Gonzalo N. Santos fue fundador del Partido Nacional Revolucionario (en la actualidad el PRI) y es reconocido como un símbolo de la corrupción en la política mexicana en la que dejó escuela para mal de México
Juan de Dios Olivas / Especial para La Verdad
“La moral es un árbol que da moras o sirve pa’ una chingada”, es una de las frases con las que al paso del tiempo es ligada a la figura del general Gonzalo N. Santos, considerado el cacique más desalmado que surgió tras la Revolución mexicana, en la que participó desde sus inicios y con la que siempre pretendía legitimar sus actos.
Conocido con el apodo de “El Alazán Tostado”, Santos fue fundador del Partido Nacional Revolucionario (en la actualidad el PRI), con la credencial número 6 y su lema, que repetía continuamente cuando alguien le preguntaba su estado, era: “Como el Alazán Tostado, Primero Muerto que Cansado…”
En su momento llego a estar resguardado hasta por 12 mil hombres armados a su mando; fue un señor de horca y cuchillo en su natal San Luis Potosí, donde fue gobernador y estableció su feudo tras la lucha armada y también su reinado de terror.
Al Alazán Tostado, se le atribuyen cientos de muertes de personas por oponerse a sus designios y caprichos. A sus adversarios simplemente los mandaba “tronar” a través de su pistolero favorito El Mano Negra o el mismo utilizando su metralleta Thompson o su .45, dependiendo su estado de ánimo, refiere el escritor Carlos Monsiváis en su artículo titular “La moral es un árbol que da moras”, frase con la que se recuerda al político priista.
Cuando algún campesino se negaba a “venderle” sus tierras, decía: ¡Que su viuda lo decida!
En 1929, tras el asesinato del general Álvaro Obregón, en el país se realizan elecciones extraordinarias para presidente de la República y el candidato del PNR, Pascual Ortiz Rubio, se impone en forma fraudulenta y los seguidores de su único aspirante opositor, José Vasconcelos, el rector de la Universidad Nacional, se lanzan a protestar por el fraude que se cometió.
En la Ciudad de México, en un mitin en San Fernando, es asesinado el estudiante German del Campo y su crimen atribuido a los pistoleros del Alazán Tostado, quien habría dicho a sus cercanos: Un pinche muerto más o menos, no me va a quitar el sueño.
En los comicios de 1940, la historia de fraude y sangre se repite, pero a mayor escala. El candidato más popular era el general Juan Andrew Almazán, por lo que el resultado ni el mismo ganador, el general Manuel Ávila Camacho lo esperaba, incluso el mismo Gonzalo N. Santos recordó que en la tarde el abanderado oficial lloraba su derrota antes de que le dieran la noticia.
Andrew Almazán había aglutinado a amplios sectores inconformes contra la imposición del candidato oficial y a quienes no se habían sumado al régimen revolucionario y que lo desafiaron pese a que, en cada elección, se desataba la violencia.
Los almazanistas y avilacamachistas protagonizaron escaramuzas en las calles de la Ciudad de México y el más emblemático enfrentamiento fue en la casilla Juan Escutia 37 en la Ciudad de México, donde votaría el presidente Lázaro Cárdenas.
En sus Memorias, el Alazán Tostado recordaba que días antes de la elección, y con la experiencia de la campaña de Vasconcelos de 1929 en mente, propuso adelantarse y atacar a los almazanistas la víspera de la jornada electoral, pero el candidato de su partido se mostró confiado y le dijo que dejaran las cosas como estaban.
Ese día, Santos salió de su casa a las 5:30 de la mañana para encontrarse que la mayoría de las casillas de la ciudad estaban en manos de los almazanistas, y sólo entonces, con la aprobación del candidato Ávila Camacho, puso en pie una operación de rescate de la ciudad.
Con el apoyo de 50 hombres “acordamos hacernos raid, arrebatando las ánforas, volteando las mesas electorales patas arriba y dispersando a los dirigentes de las casillas a como diera lugar”, recuerda él mismo en sus memorias, donde se muestra tan orgulloso de los actos como de su Thompson, con la que inició una ofensiva por todo lo alto contra los almazanistas en Las Lomas, en la colonia Condesa y en la Roma.
Pero los almazanistas no estaban mancos y también estaban armados y muy agresivos. En la casilla de Juan Escutia 37 lo recibieron a tiros.
Antes de la reyerta a tiros, la casilla fue tomada por un grupo de seguidores del candidato opositor, Juan Andrew Almazán, que competía en contra del candidato oficial, Manuel Ávila Camacho. Los inconformes argumentaban que la casilla no estaba legalmente instalada conforme a la ley y levantaron un acta.
El presidente al llegar escuchó a los inconformes y les prometió que gestionaría que el instalador se presentara. Después se retiró y quien se presentó en lugar del funcionario de casilla fue Gonzalo N. Santos, quien al grito de ¡Viva Ávila Camacho! dispersó a los almazanistas.
En la casilla, el presidente Cárdenas había intentado votar dos veces, de acuerdo con testimonios del subsecretario de Gobernación Agustín Arroyo, pero no lo hizo por considerarlo indecoroso por estar la urna en manos de almazanistas y prefería esperar a que los avilacamachistas reaccionarán.
Al Alazán Tostado no le dijeron dos veces y tras reunir un contingente de 300 hombres con sus pistoleros que portaban metralletas Thompson, se dirigió a la casilla Juan Escutia 37, la cual era también vigilada desde la azotea de enfrente por personas armadas.
Dos cuadras antes de llegar fue recibido a tiros, pero la superioridad del grupo de Gonzalo N. Santos se impuso y a punta de ráfagas de metralla, barrieron a los almazanistas dejando charcos de sangre en el lugar.
El senador mandó llamar ambulancias y a los bomberos. Los primeros recogieron dos cadáveres y a los heridos, mientras que los tragahumos limpiaron a manguerazos la sangre que manchaba la sangre.
Al final, el presidente pudo votar y sus comentarios quedaron grabados y recordados en las memorarías del Alazán Tostado, quien señala que Cárdenas le dijo que la calle estaba muy limpia y él le contesto: “donde vota el presidente de la República no debe haber basura”.
Nacido como Gonzalo de los Santos Rivera en Tampamolón Corona, SLP, el 10 de enero de 1897, el Alazán Tostado murió el 17 de octubre de 1979.
Reconocido como un símbolo de la corrupción en la política mexicana en la que dejó escuela para mal de México, cambió su nombre de Gonzalo de los Santos a Gonzalo N. Santos. «La N. no tiene significado. Era para no tener un nombre de 13 letras porque quienes los tienen, mueren asesinados y yo quiero morir en mi cama,» escribió en sus Memorias.
La versión popular señala que murió “de coraje” cuando el presidente José López Portillo le expropió, o afectó sin pago alguno, su rancho El Gargaleote que tenía la nada despreciable cantidad de 87 mil hectáreas. Todo por no apoyar su campaña electoral.
Entre sus descocadas frases llenas de cinismo destacan también la de “ladrón que roba a bandido, merece ser ascendido”.
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