Opinión

#YoSoy132: 10 años de marchar




mayo 12, 2022

¿Cuáles son los aprendizajes en la formación política y la capacidad de organización de un movimiento político estudiantil bajo la consigna: “Yo soy el (estudiante) 132”

Por Montserrat Narro / @MontseNarro y Lucila Sandoval / @Vdeviva*

Este 11 de Mayo de 2022 se cumplieron 10 años del día en el que el entonces candidato a la presidencia Enrique Peña Nieto tuvo que esconderse en un baño de la IBERO Ciudad de México al ser perseguido por cientos de estudiantes de esa universidad, quienes le reclamaron su participación en la cruenta represión al pueblo de Atenco bajo su mandato. Este evento se convirtió en escándalo nacional por dos razones: primero, porque nadie imaginaba a estudiantes de una de las universidades más caras del país posicionándose políticamente de tal manera, segundo por la campaña de desprestigio que el aparato de comunicación del PRI (respaldado por la totalidad de la línea editorial de “El Sol”, así como múltiples espacios en Televisa y Tv Azteca) orquestó en su contra.

La campaña de desprestigió fue tal que movilizó a 131 estudiantes a hacer un video en el que mostraban su credencial y reiteraban que no eran “porros” ni “acarreados”, como se había publicado en los medios antes mencionados. A partir de ese 11 de mayo, nos movimos miles de estudiantes y jóvenes en todo el país bajo la consigna: “Yo soy el (estudiante) 132”.

A 10 años de este verano frenético, se perfilan muchos aprendizajes en la formación política y la capacidad de organización de una generación.

Quisimos escribir este texto desde nuestra experiencia y nuestras reflexiones sobre lo que hemos visto, sentido y aprendido. Hoy, lejos de las exigencias que se montaron sobre un movimiento de jóvenes a quienes se les pedía “cambiar al país” y que incluso recibimos frases como “El 132 no sirvió de nada”, a quienes escribimos este texto nos queda claro que el 132 fue una red que se tejió en una generación donde no existía en ese momento una estructura política ni social capaz de sostener las luchas que a lo largo de estos años han sido clave para resistir a un contexto cada vez más violento.

En Guadalajara nuestra primera asamblea fue el 23 de mayo de 2012. Para nosotras, fue la primera marcha a la que convocábamos y en la que participábamos como parte de la organización. Nunca habíamos escuchado de una “comisión de seguridad”, jamás habíamos dialogado con medios y vialidad para acordar rutas, teníamos menos de un año de haber egresado de la preparatoria y nuestra nociones de participación política eran muy vagas. El #YoSoy132 y #SomosMásde131 fue para nosotras, y para muchos otros y otras, un bandazo de salida que marcó un verano lleno de actividad y aprendizaje, cuyas ecos vemos hoy presentes en movimientos, colectivas, organizaciones e inclusive en espacios públicos intervenidos.

En principio, en el 2012 casi no se marchaba en Guadalajara, a excepción de marchas como las convocadas por el Movimiento Por la Paz con Justicia y Dignidad, la marcha en contra de la “Macrolimosna” y las marchas Anti Peña de ese mismo año, era raro encontrar contingentes de más de 200 personas. No queremos decir que no hayan existido movimientos sociales y participación política intensa antes del 2012, sin embargo, a base de represión, apatía y fragmentación de espacios, el panorama implicaba que la calle no era un espacio viable para pelear por los derechos. Convocar a la calle, y ser escuchades era entonces en sí mismo un fenómeno, ni que hablar de lo frecuentes y diversas que llegaron a ser dichas convocatorias. En algún punto incluso se organizó una cascarita exprés a media calle en Avenida Vallarta, la posibilidad de ocupar el espacio se inauguró allí.

Sobre todo, a esas alturas no existían convocatorias conjuntas entre universidades públicas y privadas. La Asamblea ciudadana #YoSoy132GDL agrupó a estudiantes de varias facultades de la UdeG, ITESO, Univer, Unitec, Univa e, incluso, un par de miembros del Tec de Monterrey.

Las asambleas se formaron en el Parque Rojo (Parque Revolución) de manera abierta -para nosotras, a nuestros 19 años, significó aprender cómo participar en una asamblea, y agradecemos a quienes nos enseñaron- dónde cualquiera podía llegar a sumarse. Después vendrían reuniones cerradas, comisiones temáticas alrededor de los temas que más nos interesaban – la comisión de comunicación, la de democratización de medios, la de temas ambientales, la encargada de dar seguimiento al IFE (hoy INE) e IEPC, la de marchas, la de creación artística e incluso una dedicada a pensar una nueva Constitución – círculos de trabajo y procesos organizativos que siempre tuvieron al centro la colectividad y la mayor horizontalidad posible.

Una fuerte base del movimiento tuvo que ver con tomar las calles de manera creativa, resignificando la parte “pública” del espacio público. En el tren ligero y en plazas comerciales se realizaron intervenciones artísticas para informar, llamadas “La hora 1:32”, existía una brigada artística que hacía Clown en la calle, en el Parque Rojo se instauró el “Punto 132” en el kiosco, la comisión de medios con frecuencia transmitía desde asambleas y acampadas, de ahí surgirían proyectos de radio independiente. También en el ámbito más institucional se logró gestionar un debate de candidatos a la gubernatura de Jalisco donde las preguntas las hicimos estudiantes de distintas universidades.

Participamos también en asambleas nacionales del Movimiento en Ciudad de México, donde conocimos de cerca el centralismo y la desconexión sobre los contextos locales que permeaba las asambleas de la capital. Como asambleas “de provincia” en numerosas ocasiones nos tocó exponer las condiciones de nuestras ciudades, reafirmar que una marcha sólo en el zócalo no es nacional, y escuchar a compañeros de Ciudad Juárez denunciar que marchar ahí implicaba un nivel de riesgo diferente. Aprender de otros compañeres implicó poder aplicar nuevas estrategías en la organización de la ciudad y conocer asambleas de otras partes del estado, también se gestaron valiosas colaboraciones entre asambleas y un montón de relaciones de amistad que siguen hasta hoy.

Para el 1ero de diciembre de 2012 los ánimos ya habían cambiado radicalmente. La represión con la que el presidente Enrique Peña Nieto inauguró su mandato paró en seco el impulso alegre de tomar la calle. En Guadalajara la represión vivida fuera de la Feria Internacional del Libro fue violenta e inesperada.

Recordamos la imagen de policía arremetiendo contra personas sentadas gritando “No violencia”, gas pimienta, persecuciones, toletes y desbandada. Fue también nuestra primera experiencia como movimiento por lxs presxs políticxs y las estrategías necesarias para lograr su liberación. Respondimos en conjunto, desde distintas trincheras y les compañeres salieron aunque su proceso penal (lleno de irregularidades) continuaría por años. Sin embargo,enfrentar juntes una represión violenta creó nuevas alianzas y nos hizo preguntarnos cómo seguir. Las calles, que habían sido nuestro espacio de acción y expresión, ya no eran seguras.

Quizás cuando más evidente se volvió la potencia de la red que en esos momentos se sentía “desintegrada”, fue cuando se activó ante la coyuntura de septiembre de 2014 con la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa. Varies de quienes estuvimos en la Asamblea YoSoy132 Guadalajara nos reunimos ante la urgencia de responder, para organizar nuestra indignación y buscar maneras de solidarizarnos desde Jalisco; así surge la Asamblea AyotzinapaSomosTodxsJalisco, convocante de las marchas que se dieron esos meses, exigiendo la aparición con vida de los 43.

Para nosotras, como estudiantes del ITESO en ese momento, se vivió un proceso interno al convocarse la Asamblea ITESO con Ayotzinapa, el primer espacio abierto dentro de la universidad en el que estudiantes pudimos nombrar la violencia y la desaparición de personas como algo cercano a nuestras vidas.

Utilizamos lo ya aprendido sobre la importancia de intervenir espacio e instalamos 43 sillas vacías afuera de la Biblioteca, símbolo que se replicaría en universidades a todo lo largo y ancho del país. El ITESO salió a marchar en contingente por primera vez en muchos años, se organizó incluso un contingente jaranero que acompañaba con su música y sones las jornadas. En colectivo realizamos el primer paro activo de la historia de la Universidad el 5 de noviembre de 2014, este evento fue profundamente significativo para quienes conformamos la comunidad universitaria porque un momento para trastocar las dinámicas del campus, invitar voces no escuchadas en esas aulas anteriormente, convocar a la reflexión, la organización y poner al centro la resistencia a la violencia y la represión como actos intrínsecamente universitarios.

El #YoSoy132 también fue un punto de encuentro entre compañeras. A nosotras, quienes escribimos, nos significó también el primer acercamiento a las prácticas machistas y patriarcales en los procesos de organización social. Nos dimos cuenta de que nuestra voz no tenía el mismo peso que la de nuestros compañeros hombres y que existían agresiones veladas y dinámicas que operaban más allá de nuestro control. Para muchas, así fue como empezamos a acercarnos al feminismo, tratando de entender y de articularnos de otra manera. Mucho de esto nos revolcó como olas en el #MeToo de 2019, donde muchos compañeros fueron nombrados y donde nos acuerpamos entre nosotras.

El legado en la ciudad de la ebullición del #YoSoy132 se ha mantenido y reiterado a través de una generación que ha abierto consistentemente espacios de participación, que se ha sumado a coyunturas políticas y que ha tomado tanto el rol de organización como posteriormente de apoyo a otras generaciones de activistas.

Desde la defensa del internet en 2014 con la Marcha contra el Silencio en contra la Ley de Telecomunicaciones, las protestas feministas de la Primavera Violeta de 2016 (dónde además la apropiación del espacio público mutó a marchas donde el graffiti se volvió una expresión abiertamente respaldada y válida, cuando antes suscitaba discusión al interior de los movimientos), hasta las protestas por los tres estudiantes de cine Daniel, Marco y Salomón donde la apropiación del espacio llevó a la toma de la Glorieta de Niños Héroes y su rebautizó como Glorieta de los Desaparecidxs

El #YoSoy132 no salvó ni cambió radicalmente al país ni a las ciudades dónde se marchó, pero sí nos movió a una generación completa en direcciones claras hacia el trabajo colectivo, la organización y la defensa de derechos humanos y de los territorios desde muy diversas trincheras. Tejió redes dentro de las ciudades pero también entre estados y movimientos. Nos encontramos, nos conocimos y varies seguimos trabajando juntes.

Hay muchas historias y muchísimas voces más sobre lo que fue el movimiento, y este texto no pretende abarcar todo, sino poner en escrito lo que para nosotras significó ser parte de #YoSoy132 y MásDe131ITESO. Fueron años fundamentales para nuestra formación, donde hicimos y deshicimos, marchamos y tuiteamos, lanzamos iniciativas y creamos amistades, alianzas y proyectos que continúan hasta el día de hoy, y que han sido fundamentales para nuestros desarrollos políticos, profesionales, personales y sobre todo en colectivo. A diez años nosotras seguimos diciendo con cariño “#YoSoy132”.

*Monserrat Narro y Lucila Sandoval son integrantes del colectivo Más de 132 ITESO, participantes de la asamblea ciudadana #YoSoy132GDL

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Este artículo fue publicado originalmente en Zona Docs que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.

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