Luz Elena Ramos busca a Daniel Armando Guzmán Ramos, el pequeño de sus dos hijos, quien desapareció cuando tenía 17 años, el 6 de abril de 2012
Por Marco Antonio López / La Verdad
Ciudad Juárez– En enero de este año Luz Elena Ramos empezó a sentir de manera más intensa un dolor en la espalda baja que se había vuelto recurrente, de su columna el dolor empezó a bajar por sus piernas y a volverse cada vez más insoportable.
Y aunque trató de hacer como si el dolor no existiera, llegó el momento en que le fue imposible caminar. Luz pasó a quedar postrada en la cama luego de que le detectaron hernias en los discos de la columna que afectaron el nervio ciático y por lo tanto imposibilitaron el movimiento de sus piernas.
Entonces paró su búsqueda. El movimiento más intenso de su cuerpo, el más importante, hasta ese momento, había sido para buscar a su hijo.
Desde hace diez años que Luz busca a Daniel Armando Guzmán Ramos, el pequeño de sus dos hijos.
“Mi bebé”, dice la mujer cuando habla de Daniel, quien tenía 17 años el 6 de abril de 2012, el último día que se la ha visto hasta hoy.
Por eso mantenerse prácticamente inmóvil fue doblemente doloroso para ella, por una parte el daño a su cuerpo, a su salud y el impacto emocional; por otra parte, quizá más fuerte, dejar de buscar a su hijo, detener la actividad principal de su vida desde hace diez años, pensar: “es que si yo no busco a mi hijo nadie más lo va a hacer”, dice.
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Luz tiene 46 años y casi una cuarta parte de su vida la ha dedicado a buscar a Daniel.
Ha pegado pesquisas por cientos en todo el estado; ha buscado en hospitales, estaciones de Policía, servicios médicos forenses, cárceles, hospitales psiquiátricos; ha picado la tierra del desierto, de la sierra, de las ciudades; ha caminado kilómetros bajo sol inclemente, con temperaturas extremadamente altas y con temperaturas extremadamente bajas, preguntando a desconocidos si han visto a su hijo, mostrando la foto de la pesquisa.
Ha realizado y participado en protestas, en marchas, en memoriales. Ha visitado la oficina de funcionarios públicos, ha pedido ayuda a gobernadores, ha exigido respuestas, ha encontrado silencios, ha gritado y ha llorado mucho, casi cada vez que ha tenido que hablar de Daniel en alguna de las decenas de entrevistas que ha dado.
Se ha agachado una y otra vez para enterrar la pala, el pico, la vara en el suelo en busca de una fosa clandestina, el espacio ignoto que resguarde los restos del cuerpo de Daniel.
Actividades todas estas que se han repetido una y otra y otra y otra vez. Diez años Luz Elena ha desgastado el cuerpo en eso.
Y en enero las piernas se detuvieron.
Dos meses se quedó Luz en cama, buscando a Daniel sólo con el pensamiento. En marzo volvió a caminar gracias al tratamiento médico y a las terapias físicas a las que acude aún cada semana. En abril Daniel cumplió diez años desaparecido. Entonces Luz realizó un evento para develar un mural pesquisa que pintó su esposo, y reanudó las actividades para buscar a Daniel.
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A Daniel lo desaparecieron el 6 de abril de 2012 en la ciudad de Jiménez, donde se encontraba de vacaciones visitando a su familia. Ese día se trasladaba en la moto de una prima, se perdió en el trayecto de una reunión familiar a la casa de su tío. Daniel se perdió, pero no la moto. Y es aquí donde inicia la inconsistencia de la autoridad.
Dos agentes municipales, César Omar Salcido de la Cruz y Agustín Méndez, trasladaron la motocicleta a la Estación de Policía. Y para esto hay dos historias, una de las cuales llevó a uno de los agentes a huir de la ciudad.
El agente César Omar Salcido dijo al ser llamado a declarar que esa noche recibió una llamada de la línea de emergencia C4 en la que le reportaban un vehículo abandonado. A pesar de que la motocicleta no estaba tirada ni chocada ni estorbando, si no estacionada en una orilla de la ciudad, según refirieron los mismos policías, dijo Luz Elena.
Sin embargo, Agustín Méndez declaró que el agente César Omar recibió una llamada a su celular personal en la que le daban la ubicación de la motocicleta y le ordenaban ir por ella.
Cuando Luz Elena se enteró de esto pidió una entrevista con el agente César Omar, pero fue imposible ubicarlo. Luz investigó dónde vivía, fue a su casa y la encontró abandonada, con madera en las ventanas, sin puerta, con nada, como señal de que no volvería pronto.
Luz Elena Ramos dejó entonces de ser la empleada de maquila a la que despidieron sin indemnizar después de la desaparición de Daniel, para convertirse en la investigadora que más pruebas aportaba a la carpeta de investigación que ha estado en manos de un ministerio público tras otro desde que se inició.
Así, un día descubrió, por ejemplo, que el policía Salcido de la Cruz que huyó de su trabajo y su ciudad, estaba en Cuauhtémoc, a 230 kilómetros de Jiménez. No sólo eso: ahora se desempeñaba como agente de la Policía Municipal de Cuauhtémoc.
Cuando Luz se entera de esto avisa a la Fiscalía de la Zona Sur, en Parral, para que lo busquen y lo detengan. Luego, en respuesta, le notifican que quisieran, en realidad, detenerlo, pero que les sería imposible ya que fue reportado como desaparecido. La mujer dice que no tiene más detalles, no sabe ni cuándo, ni dónde, ni por qué desapareció ese policía.
De hecho, en el Registro Nacional de Desaparecidos tampoco aparece. Lo que hay es una pesquisa emitida por el gobierno de Veracruz a nombre de un César Omar Salcido de la Cruz, originario de Jiménez, de 29 años al momento de su desaparición el 6 de abril de 2013 –exactamente un año después de la desaparición de Daniel-. Al cuestionar a la anterior encargada de la carpeta de investigación, la ministerio público Zildaine Vaca, ésta no quiso corroborar si se trata de la misma persona y se negó a dar información.
El otro policía, Agustín Méndez, no ha sido llamado a declarar otra vez.
Por estas inconsistencias, entre otras, el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, que lleva el caso, exige a las autoridades que se investigue como desaparición forzada ante una clara participación de elementos de seguridad.
Luz no piensa operar sus hernias por el miedo que le provoca pensar en que algo salga mal y se quede sin movimiento y entonces no pueda buscar a Daniel. Por eso prefiere aguantar el dolor de la espalda cuando se mueve, principalmente, para dar con su hijo.
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