sucursales del Banco de México fueron uno de los principales blancos para allegarse de recursos, pero también atacaron todas las instituciones que podían proporcionárselos, lo mismo bancos, oficinas de correos, aduanas o taquillas de ferrocarriles.
Un telegrama militar, señala que, en el caso de Veracruz, la primera plaza en caer en manos rebeldes, fueron sustraídos 3 mil 250 pesos de Telégrafos Federales; de la Oficina de Correos, 6 mil pesos; de Aduana Marítima y de los bancos de Montreal, de México, Nacional de México y Crédito Español, 50 mil pesos de cada uno.
Nada más el Banco de México reportó pérdidas por un millón 817 mil 925 pesos entre bienes sustraídos y dinero robado.
En forma por demás inaudita, los generales que saquearon los bancos Nacional de México, de Londres y México, entre los más importantes, aceptaron firmar los documentos que comprobaban los montos que se llevaron de cada uno de ellos.
Sin embargo, tras la derrota en Jiménez, el general Escobar, que se había refugiado en Ciudad Juárez, huyó a Estados Unidos y luego se exilió en Canadá, llevando consigo su valioso botín de guerra. No regresó a México hasta que el presidente Manuel Ávila Camacho, en 1943, ejerce una política conciliadora en todos los niveles y le otorga el perdón.
El general Escobar tenía una cuenta en el Banco de México y aunque se había apoderado de buena parte de sus fondos durante su movimiento rebelde, en 1938, se presentó a solicitar que se le entregaran 28 mil pesos correspondientes a su cuenta personal, que se le entregaron debido a que el Gobierno Federal no había ordenado su incautación.
El historiador Luis Cabrera señala que al final la rebelión escobarista, el general se limitó a saquear bancos y retirarse a Estados Unidos con el botín.
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FUENTES: John W. F. Dulles, Ayer en México; Eduardo Turrent Díaz, Historia del Banco de México; Doralicia Carmona, en Memoria Política de México.