Opinión

Olimpiadas de la diversidad




agosto 6, 2021

Tokio 2020 será recordado por ser un momento clave para la expresión pública de la diversidad como relato central y son las deportistas quienes encabezan la lucha.  Abrieron el diálogo acerca de temas como la sexualización del cuerpo de las atletas, el racismo y el sexismo

María Teresa Juárez
Twitter: @tuyteresa

Tokio 2020 será memorable. Será recordado dentro de cien años por varios motivos: como si de un inmenso karaoke se tratara -el significado de esta palabra en idioma japonés quiere decir: canto vacío- es la primera vez en la historia moderna, que las competencias se llevan a cabo en estadios vacíos, debido a la COVID-19. 

Ni siquiera en las Olimpiadas de Amberes 1920, hubo estadios sin público. Recordemos que dos años antes, el mundo sería azotado por la Gripe Española. Por aquel entonces tanto la pandemia, como la Primera Guerra Mundial, habrían influido en las condiciones generales de aquellas Olimpiadas. A pesar de todo pronóstico, finalmente las Olimpiadas se llevaron a cabo luego de la cancelación de Berlín 1916, durante la Primera Guerra Mundial.

Tokio 2020 será recordada por la covid-19 y, también, por ser un momento clave para la expresión pública de la diversidad como relato central para comprender el siglo XXI. 

Con el lema: Unidos en la Diversidad y enfrentando uno de los momentos más complejos de la historia, la fiesta olímpica iniciaría el 23 de julio del año 2021. Fue la tenista afro japonesa Naomi Osaka quien encendió el pebetero en el Estadio Olímpico de Tokio 2020. Ella misma ha sido un ejemplo a seguir para las atletas más jóvenes, en un país con poca discusión pública sobre la diversidad étnica.

Uno de los sellos de esta inauguración fue el pase de antorcha a un médico y a una enfermera como una forma de homenaje al personal sanitario que, desde finales del año 2019, se encuentra en la primera línea de atención por la pandemia de covid-19 en todo el mundo.

La agenda de Tokio 2020

Una de las agendas de Tokio 2020, ha sido la lucha por mejores salarios para las competidoras olímpicas y el reconocimiento de su papel como atletas de alto rendimiento.  

También, por primera vez en la historia, las mujeres constituyen el 48.8% de atletas en competencia. 

Tokio también será recordado por acciones como la de las seleccionadas noruegas de balonmano, quienes decidieron dejar de usar el tradicional bikini y optaron por un uniforme más cómodo, o las gimnastas alemanas, quienes también tomaron la decisión de usar trajes de cuerpo completo.

No es un tema menor, se ha puesto en el centro del debate público la incomodidad de algunas competidoras, quienes han manifestado críticas por los códigos de vestimenta impuestos por el Comité Olímpico Internacional, COI. 

Se abre entonces el diálogo acerca de temas como la sexualización del cuerpo de las atletas, el racismo y el sexismo. 

Como el caso de Caster Semenya, campeona en la prueba de 800 metros, quien decidió no competir, debido a la exigencia del COI de implementar una estrategia mediante la cual se bajarían sus niveles de testosterona con fármacos. A esto se suman comentarios sobre su condición intersexual, su orientación sexual y el tema de la racialización.

Memoria histórica y la agenda antirracista

Sin duda, uno de los capítulos más dramáticos en la historia de los Juegos Olímpicos fue Berlín 1936.

En los momentos más álgidos del fascismo, el atleta afroamericano Jesse Owens derrotaría a sus competidores alemanes en cuatro categorías. Owens, originario de Alabama, provenía de un linaje de ancestros africanos que habrían sido secuestrados, torturados y obligados a trabajos forzados en las plantaciones de algodón en los Estados Unidos.

Aunque la esclavitud habría sido abolida desde el año 1865, persistían leyes que segregaban a las personas afroamericanas y restringían sus derechos. 

Es en este contexto, que Owens visitaría Alemania, durante las competencias de los Juegos Olímpicos en Berlín 1936 y desafiaría la absurda ideología racista, ganando 4 medallas. 

32 años después, en los Juegos Olímpicos de 1968, Tommie Smith y John Carlos harían historia al ganar el oro y el bronce en los 200 metros planos. Pero también, por atreverse a poner el puño en alto como símbolo de lucha del movimiento Black Panther en Estados Unidos. 

La imagen, pasaría a la historia como uno de los momentos más emblemáticos de la lucha antirracista. 

Tokio 2020 y las mujeres

53 años más tarde, en Tokio 2020, son las atletas quienes encabezan la lucha. El Comité Olímpico Internacional, en el Artículo 50 de la Carta Olímpica, permite a los deportistas: “protestar en silencio en el lugar en el que compiten, pero hacerlo en el podio conlleva la amenaza de sanciones no especificadas”. 

Sin embargo, la medida ha sido cuestionada por algunas deportistas. Como Dina Asher-Smith, velocista británica. Dina comenta: «Protestar y expresarse es un derecho humano fundamental. Si tuvieras que castigar a alguien por oponerse a la desigualdad racial… ¿Cómo diablos se iba a hacer? ¿Le van a quitar la medalla? ¿Cómo se vería eso?», se pregunta. La velocista británica es una reconocida luchadora social y cierra una entrevista para la BBC de Londres diciendo: “Estoy orgullosa de quién soy y de lo que represento».

Y es así como estos juegos serán recordados por atletas como Simone Bales: hablando de salud mental y autocuidado; Yulimar Rojas: rompiendo su propio récord en salto triple, o Neisi Dajomes: quien se convirtió en la primera mujer en ganar una medalla de oro para Ecuador.

Tokio 2020 nos recordará también que humanos y humanas aún somos capaces de remontar los peores momentos, porque lo que nos ocupa hoy es ¡vivir!

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María Teresa Juárez. Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie

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