En un mundo donde el lenguaje bélico se nos ha metido hasta la cama, resulta urgente desprenderlo de todos los significados del placer y del amor. Urge poner en el centro la importancia de la ética de los placeres, la responsabilidad afectiva, la relevancia de la ternura y los cuidados como enormes actos de revolución cultural, sexual, amorosa
María Teresa Juárez
Twitter: @tuyteresa
¿Es la metáfora de la Conquista un relato vigente para entender el amor, la sexualidad y el erotismo? ¿Será que aún nos mueve el pensamiento colonial? Aun después de 500 años persiste la analogía entre el dominio sobre el cuerpo de las mujeres y el territorio sometido, expoliado, conquistado.
El lenguaje bélico como una visión del mundo que se extiende a varios ámbitos como la medicina, la filantropía, la industria “de la belleza” y por supuesto… el amor.
Desde la salud hemos oído frases como: “La guerra contra la covid”, “un ejército de soldados buenos para combatir tal o cual enfermedad” o “ganó la batalla contra el cáncer”.
Y qué tal los mensajes de la industria cosmética: “Combate los signos de la edad”. Desde el discurso amoroso es frecuente escuchar frases como: “en la guerra y en el amor, todo se vale” o “el arte de la conquista”.
De acuerdo con la definición de la Real Academia de la Lengua Española, una de las definiciones de Conquista es:
Ganar, mediante operación de guerra, un territorio, población, posición.
Lograr el amor de alguien, cautivar su ánimo.
Persona cuyo amor se logra. Cosa conquistada.
Hemos escuchado cientos de veces historias acerca de “los conquistadores” y el arquetipo de Don Juan como el eterno “picaflor”.
Pensadoras feministas como Coral Herrera, Rita Segato y Marcela Lagarde han profundizado en el intrincado ámbito de las subjetividades amorosas y su relación con el poder. Si bien es cierto hay considerables matices respecto a la mirada de estas tres autoras, hoy sabemos que la influencia de los códigos patriarcales ha determinado nuestras prácticas sexuales y amorosas.
En la conferencia Colonialidad del poder dictada por Rita Segato en el año 2018, la antropóloga feminista asegura que durante la Conquista se trazó un relato dominante, con una masculinidad jerárquica que concibe a las mujeres como objeto. Y va aún más allá, asegura que este periodo histórico se fundó en la cultura de la violencia y la violación.
En el año de 2019 en el marco de la conferencia Colonialidad y violencia en la América de hoy, Rita Segato nuevamente hace una revisión crítica de la Conquista y es en este espacio donde refiere uno de sus conceptos clave: la cultura de la violación, la violencia sexualizada como una estrategia de dominio hacia los pueblos sometidos.
Ser dueños de la tierra, el territorio, los cuerpos de los pueblos conquistados y la sexualidad de las mujeres. A esto le llama “dueñidad”.
Svetlana Alexievich también hace mención a la guerra como un espacio donde las mujeres ocupan un lugar específico en las narrativas sobre el poder, la familia, la sexualidad y el amor.
Durante siglos se han construido dispositivos para el control parcial o total de nuestros cuerpos. Han usado cinturones de castidad, aparatos de tortura, corsés, fajas, mutilación genital, matrimonio infantil y confinamiento. En épocas recientes medicamentos psiquiátricos, porno venganza, extorsión sexual, vientres de alquiler, esclavitud sexual, ataques con ácido, tortura sexual, violencia digital y esterilización forzada.
En el siglo XXI, una vertiente del movimiento feminista asegura que la misoginia ha obligado a millones de mujeres a castigar sus cuerpos con dietas, cirugías y toda clase de aditamentos para mantener a raya la libertad de nuestras carnes.
En respuesta a estos métodos de control mujeres y grupos de la disidencia sexual han logrado cuestionar y revertir estos mecanismos de poder y control.
Mujeres de la clase trabajadora, sufragistas, parteras, campesinas, indígenas, afrodescendientes, personas no binarias, mestizas con mirada crítica resquebrajando poco a poco el pacto patriarcal.
De ahí la urgente necesidad de resignificar y dignificar nuestros espacios amorosos. Poner en el centro la importancia de la ética de los placeres, la responsabilidad afectiva, la relevancia de la ternura y los cuidados como enormes actos de revolución cultural, sexual, amorosa.
Es en este punto cuando emergen movimientos por la disidencia sexual, la emancipación y la lucha por los derechos sexuales y reproductivos.
En este punto la perspectiva del placer, la dimensión lúdica y la ética son ingredientes indispensables para el entendimiento de nuevas formas de relación. Uno de los ejes de trabajo de los feminismos y las disidencias sexuales es la construcción de otras formas de relaciones sexuales y/o afectivas.
En un mundo donde el lenguaje bélico se nos ha metido hasta la cama, resulta urgente desprenderlo de todos los significados del placer y del amor.
Apartar el lenguaje de la guerra del lenguaje del amor, desprenderlo como una costra que nos ha lastimado durante siglos.
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María Teresa Juárez. Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie.