Ojalá que su buen trabajo de “Príncipe”, no le toque las “Golondrinas” a lo poco que queda electoralmente del panismo nacional
Por Daniel García Monroy
Hace ya 27 años que escribí una carta a la sección de los lectores publicada en el Heraldo de Chihuahua, sobre el artista Alberto Espino. Decía yo, nobel articulista:
“Chihuahua cuenta con uno de los mejores directores de espectáculos músico-teatrales, me refiero a Alberto Espino. Joven emprendedor (a la mejor manera del TEC), luego de vivir y estudiar en los Estados Unidos, Alberto regresó a Chihuahua para enseñar a propios y extraños lo que son las obras musicales a nivel Broadway.
Coleccionador de aquellos teatros neoyorquinos, Espino observa, aprecia, analiza, revisa y estudia cada una de las obras elegidas allá, para su montaje aquí. Todo queda grabado en una mente brillante con memoria fotográfica. Todo vuelve a su lugar exacto en el Teatro de los Héroes. Y Espino proyecta, diseña, construye, viste, compone, audiciona, cobra, administra, reparte cortesías, todo dentro de los límites de una obra vista allá. Espino lo es todo por inclusión y exclusión. Y lo que hace lo hace bien; deslumbra con sus escenarios multicolores, sus vestuarios completísimos, sus paredes gigantescas, sus proscenios agrandados, sus circuitos cerrados.
Espino gusta de los reflectores. Desde el atril de la dirección musical de sus obras busca sobresalir más que sus actores principales, y en ocasiones lo logra. Alberto asombra con una elección acertada de actores y cantantes –en su mayoría jóvenes valores chihuahuenses a los que el descubre o ¿crea?–.
Pero lo que hace son copias. Porque señor, cuántos chihuahuenses pueden pasearse por Manhattan, para ver las obras que Espino, si puede grabarse en la memoria y montar aquí: Chess, El Fantasma de la opera, La bella y la bestia, The wall y la Antología de los Beatles. Alberto les ha dado vida, y nadie podría hacerlo con ese nivel de calidad, sobre todo si no consigue EL APOYO MILLONARIO DEL GOBIERNO DEL ESTADO.
Copiar es fácil aseguran algunos, pero ¿quién es capaz de falsificar obras de arte, que no sea famoso o por lo menos cotizado? El público sale más de que satisfecho de sus montajes (excepto cuando en una desteñida The wall, en el estadio de beisbol, los asistentes, en su mayoría rockeros, se quedan esperando la hora de la tocada real, sin edecanes bailando bajo la lluvia). En su mayoría la gente que puede pagar un boleto de Espino Inc. (entre 3 y 6 salarios mínimos) queda contenta y si me permiten, hasta impactada por los buenos espectáculos que ofrece.
Director, músico, compositor, escritor, cantante, actor, administrador ¿qué es Alberto Espino? En su bunker de la calle Ojinaga, sólo su piano, su guitarra, su elenco, su guión y su genio. Espino es el artista hiperactivo por excelencia. Agradable conversador fuera de su trabajo; irascible huraño en su puesto de mando. Su compañía teatral podría ser lo que SALVE ESTADÍSTICAMENTE AL SEXENIO CULTURAL DEL PANISMO – ¿Cómo andará lo demás?–.
Calculadora en mano, Espino sabe cuántas personas han entrado a ver sus obras con boleto pagado y cortesías, y son miles.
Su asistencia total (más de 50 mil personas) supera con creces a todos los eventos del Ichicult, juntos. CLARO QUE LOS RECURSOS QUE HA MANEJADO ESPINO PARA CADA UNA DE SUS OBRAS, SON EQUIVALENTES EL PRESUPUESTO ANUAL DEL INSTITUTO.
La pregunta es: ¿podrá Alberto Espino montar un espectáculo digno sin recursos o con mínimos apoyos, como trabajan la mayoría de teatristas y músicos de nuestro Estado? En lo particular creó que sí. Porque para hacerlo (a pesar de su megalomanía escénica), cuenta con la capacidad, la creatividad y la energía suficientes.
Mi duda es más bien si en alguna ocasión podrá el Teatro de los Héroes dar cabida a una obra suya, que no sea copia fiel de nada ni de nadie. Si alguna vez Alberto Espino, estará seguro de que nadie puede demandarlo por derechos de autor.
Ojalá pronto nos sorprenda. Mientras tanto aquí están tres propuestas para obras inéditas de Espino Arts and Corporation. 1.- “Dejé el fusil en Juchipila”; (drama de la Revolución Mexicana en manos de los neoliberales). 2.- “Alberto Espino contra la copiadora enmascarada”; (farsa en dos actos con tres de los mejores luchadores de la triple A). 3.- “Refritos nunca más”; (comedia musical sobre el TLC y la importación de comida chatarra)”.
Hasta aquí mi carta a Espino en 1995.
Don Alberto Espino leyó esa carta mía y se encabronó. Por intermedio de un amigo supe que me amenazó con darme una golpiza si llegaba a encontrarme. A dios gracias jamás lo volví a ver.
Después me enteré que la Walt Disney lo demandó y salió por piernas ante los agentes federales que iban a detenerlo en el Teatro de los Héroes, luego de su última puesta en escena de la Bella y la Bestia.
Conocí también que el gobierno panista de don Francisco Barrio, tuvo que pagar con dinero del erario público lo exigido por la demandante sobre los derechos de autor violados, para que Alberto Espino no fuera a dar con todo y piano a la cárcel.
Solo recuerdo ahora algo de nuestro pasado chihuahuense común, cuando el ya nada joven Alberto Espino, ha vuelto a ser la causa de un enojo entre sus colegas artistas, que están poniendo nervioso a sus políticos amigos financiadores de 34 millones de pesos del presupuesto conjunto del municipal de Chihuahua y del gobierno estatal que encabeza Maru Campos, por un espectáculo desconocido.
Ojalá, que su buen trabajo de “Príncipe”, no le toque las “Golondrinas” a lo poco que queda electoralmente del panismo nacional.