Opinión

El independiente




octubre 11, 2021

A Gertz le persigue la sombra de su propio trabajo. No tiene algo que presumir. Ni siquiera, por lo que se sabe, pudo reformar la Fiscalía. Llegó, se sentó, puso sus fotos y estiró las piernas.

Alejandro Páez Varela

“La impunidad es siempre una afrenta”, escribió ayer Santiago Nieto Castillo a eso de las dos y media de la tarde. Habían pasado apenas unas horas desde que se dieran a conocer las fotos de Emilio Lozoya en un restaurante de lujo. Lourdes Mendoza, columnista de El Financiero, escribió la noche del sábado adjunto a las imágenes: “Aún con brazalete, el criminal confeso Emilio Lozoya se da la gran vida. Hunan de las Lomas, obvio. Gracias a la protección de la Fiscalía General de la República. Ademas, le miente al juez de lo civil diciendo que está arraigado”. Debo decir que corregí puntos y comas de su texto para mejorar su comprensión, y que ella fue señalada también en la trama de presunta corrupción de quien dirigió la petrolera entre 2012 y 2016.

Lozoya Austin fue extraditado a México el 17 de julio de 2020 y disfruta de libertad condicionada porque Alejandro Gertz Manero lo aceptó como testigo colaborador en dos casos de alta corrupción. Uno es por Odebrecht, que le pagó 10.5 millones de dólares a cambio de contratos. Otro es por Agronitrogenados, la planta chatarra vendida por Alonso Ancira a Pemex a cambio de otros millones de dólares para el exdirector de la petrolera. Lozoya afirma que Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray están involucrados en ambas tramas corruptas y señala a otros: Francisco Domínguez, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, Ricardo Anaya, Felipe Calderón, Carlos Salinas y más. Sólo está detenido por el caso Odebrecht Jorge Luis Lavalle Maury, panista de Campeche y un perfecto desconocido para las mayorías. De los demás no sabemos absolutamente nada.

A la hora en que escribí este texto no había plena certeza o había dudas sobre las fotos. Unos decían que eran viejas, la columnista sostenía que ella misma las tomó en el restaurante de lujo en el que, se supone, Lozoya departía alegre y bohemio. Pero en lo que no hay duda es que las fotos provocaron una oleada de indignación, sí, porque el testigo de oro la pasa muy bien. Pero también porque, independientemente de esas fotos, el testigo de oro la pasa muy bien aunque es un criminal confeso. Y la razón de la indignación es porque nos recuerda que la Fiscalía General de la República se ha quedado corta para la expectativa que había sobre el pretendido combate a la corrupción y no sólo en este caso, sino en todos los que la involucran.

El Presidente Andrés Manuel López Obrador ha expresado su frustración un par de veces con el nulo avance de los casos que tiene la Fiscalía en sus manos pero en sus conferencias matutinas también le ha expresado su respaldo al Fiscal. Al interior del Gabinete se puede advertir esa doble forma de medir a Gertz Manero: unos lo ven ineficiente y otros lo justifican porque, se supone, es un hombre honesto. Es conocido que hay un ala que ve en Gertz un agujero negro. Y hay otra que defiende “la honestidad” por encima de la eficiencia. Como si ser honesto diera visado a Gertz para ser ineficiente.

Alejandro Gertz ha sido advertido varias veces en estos años sobre el equipo que lo rodea. La periodista Anabel Hernández, por ejemplo, le documentó que varios de sus hombres de confianza venían de la administración de Enrique Peña Nieto. Se molestó, dio un par de entrevistas en las que pataleó y ya. Después vendrían los señalamientos de los padres de los 43; su abogado acusa que las razonas por las que el avance es tibio están en ese mismo equipo, colaboradores de los procuradores anteriores, que tienen intereses personales y bloquean las indagatorias. Gertz no hizo nada, que se sepa.

Y estos son apenas algunos de los señalamientos. A Gertz le persigue la sombra de su propio trabajo. No tiene algo que presumir. Ni siquiera, por lo que se sabe, pudo reformar la Fiscalía. Llegó, se sentó, puso sus fotos y estiró las piernas. Eso es lo que se dice. Como si no entendiera el tamaño del reto. Como si no lo hubieran enterado que lo que haga la FGR marcará a toda la administración de López Obrador, que ofreció un cambio y que alentó la idea de que iría contra el caldo hediondo de la impunidad.

Pero Gertz no se ve enterado de que su ineficiencia afectará el desempeño de todo un Gobierno que ofreció justicia. El caso Lozoya sabe a impunidad y tiene todos los signos de la corrupción. Solo porque se insiste en que Gertz es un hombre honesto podría creerse que no hay dinero de por medio pero uno, que se hace viejo sumando capas y capas de decepción, podría decir que no hay una sola razón para creer que se ha actuado con limpieza. El caso Lozoya sabe a podredumbre de la peor, de la de siempre, de la que nos tienen acostumbrados. Y las fotos parecieron recordarnos esa idea.

El trabajo deficiente de Gertz, curiosamente, no ha indignado a los medios tradicionales, siembre atentos a cualquier error. ¿La razón? Porque hace quedar mal al Presidente, y eso es una buena noticia para ellos. Eso no quita que el Fiscal se ha convertido en un lastre para este Gobierno.

La pregunta que muchos nos hacemos es cuánto tiempo más esperará el Presidente antes de demandar resultados. Algunos dicen que hasta el final de su mandato. Otros, que ya calculó el costo de la inoperancia de Gertz, lo descontó y le salen bien las cuentas. Ambas respuestas son muy malas noticias para un ciudadano cualquiera, que esperaba terminar con este desagradable sabor a impunidad.

“La impunidad es siempre una afrenta”, escribió ayer Santiago Nieto. Estoy de acuerdo. Porque nadie dirá, en el balance del sexenio, que lidiamos con un Fiscal independiente: lo que haga y deje de hacer se le cargará, por desgracia, a López Obrador.

Usando las mismas palabras del Presidente: Alejandro Gertz Manero será muy independiente… pero de la gente. No parece haber entendido que borrar este sabor a impunidad era y siguen siguiendo una de las mayores exigencias de los mexicanos, y que él mismo deja ir una oportunidad de oro para servirle a la Nación.

***

Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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