Opinión

Los sonorenses maruquistas




septiembre 25, 2022
Ilustración de La Verdad con fotografías del Gobierno de Chihuahua

Con Serrato y con el nombramiento de Sotelo se refuerza en los pasillos del Palacio de Gobierno la idea de que se empieza a conformar un “grupo de sonorense” en el gabinete de Maru Campos

Por Jaime García Chávez

No es un asunto de regionalismos, más bien es una descripción (geo) gráfica para establecer un punto de partida acerca de dos personajes que ocupan hoy puestos clave dentro del gabinete de la gobernadora María Eugenia Campos Galván y cuya inclusión, aparentemente intrascendente, ha provocado algo de zozobra interna pero que, en realidad, ha de verse con el lente imperturbable de la crítica porque el tema encierra varias aristas.

Me refiero a Luis Serrato Castell, Secretario de Gabinete del Gobierno del Estado, y a José René Sotelo Anaya, quien recientemente fue nombrado titular de Comunicación Social en sustitución de Adriana Ruiz, una periodista menos para Chihuahua, porque decidió probar las mieles de la burocracia y todo parece indicar que le gustaron desde que se las ofreció el maruquismo desde hace algún tiempo.

Como se sabe, al menos públicamente, Serrato fue el primero en ser convocado de entre el panismo sonorense por Maru Campos en tiempos de su campaña electoral, es decir, desde hace poco más de un año.

Con los meses, Serrato Castell, tras ocupar la jefatura del Gabinete, ha sido uno de los principales consejeros de la gobernadora chihuahuense y, seguramente, en todo este tiempo le ha hablado al oído sobre lo que, obviamente desde su particular punto de vista, conviene o no al estado. En ese supuesto debió incluir la idoneidad de incorporar a su coterráneo, José Sotelo Anaya, con quien comparte no solamente el terruño de origen, sino un cúmulo de intereses que confluyen con la ultraderecha política en aquella entidad.

Por lo poco que se sabe de Sotelo Anaya da en qué pensar, no sólo por sus nexos con el panismo y el clero del estado vecino, al ser director editorial de su órgano informativo, En Marcha, sino porque dentro de lo escaso que se conoce sobre su currículum es que es director de dos empresas encuestadoras cuya páginas web no operan, en uno de los casos, o no existen, en el otro. También se dice que él ya era parte del área de Comunicación Social en el gobierno del estado, lo que de algún modo significa que ha subido de nivel de forma expedita.

En el círculo de la prensa local, especialmente en la que tiene como fuente al gobierno del estado, se mastica, no sin cierto prejuicio, que Sotelo Anaya no es chihuahuense y que lo peor, para ellos, como una cuestión de orgullo, es que ni siquiera es periodista.

Con la llegada de Serrato, pero todavía más con el nombramiento de Sotelo, se refuerza en los pasillos del Palacio de Gobierno y en el celo que guardan los grupos periodísticos chihuahuenses, la idea de que se empieza a conformar un “grupo de sonorense” en el gabinete local.

Es una clara referencia histórica a los revolucionarios que uno a uno detentaron el poder tras la lucha contra el régimen de Porfirio Díaz y después contra el usurpador Victoriano Huerta. A partir de 1920, durante la etapa “constitucionalista”, los sonorenses tomaron el poder del país con Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, en ese orden.

Otra arista importante que se agita dentro del engranaje del poder maruquista, es que la presencia de Serrato, y ahora de Sotelo, aunque de menor rango, han significado para algunos cierta sombra para las pericias del secretario general del gobierno estatal, César Jáuregui quien, coincidentemente, a principios del mes contradijo las declaraciones optimistas que sobre la violencia en Chihuahua han emitido no sólo la gobernadora sino también el fiscal Roberto Fierro.

Jáuregui, aunque joven, es un viejo zorro de la clase política chihuahuense. Ha transitado por múltiples cargos en administraciones de varios municipios, incluido Delicias, sede del extinto Banco Unión Progreso. Es originario de Ciudad Juárez, amigo de César Duarte y uno de los personajes que figura en la llamada “nómina secreta”. Comparte con Maru Campos no sólo su nombre en ese escándalo de corrupción política, sino cargos con ella desde que esta fue alcaldesa de la ciudad capital.

En su momento, Javier Corral tuvo la oportunidad de enmendar, o al menos hacer cohabitable desde una perspectiva más profesional, democrática y equitativa su relación con los medios de comunicación, pero lo echó a perder. El exgobernador presumía, erróneamente, haber sido el “primer gobernador periodista” sin tomar en cuenta a Silvestre Terrazas, tema que ya he tocado en otra ocasión en este espacio. Pero ni eso le sirvió para abstenerse de incurrir en el uso de medios favoritos, que criticaba del despilfarrador César Duarte.

Maru, con la cartera abierta, ha “resuelto” el problema y prácticamente nadie ha quedado fuera. Sin embargo, la unción de José Sotelo produjo recelo entre algunos sectores del gremio periodístico; y aunque puede ser infundado o no, lo que en el fondo subyace es, a mi ver, la percepción que se tiene de una afrenta, de un sentimiento trastocado por la exclusión: Adriana Ruiz, chihuahuense, todavía no cumplía el año en la titularidad de Comunicación Social y fue sustituida “para eficientar” el área, según el argumento oficial, por un hombre ajeno pero cercano a Serrato.

Y eso es lo que, hoy por hoy, les constituye una especie de amenaza; y no se sabe, por ahora, de qué cofradías saldrá más incienso.

22 septiembre 2022

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