Nada extraña es la simpatía por Serrat en México. A su manera también fue un transterrado de la República, un opositor al franquismo que sufrió en carne propia la represión y la persecución
Por Jaime García Chávez
Recuerdo que en los momentos de más aguda crisis del movimiento estudiantil en la Universidad Autónoma de Chihuahua escuchábamos en los ratos de ocio al catalán Joan Manuel Serrat.
El ahora notable historiador Víctor Orozco traía un cassette con sus canciones en su automóvil, el que era frecuentemente utilizado para las tareas de la insurgencia estudiantil de 1972-74, en contra del autoritarismo del Gobernador Óscar Flores Sánchez y del Rector Óscar Ornelas. Ahí escuchamos hasta la saciedad a Serrat, en especial la canción Mediterráneo.
Han pasado los años y el gran cantor popular, a sus 78 años, realiza una gira que ha despertado gran interés por su obra, y entre la alegría que provoca ante los auditorios de sus seguidores, se cierne también la tristeza de su retiro de los escenarios.
Hay cierta congruencia en esta actitud, porque es inequívoco que esté exhortando a una decisión difícil de saber alejarse a tiempo, “…cuando el jilguero no puede cantar / cuando el poeta es un peregrino…”, como dice una estrofa de un poema de Antonio Machado, uno de sus poetas versionados a la música.
Por aquellos años se iban erosionando en la mentalidad de los jóvenes los cantos insurgentes que nos heredó el movimiento comunista internacional en canciones tan famosas como ¡Ay!, Carmela, Bella Ciao, y no se diga el himno de La Internacional.
En Chihuahua la cantante de protesta, Margarita Bauche, llenaba auditorios y cosechaba grandes aplausos al cantar ¡Qué vivan los estudiantes!, de Violeta Parra. La había precedido Judith Reyes, que alentaba caravanas y mítines campesinos, que a su vez eran acompañados por los corridos de Ignacio López Tarso.
Esos tiempos empezaron a mutar en muchas direcciones en cuanto a la estética que empezaban a asumir los jóvenes, y Serrat fue una importante influencia. Sostengo que nos hizo adoptar una visión más humana que contrastaba con nuestros paradigmas; quizás transpiraba cierto candor, pero en realidad nos llevaba a los temas más delicados del amor y de las pequeñas cosas de la vida, como amar a la propia tierra y cantar con aires combativos.
Nada extraña es la simpatía por Serrat en México. A su manera también fue un transterrado de la República, un opositor al franquismo que sufrió en carne propia la represión y la persecución. En otras palabras, no era un extraño, aunque entonces no lo percibiéramos como ahora.
El legado de Serrat es monumental, como monumental será su ausencia. Gracias, Joan Manuel. Ojalá la lección que nos das ahora nos llegue a todos, con todas sus consecuencias.
20 mayo 2022
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Jaime García Chávez. Político y abogado chihuahuense. Por más de cuarenta años ha dirigido un despacho de abogados que defiende los derechos humanos y laborales. Impulsor del combate a la corrupción política. Fundador y actual presidente de Unión Ciudadana, A.C.