Lo último que la familia de Tadeo Nieves supo de él es que el coyote que contrató para cruzarlo a EU lo abandonó “en un cerro” porque “no aguantó la caminada”, el pasado 4 de noviembre.
Por Manu Ureste / Animal Político
Zaira cuenta que despertó sobresaltada en mitad de la noche cuando escuchó vibrar el teléfono celular y vio un número desconocido en la pantalla.
Era la madrugada del jueves 4 de noviembre del año pasado.
“Dejé a tu hermano en un cerro -le avisó una voz al otro lado de la llamada-. No aguantó la caminada y no voy a esperarlo más”.
El número telefónico era del coyote que Tadeo Salvador Nieves Muñoz había contratado para que lo cruzara a Estados Unidos por el paso de Ojinaga, en Chihuahua.
Tadeo, un joven de 24 años de 1.85 de estatura y ojos color café, nació en San Miguel Octopan, una pequeña localidad de apenas 14 mil habitantes que pertenece al municipio de Celaya, Guanajuato. Ahí hacía trabajos esporádicos cargando y descargando camiones y pintando inmuebles, hasta que un día llegó a la casa de su madre diciendo que quería probar fortuna al otro lado de la frontera.
“Todos le dijimos que cruzar sin papeles es muy peligroso, pero él ya tenía tomada su decisión”, dice Zaira.
Tadeo, que entre sus señas particulares destacan un par de tatuajes -uno en la espalda alta con la leyenda ‘María’ y otro en el pie izquierdo con un diamante con cuernos de venado y la leyenda ‘Tadeo’-, salió de su pueblo el 30 de octubre. Llevaba puestos unos pantalones de mezclilla azul oscuro, unos tenis de la marca Air Force de color negro, una camiseta tipo militar, y una mochila con otro poco de ropa.
Ese mismo 30 llegó a Chihuahua capital, donde marcó a su casa para avisar a su madre que estaba bien.
“No hablaron mucho, solo le pidió que le echara la bendición antes de brincar para el otro lado”.
Al día siguiente, el joven partió con otro grupo de migrantes hacia Ojinaga. Al parecer, todo marchaba bien. Pero pronto Tadeo agotó sus reservas de comida y agua, y al parecer ya no aguantó más el camino.
El coyote, entonces, llamó a su hermana la madrugada del día 4, cuando ya habían pasado muchas horas de que el joven estaba solo en mitad de la nada.
“¡Lo dejó tirado en un cerro, así sin más! -exclama enojada Zaira durante la entrevista telefónica con Animal Político-. Lo abandonó como a un perro. Sin preocuparse ni lo más mínimo de lo que pudiera pasarle”.
El traficante tan solo le envió por teléfono las coordenadas del punto donde había dejado a Tadeo, para que mandaran a alguien a buscarlo. Zaira avisó a su padre, que vive en Arlington, Texas, quien de inmediato se puso en camino y llegó hasta el lugar un día más tarde, donde no encontró rastro alguno de su hijo.
Las horas pasaban y el pánico comenzó a apoderarse de la familia del joven migrante, hasta que el 6 de noviembre logró comunicarse vía telefónica.
“No pudo hablar mucho porque casi no tenía pila”, cuenta Zaira. “Nos dijo que llevaba cuatro días sin comer ni beber, y nos suplicó que fuéramos a buscarlo”.
Según Zaira, el joven también les dijo que no estaba cansado, que ese no fue el motivo por el que no pudo continuar caminando con el resto de migrantes: “Nos dijo que no tenía ni ampollas en los pies, ni nada. Que el problema que tenía era que no le quedaba comida ni agua. Él pedía a gritos que le dieran agua para poder continuar. Pero nadie se la dio y lo abandonaron”.
Tras la llamada del día 6, Tadeo mandó su ubicación por teléfono y su padre se movió hacia el punto, en otra zona de cerros en mitad del desierto. Pero tampoco lo encontró ese día, ni los tres siguientes con sus noches incluidas en los que, desesperado, peinó la zona varias veces.
La familia buscó entonces a las autoridades de migración mexicanas para pedirles ayuda y también a la fiscalía estatal de Guanajuato y de Chihuahua. Además, buscaron en reiteradas ocasiones al coyote para reclamar y exigirle que los ayudara a encontrar a Tadeo.
“Pero el tipo solo se lavó las manos. Nos dijo que él no sabía nada y que no era problema suyo”.
Luego, dejó de contestar las llamadas. Como también lo hizo el teléfono de Tadeo, que desde aquel 6 de noviembre no ha vuelto a dar señales de vida.
Casos idénticos
Zaira cuenta que el caso de su hermano es muy similar al de Omar Reyes López, un joven de 20 años de Hidalgo que, después de sobrevivir siete días en el desierto cuando trataba de cruzar sin documentos a Estados Unidos, desapareció el 2 de noviembre en Ojinaga, Chihuahua; tan solo un par de días antes del caso de Tadeo.
“Son casos casi idénticos: desaparecieron en la misma zona y en los mismos días”, plantea la mujer, que matiza que la única diferencia es que Omar desapareció estando en el lado mexicano de la frontera, en Ojinaga, y Tadeo en el estadounidense.
En ninguno de los casos, la familia tiene la más remota pista de qué pudo haberles pasado, aunque el contexto de violencia que vive la zona del paso Aldama-Ojinaga-Guadalupe les hace temerse lo peor.
“A Omar no se lo tragó la tierra; a Omar lo tiene alguien, y nosotros solo queremos que nos lo regresen”, dijo Sheila Arias, tía del joven hidalguense.
Precisamente ahí, un poco antes de la desaparición de Tadeo y de Omar, el 25 de septiembre desapareció otro grupo de 13 migrantes mexicanos que fueron interceptados por integrantes del crimen organizado que se los llevó en camionetas, según declaró a la Fiscalía de Chihuahua un migrante menor de edad que logró escapar.
Más de tres meses después, María, hija de Amador Aguilar Mendoza, de 55 años, y hermana de Emmanuel Aguilar Bailón, de 25, dos de los migrantes desaparecidos ese día, lamenta que siguen sin noticias de sus familiares.
“Pasa el tiempo y todo sigue igual”, dice la joven en entrevista con este medio. Y eso que se están poniendo múltiples medios para las búsquedas. El pasado 20 de diciembre, por ejemplo, la Fiscalía chihuahuense hizo un sobrevuelo con apoyo de un helicóptero Black Hawk de la Secretaría de la Defensa Nacional para recorrer lugares en el desierto de la frontera conocidos como Rancho Cieneguilla, Rancho Bosque Bonito y Rancho Lomas de Arena, de los municipios de Práxedis Guerrero y Guadalupe, en Chihuahua. Además, en las labores de búsqueda también participaron elementos del Ejército mexicano. Pero tampoco hubo resultados.
“Reconocemos al Gobierno de Chihuahua por la respuesta inmediata que ha brindado desde el principio y la atención que nos ha dado. Pero sus esfuerzos han quedado rebasados ante la situación que enfrenta esa zona fronteriza”, expone Sheila Arias, la tía de Omar.
El activista Gabino Gómez, integrante del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres (CEDEHM) de Chihuahua que está acompañando el caso de Omar, dijo que solo con él llegaron otros 14 casos de personas desaparecidas en la zona de Ojinaga y del Valle de Guadalupe donde desapareció Omar y los 13 migrantes. Mientras que Jesús Manuel Carrasco Chacón, fiscal de distrito zona norte, informó que el año pasado lograron rescatar con vida a otras 60 personas migrantes que también habían desaparecido en los municipios de Guadalupe y Práxedis Guerrero.
Por ello, los familiares de Omar y de los 13 migrantes, más ahora los de Tadeo Salvador Nieves, pidieron al Gobierno Federal que “ponga atención” a toda esa zona de Ojinaga y del Valle de Guadalupe, donde “es evidente que grupos del crimen organizado operan y controlan la zona afectando a nuestros migrantes”.
“No podemos cerrar los ojos a esa realidad, ni la autoridad ni la sociedad civil”, dice Sheila Arias.
Por su parte, Zaira demanda atención de las autoridades de los tres niveles, a las que pide que no den por concluidas las búsquedas de Omar, los 13 migrantes, y la de su hermano Tadeo.
“Pedimos su ayuda para seguir buscándolos hasta por debajo de las piedras”, recalca la mujer.
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Este contenido es publicado por La Verdad con autorización de Animal Político. Ver original aquí.