La destrucción de bosques tropicales, la intensificación de la ganadería y el comercio de especies silvestres, son algunos de los factores que, según los científicos, contribuyen a la propagación de patógenos.
Por María Fernanda Lizcano / Mongabay Latam
Nadie quiere más pandemias, pero la probabilidad de que aparezca otra es “mayor que nunca”. El cambio en el uso del suelo, la destrucción de los bosques tropicales, la expansión de las tierras agrícolas, la intensificación de la ganadería, la caza, el comercio de animales silvestres, y la urbanización rápida y no planificada son algunos de los factores que influyen en la propagación de virus con potencial pandémico.
Esa es la conclusión principal del informe del Grupo de Trabajo Científico para la Prevención de Pandemias, un equipo creado por el Instituto de Salud Global de Harvard y el Centro para el Clima, la Salud y el Medio Ambiente Global de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard. En el documento, que reúne la evidencia científica existente y brinda recomendaciones para evitar una nueva pandemia, los investigadores advierten que la agricultura está asociada a más del 50 % de las enfermedades zoonóticas que han afectado a los humanos desde 1940. Esta cifra plantea desafíos, pues el informe menciona que con el crecimiento de la población mundial y el incremento de la inseguridad alimentaria, resulta urgente invertir en una agricultura sostenible, conservar los recursos hídricos, evitar un mayor cambio en el uso de la tierra y reducir la pérdida de biodiversidad.
“Si se reforesta, si se regulan los mercados de animales salvajes, entre otros, estamos contribuyendo a disminuir la probabilidad de que esos virus —muchos que aún no están caracterizados— lleguen a los humanos. Así disminuimos el riesgo”, asegura Marcos Espinal, director de Enfermedades Transmisibles y Determinantes Ambientales de la Salud, de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), a Mongabay Latam. Él no tiene dudas: trabajar en la prevención reducirá costos en términos económicos, sociales y en vidas humanas.
Bosques protectores
En el 2020 se perdieron 12,2 millones de hectáreas de bosques tropicales en el mundo. Esta cifra, presentada este año por Global Forest Watch, demuestra el desafío al que la humanidad se enfrenta y al que se refieren los autores del informe. Los científicos proponen invertir en la conservación de los bosques tropicales —en especial los que están intactos o en buen estado de conservación—, como una de las medidas obligatorias para evitar una nueva pandemia.
¿La razón? Cuando los animales son despojados de sus territorios tienen que buscar nuevos lugares para vivir y así se crean oportunidades para que los patógenos busquen nuevos huéspedes. “Cuando se deforesta un bosque, el animal sale de su hábitat y trata de buscar un lugar donde pueda subsistir —comenta Marcos Espinal, coautor de la investigación—. Ese animal, que no está completamente examinado, puede tener virus, tener patógenos que uno no conoce”.
Al acabar con los bosques se crea un desbalance en un ecosistema que antes estaba en equilibrio, ocasionando que los grandes mamíferos huyan y queden las especies que se adaptan fácilmente a los ecosistemas transformados, que se reproducen más rápido y en menor tiempo, y que se conocen como especies sinantrópicas. «Se ha visto que esos mamíferos que quedan son buenos hospederos. […] Esos cambios desequilibran toda la cadena trófica y favorecen a un grupo de organismos que tiene unas características que los hacen muy buenos hospederos y pueden amplificar los virus rápidamente”, explica Camila González Rosas, bióloga, doctora en Ciencias y docente del Centro de Investigaciones en Microbiología y Parasitología Tropical de la Universidad de los Andes, a Mongabay Latam.
El informe advierte que se ha descubierto que animales como murciélagos, roedores y primates albergan una mayor proporción de virus zoonóticos que otros grupos.
Buscar soluciones de fondo, como la conservación de los bosques tropicales y frenar la pérdida de biodiversidad, no solo evitará el riesgo de una nueva pandemia, sino que ayudará a cumplir las metas urgentes en cambio climático, como limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1,5°C. En su más reciente informe, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) advirtió que de no disminuir en al menos un 45 % las emisiones de gases de efecto invernadero al 2030 y eliminarlas a 2050, la humanidad se enfrentará a una catástrofe climática.
“Las acciones a tomar para evitar una nueva pandemia son tan contundentes como las del cambio climático. Los virus están saliendo porque estamos haciendo cosas que no deberíamos hacer. Abusamos de la capacidad de los sistemas de ser resilientes y estamos apuntando a un límite de no retorno. Las cosas difícilmente cambiarán mientras el desarrollo económico siga por encima de todas las prioridades. No es que se generen virus diferentes, simplemente lo que estaba contenido en un equilibrio natural, lo estamos sacando”, puntualiza González.
El límite de la frontera agropecuaria
La investigación del equipo de trabajo de la Universidad de Harvard también constató que la propagación de los virus de la fauna silvestre hacia las personas, a veces a través del ganado, es una de las causas principales del riesgo de pandemia. Esa conclusión tiene sentido para la bióloga Camila González, quien explica que entre más densidad poblacional de animales se ponga en los ecosistemas transformados, mayores oportunidades tendrán los patógenos para salir y llegar a los humanos.
“Si tumbas el bosque y metes una gran cantidad de animales [vacas, por ejemplo], lo que haces es poner una autopista para que el patógeno salga y llegue a los humanos. Le das una cantidad de hospederos susceptibles para que infecte. […] Con más hospederos, aumenta la propagación del virus”, dice.
Por eso, otra de las recomendaciones de los científicos de Harvard es mejorar la bioseguridad para el ganado y los animales de granja, especialmente cuando la cría se realiza cerca de asentamientos humanos. “Los bosques, la depredación, el mercado de animales salvajes y hasta el mal uso de animales domésticos —porque existe, por ejemplo, la rabia humana transmitida por perros—, son factores que influyen en la probabilidad de una pandemia. Es una confluencia de factores”, indica Espinal, resaltando que otro de los desafíos es el control de la caza y de los mercados de animales salvajes, donde matan a los animales silvestres y venden sus carnes sin una higiene adecuada. Estas condiciones favorecen el salto de posibles patógenos a los humanos y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ya ha advertido que el 75 % de todas las enfermedades infecciosas emergentes provienen de la vida silvestre.
Fortalecer una agricultura sostenible y evitar el desperdicio de alimentos serán medidas fundamentales, precisa el informe, para reducir la pérdida de biodiversidad, conservar los recursos hídricos y prevenir nuevos cambios en el uso de la tierra, al tiempo que se promueve la seguridad alimentaria y el bienestar económico. En conclusión: ser más productivos con los recursos que se tienen actualmente, pues si bien hoy se produce comida para más de 10 000 millones de personas, también se desperdicia casi un tercio de los alimentos, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La prevención cuesta menos
Aún se desconoce mucho sobre las enfermedades que se transmiten de los animales a humanos o viceversa pero Manish Kakkar, especialista en salud pública de Nueva Delhi (India) y coautor de la investigación, considera que esta es la oportunidad para hacer más análisis que permitan desarrollar estrategias específicas para cada país, que tengan como objetivo buscar soluciones de fondo y no solo responder a un brote.
“Espero que se analicen detenidamente las recomendaciones del equipo para tener claros los próximos pasos y así estar mejor preparados para la próxima pandemia, porque no se trata de si habrá otra, sino de cuándo ocurrirá”, manifiesta Kakkar.
Si bien las inversiones en el sistema sanitario, en pruebas de diagnóstico, medicamentos y vacunas son importantes para contener los brotes de enfermedades cuando ya se han producido, el informe resalta que no solucionan el problema de la propagación ni evitan el riesgo de que ocurra una pandemia. Son medidas que, además, resultan insuficientes y no benefician a todos los países por igual pues, mientras que en los países de bajos ingresos menos del 2 % de las personas han recibido al menos una dosis de la vacuna —según Human Rights Watch—, en los países ricos ya están pensando en una tercera dosis como refuerzo. “Incluso en los países más ricos la cobertura de la vacuna está lejos de alcanzar los niveles necesarios para controlar la variante Delta”, subraya el informe.
Aaron Bernstein, director interino del Centro para el Clima, la Salud y el Medio Ambiente Global de Harvard T.H. Chan School of Public Health y líder del grupo de trabajo científico, considera que tomar soluciones que traten el problema de fondo como frenar la destrucción de los bosques tropicales y la pérdida de biodiversidad, regular el mercado de animales salvajes, fomentar una agricultura sostenible y evitar el desperdicio de alimentos, tienen múltiples beneficios. Por un lado, son considerablemente más baratas; por el otro, ayudarán a detener la propagación de enfermedades de animales a humanos, así como a estabilizar el clima del planeta y revitalizar su biósfera. Esto será esencial no solo para la salud sino para mantener un bienestar económico, pues, de acuerdo con el científico, el COVID-19 provocó una pérdida mundial estimada en unos 40 000 millones de dólares al año.
Bernstein asegura que actualmente se han gastado más de 6 billones de dólares en “pañitos de agua tibia”. “No importa cuánto gastemos en vacunas, nunca podrán inmunizarnos completamente contra futuras pandemias», dice. En investigaciones anteriores, Bernstein ha encontrado que reducir la deforestación y regular el comercio de animales silvestres cuesta 22 000 millones de dólares al año, lo que representa solo el 2 % de los costos económicos y de mortalidad que el mundo invierte hoy en día en respuesta al COVID-19.
Por último, el informe recomienda aprovechar las inversiones en el fortalecimiento del sistema de salud para avanzar en la conservación. Los investigadores de Harvard resaltan que un ejemplo de éxito es Borneo, una isla asiática donde una década de trabajo permitió reducir la deforestación en un 70 %, proporcionar acceso a la atención médica a más de 28 400 personas y reducir sustancialmente la malaria, la tuberculosis y otras enfermedades comunes de la infancia.
Será clave además —plantean los científicos— aprovechar las inversiones en los sistemas sanitarios y apoyar las plataformas de One Health (Una sola salud), un concepto que hace alusión a buscar el equilibrio entre la salud humana, ambiental y animal. Solo de esta manera, dicen, se podrá avanzar conjuntamente en la conservación, la salud y la prevención de contagios.
“En este informe presentamos toda la evidencia, pero también hacemos recomendaciones, de tal forma que los líderes regionales, los políticos y los jefes de Estado pongan atención y traten de invertir, no solo en la respuesta a la pandemia, sino también en la prevención. Queda claro que la principal inversión que debe hacer la humanidad para llegar a la raíz de los problemas es proteger el mundo natural, de esto depende la salud y el bienestar económico”, finaliza Marcos Espinal.
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Este contenido es publicado por La Verdad con autorización de Mongabay Latam. Ver original aquí.