¿Cuál es la razón del Presidente al adelantar la sucesión presidencial?
Alejandro Páez Varela
En algún momento después del accidente de la Línea 12, Claudia Sheinbaum preguntó al Presidente qué instrucciones había ante la tragedia. Temas muy delicados. Elecciones intermedias en puerta. Marcelo Ebrard Casaubón había construido, Miguel Ángel Mancera había recibido y Sheinbaum la tenía a su cargo cuando se vino abajo.
López Obrador le dijo esto: “Verdad y justicia”. Quien me lo contó no me dijo quién más estaba presente. Pero ese fue el encargo.
Sé que la Jefa de Gobierno lo tomó como un “caiga quien caiga”, no sólo aplicable a funcionarios y exfuncionarios sino que se extendía hasta el empresario constructor: Carlos Slim.
Con la enorme habilidad que lo caracteriza, Ebrard empezó a operar. Se reunió con Slim o con la gente de Slim y le(s) advirtió, me dicen, de la posibilidad de que “en el afán de la sucesión” salieran manchados él, el Canciller, y el multimillonario. Lanzó un tuit en el que dijo que comentaría-denunciaría cualquier intención política con los peritajes y acusó a Julio Scherer de participar en una supuesta ofensiva para dañarlo con el accidente. Dañarlo-descarrilarlo para 2024.
–Los columnistas que señalan a Julio tienen una cercanía con Mario Delgado –me aseguró una buena fuente–. Léase como parte de lo mismo.
Pero incluso las palabras del Presidente a Sheinbaum se toparon con el Presidente. No iba a permitir una fractura prematura y un daño a dos de sus alfiles: Sheinbaum y Ebrard. Pero además, ¿alguien ha visto a López Obrador cargarle la mano a Miguel Ángel Mancera? El exjefe de Gobierno podría estar jugando con Miguel Ángel Osorio Chong (y por ende con Enrique Peña Nieto) pero siempre cuidó no afectar “al licenciado”, es decir, al ahora Presidente. (Esa historia entre ambos es larga y no tiene nada de truculenta, es más bien pragmática; quizás después cuente la versión que yo me sé).
Y de esa manera, los peritajes apuntaron a ciertos pernos. Nunca se giró orden de aprehensión contra ellos y ellos, los pernos, tampoco se dieron a la fuga. Nada más cargaron con la culpa.
Y de esta manera, el único que pagó lo hizo en metálico y lo tiene de sobra: Slim reparará la Línea 12 y queda como un empresario solidario, porque la obra tenía muchos años de haber sido entregada.
Y de esta manera, el choque de trenes de la sucesión adelantada no se dio. El maquinista principal a cargo de las vías movió palancas y acomodó rieles.
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“Pienso con responsabilidad que no es tiempo ni de futurismos ni de agendas personales”, dijo Sheinbaum el viernes 17 de septiembre. Queda claro que puede administrar su agenda personal; hacerla más discreta. Pero ya no puede gobernar sobre los futurismos porque el futuro es ahora mismo: la sucesión va sobre rieles.
¿Cuál es la razón del Presidente al adelantar la sucesión presidencial? Una primera, innegable, es que desarma a los que dicen que quiere retener el poder o que planea reelegirse. No, dice el Presidente: hay una sucesión en curso.
Pero quizás no haya una sola razón. Quizás son varias.
Otra (la segunda) podría ser evidenciar a sus opositores. Miren, miren, les dice: acá sobran los candidatos y ustedes, el amasijo ideológico, ni siquiera tienen una figura que los una a todos; son una masa sin forma y (entonces) sin destino, les dice el Presidente.
Esto último tiene lógica y debe disfrutarlo muchísimo AMLO. Les dijo por décadas que eran el PRIAN y finalmente, en 2021, los unió en una misma masa informe: el noble y el villano y el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la farsa, como canta el clásico. Y juntos los encuentra el sol: a Salinas y a Vicente Fox; a Romero Deschamps y a Claudio Equis; a Germán Larrea y a Diego Fernández; a Enrique Krauze y a Felipe Calderón. Son lo mismo y ya no lo pueden ocultar. Y en ese sentido, creo, el Presidente quiso decirles: hey, ustedes, todos juntos me hacen los mandados; son nadie, no tienen a nadie que los rescate. Aunque, claro, esa tan disfrutaba bravata signifique adelantar la sucesión presidencial.
Pero hay una tercera tercera razón. Quizás es que López Obrador quiere tener tiempo y fuerzas suficientes para administrar el proceso desde adentro.
En el pasado, el inicio de la sucesión marcaba el declive del sexenio. De por sí, en México un Presidente no deja al que querría desde hace tiempo. Creemos que sí, porque es tan poderosa la figura. Pero la realidad es que no. Y AMLO lo quiere exponerse a perder control.
De la Madrid no fue lo que López Portillo deseaba; son dos modelos antagónicos. Y Carlos Salinas fue candidato sobre los deseos de Miguel de la Madrid. Ernesto Zedillo se acomodó por encima de Luis Donaldo Colosio y sobre el deseo de Salinas. Vicente Fox no tuvo los favores de Zedillo y llegó a Los Pinos, pero seis años después no pudo evitar que el candidato fuera Felipe Calderón. Quizás sea Calderón el único que planeó y ejecutó una estrategia sucesora efectiva. Enrique Peña Nieto fue su candidato. Y ganó en 2012… como Calderón mismo fue candidato de Peña en 2006.
Ahora, claramente, con los tiempos adelantados, ya no aplica aquello de que el Presidente se debilitaba con el arranque de la sucesión. Los números muestran que López Obrador no cae en las preferencias y no ha perdido control sobre su movimiento, como le pasó a casi todos en cuanto había precandidatos: perdían control del partido, que en automático se ponía a los pies del más fuerte de la terna.
Hoy, con la sucesión adelantada, el Presidente puede administrar sin desgastarse. El Canciller Ebrard, así de poderoso como se ve, es nadie sin él. Si por alguna razón AMLO lo sacara de la escena, no brincaría a la oposición: es apenas un embrión y allá ni organizados están. Y la lealtad de Sheinbaum no le preocupa al Presidente.
Por eso creo que sea con lo de la Línea 12 o sea con lo que sea, López Obrador ha podido administrar la sucesión justo porque la ha adelantado. Ahora el reto es que no se le salga de control en los siguientes tres años, largos tres años. ¿Usted qué piensa?
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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx