El reproche social se hace evidente ante casos trágicos como el de Athos y Tango, perros de rescate envenenados en 2021…pero pululan situaciones de perros que son considerandos objetos que solo sirven para cuidar la casa, para que tengan crías y luego venderlas, o para divertir, a manera de juguete. Tales acciones jurídicamente no podrían ser catalogadas como maltrato animal, pero moralmente lo son
Por Hiram Camarillo
Twitter: @jh_camarillo
Esta semana en Querétaro se llevó a cabo el primer juicio en el país por maltrato animal que avanza a audiencia final, un hecho histórico para los movimientos animalistas. El juicio giró en torno el asesinato de los perros de rescate Athos y Tango, que fueron envenenados en 2021. El juicio podría concluir en sentencia condenatoria, si así lo establece el juez. Es de celebrarse que el tipo penal no haya quedado en letra muerta como ha ocurrido en varios estados del país. Sentará un precedente a nivel nacional para la justicia hacia los animales. Sin embargo, dejemos claro que el uso del derecho penal debería solo ser la última táctica del Estado para solucionar los problemas de maltrato. Aún falta mucho por lograr en materia de prevención, responsabilidad social y educación sobre el bienestar de los animales.
Ocurre que el reproche social se hace evidente ante casos trágicos como el de Athos y Tango, pero pululan situaciones de perros que son considerandos objetos que solo sirven para cuidar la casa, para que tengan crías y luego venderlas, o para divertir, a manera de juguete, a los niños pequeños del hogar. Tales acciones jurídicamente no podrían ser catalogadas como maltrato animal, pero moralmente lo son. Suponen que el valor del animal no está en sus cualidades intrínsecas como ser viviente y sintiente, sino en la medida en que es útil y satisface las necesidades o le brinda bienestar al humano, como una herramienta más para alcanzar la felicidad. En 1975, Peter Singer, uno de los grandes filósofos contemporáneos, expuso en Liberación Animal que el hecho de que un ser humano sea más inteligente que un animal no-humano no lo faculta para que use al otro para la consecución de sus fines, al considerar el dolor y el placer de todos los seres vivos como igualmente significativos.
En el caso de los animales de compañía, se tiene una responsabilidad inter-especie y una responsabilidad individual. Nuestra relación con los perros y gatos comenzó con la domesticación, pues se alteró su comportamiento, reemplazando su grupo social para incorporarlos a nuestra cultura; desde ese momento como especie humana comenzamos a ser responsables de ellos. De este modo, la responsabilidad individual surge cuando optamos por acoger y situar en nuestro entorno a un animal de compañía. Adoptar o comprar (¡adopta, no compres!), es un acto de responsabilidad moral, pues requiere un alto compromiso personal y afectivo. La ausencia de ese compromiso ético induce a omisiones de cuidados, lesiones y finalmente al abandono.
En México, la problemática del abandono se palpa en las ciudades, donde termina provocando contaminación, accidentes rábicos y enfermedades. Según el INEGI, México se encuentra en el tercer lugar respecto al maltrato o crueldad animal, ya que sólo el 30% de los 19.5 millones de perros que existen en el país tienen dueño. El restante 70% vive en las calles, y fueron en su mayoría víctimas de abandono y maltrato. La falta de responsabilidad sobre los animales callejeros, parte en ocasiones del pensamiento de que sobrevivirán de una u otra manera, pero esto es falso. Es una salida fácil que nos orilla a cegarnos ante la cruel realidad de la sobrepoblación de animales domésticos. Es extraño el animal callejero que sobrevive más de dos años en la calle. Terminan atropellados, envenenados, muriéndose de hambre o de sarna. Reitero que tal omisión también es una forma de maltrato.
Aunque los datos son espantosos, no todo está perdido pues cada vez más asociaciones y personas están trabajando para poder ofrecerles un hogar responsable a cada perro o gato en situación de calle. En el caso de Ciudad Juárez, existen refugios independientes —como la Asociación Protectora de Animales de la Calle A. C., Colitas Felices A. C., Patitas Mojadas y Corazones Nobles— que día con día con muchas limitaciones se esfuerzan para logran rescatar, alimentar, cuidar y dar en adopción a cientos de perros. Asimismo, por parte del gobierno hace unos años se creó la dependencia de Rescate y Adopción de Mascotas del Municipio con un propósito similar, y son frecuentes las campañas de esterilización gratuita, una estrategia para controlar la natalidad sobre la que cada vez se concientiza más.
Sin embargo, insisto que a la par de castigar a los maltratadores y promover la esterilización, se debe forjar una ética que, mediante elementos de responsabilidad colectiva, inculque un pensamiento de protección hacia los animales no humanos, sobre todo los de compañía. A la fecha son nulas las campañas de concientización para que los ciudadanos protejan a los animales desamparados y se eduque sobre el cuidado, crianza y respeto a ellos. Sin esa enseñanza, los índices de abandono, lesiones y asesinatos de perros y gatos difícilmente disminuirán.