Texto y fotos: Heriberto Paredes / Pie de Página
Ciudad de México– “El tejido es un lenguaje que tiene ciertas características, es repetitivo y reflexivo, al tejer se permite la escucha colectiva, permite establecer diálogos, conversar, escuchar, tiene el potencial de conversar en lo visual, en lo táctil, se puede plasmar lo que no se puede con las palabras», explica la antropóloga y documentalista Mariana Rivera con motivo de la inauguración de la exposición “Tras las huellas de l_s desaparecid_s: historias de resistencia/dignidad documentando la búsqueda de personas en el textil”.
Compuesta por 73 obras, la exposición abrió al público el pasado 10 de enero de 2022 en el espacio conocido como Casa Seminario 12, en el Centro Histórico de Ciudad de México. El equipo responsable del montaje de esta muestra curó cuidadosamente todos los espacios en los que es posible observar las piezas, las cuales provienen no sólo de México sino de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Irlanda del Norte y Zimbawe.
Con un lleno total y bajo el encanto de la voz de Juan Pablo Villa –quien acompañó la inauguración con su música–, se comprueba una vez más la relevancia no sólo de la desaparición de personas como un proceso criminal de grandes dimensiones mundiales, sino que la búsqueda, la denuncia y la no repetición se constituyen como pilares de la respuesta colectiva dicha problemática.
La desaparición de personas, una herida abierta
Con casi 97 mil personas desaparecidas México comienza este 2022 y la violencia a nivel nacional no parece disminuir. Como en décadas pasadas, lo que se denomina crimen organizado muestra una amplia movilidad geográfica y esto tiene como consecuencia que en cierto momento las cifras de asesinatos dolosos aumenten en una ciudad o en otra, pero esto no ha significado un freno a la reproducción de los mecanismos criminales de distintos negocios que, lejos de acabarse, se fortalecen.
Este indicador de muertes, sin embargo, tan sólo es una arista del conflicto, un mecanismo para engrosar las estadísticas, tal vez para decidir alguna política pública o garantizar inversión privada. Ningún empresario invertiría en una ciudad o en una región si esta estuviera sumida en la violencia, a menos que la violencia fuera parte de los intereses económicos.
En el caso de la desaparición de personas, más allá de la contabilidad que lleva día con día la Comisión Nacional de Búsqueda, la situación es todavía más compleja: las personas no están vivas ni muertas, están desaparecidas y es esta condición lo que, a nivel del Estado, ha generado tantos tropiezos y actuaciones desafortunadas.
Al igual que otros países de América Latina durante los periodos de dictadura, guerras civiles y movimientos sociales, México hoy es el escenario de una profunda crisis en la que falta saber el paradero de estas 97 mil personas y todas aquellas que no están contabilizadas, por ineficiencia institucional o por miedo de las familias. Y al igual que en estos países latinoamericanos, el gobierno no se ha vuelto un interlocutor confiable, al menos esto reclama Cecilia Flores, integrante del colectivo Madres Buscadoras de Sonora y quien ha expresado públicamente la necesidad de tener una reunión con Alejandro Encinas, subsecretario de derechos humanos de la Secretaría de Gobernación, o bien, con Andrés Manuel López Obrador, presidente de México.
Ni estos funcionarios ni nadie más ha respondido a sus llamados ni los de los cientos de colectivos que se han formado en todo el país para buscar por sus propios medios a cada una de las personas desaparecidas, sin importar origen, creencia religiosa, trabajo, e incluso con la consigna clara de que no se busca a los culpables de las desapariciones.
En la exposición es posible encontrar no una sino muchas historias de búsqueda, desde Michoacán hasta Santiago de Chile, desde Ayacucho hasta Medellín, São Paulo y Zimbawe. Están reflejadas en distintas técnicas de tejido, desde la desesperación de la desaparición hasta la fuerza de la búsqueda colectiva.
La fuerza de esta exposición reside no sólo la magistralidad de los textiles, que es sin duda una fuente de contagio de rabia e indignación, empero, la potencia viene del reflejo del que somos parte en cada una de estas historias: cualquiera de nosotres puede ser la siguiente persona desaparecida y que esto sea posible debería ser suficiente para movilizar más esfuerzos en aras de detener la crisis. Detener el horror y la violencia. Detener el miedo y la ausencia. Detener todo este gran negocio criminal disfrazado de establishment.
Vasos comunicantes a través del tejido
Luego de más de un año y medio de trabajo y con las dificultades que plantea día a día la pandemia, esta exposición no habría sido posible sin la participación de muchas organizaciones y colectivos, de muchas personas solidarias que lograron trasladar hasta México muchas de las piezas que componen la exposición.
La misma red que sirvió para el montaje y promoción es un reflejo, ahora aquel que muestra que para la búsqueda y la resistencia es necesario establecer redes de trabajo, colectividades más allá de las fronteras y las enfermedades, es decir, un entramado en sí mismo, un tejido de tejidos que haga posible que la exposición se vuelva un textil en el que podemos inmiscuirnos.
“Uno de los objetivos de esta exposición –continúa Rivera– es sensibilizar a la población en general, generar una sensibilidad acerca de estos temas que es necesaria pero también queremos conectar grupos de tejido que trazan rutas para exigir justicia y no repetición, conocer la verdad de lo que ha pasado en tantas décadas de desaparición y violencia, saber dónde están”.
No todas las piezas textiles pudieron llegar a México y muchas de las tejedoras que estaban invitadas no pudieron asistir, sea por falta de recursos o por situaciones derivadas de la pandemia, por lo que la exposición cuenta con una extensión virtual en su cuenta de Instagram, @expo.traslashuellas en donde serán exhibidas un total de 130 obras.
Tanta presencia de trabajos textiles no sólo es motivo de la recopilación de obras elaboradas a raíz de un proceso de búsqueda o de denuncia, en el caso particular de esta muestra se llevó a cabo una convocatoria para elaborar trabajos ex profeso y de ahí el resultado fue una lluvia de textiles e intervenciones artísticas que dieron un escalofriante resultado: a decir de las y los organizadores de la exposición, el 90% de los trabajos recibidos tiene como temática el feminicidio. Un terrible retrato de México y de América Latina.
“En cualquier lugar se presenta el tejido, directamente de la memoria, se vuelve una narrativa que atrae a colectivos y artistas, es una afinidad que puede transformarse en positiva. Por ello diferentes luchas están usando el tejido para sanar y gritar ya basta”, cierra Mariana Rivera, quien estuvo a la cabeza de este proyecto, el cual tan sólo comienza ahora. La exposición estará abierta al público hasta el 5 de febrero de 2022.
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Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.