Santa Bombero es una tradición que nació en Ciudad Juárez en 1939 luego de que un niño de escasos recursos se acercó al entonces jefe de Bombero para pedir un juguete
Por Juan de Dios Olivas / Especial para La Verdad
Fotos: El Juárez del Ayer y Museo Heroico Cuerpo de Bomberos
Fue en diciembre de 1939 cuando un niño se acercó a Leonardo Solís Barraza, jefe de Bombero, para pedirle un juguete. Al percatarse que se trataba de un infante de escasos recursos, le prometió tenérselo para la Navidad de ese año.
El jefe Solís pedió apoyo para cumplirle a aquel niño. Empleados municipales, a comerciantes y ciudadanía en general se unieron a su causa, así que ese año entregaría no uno, sino 300 juguetes a los niños y niñas de Ciudad Juárez, iniciando así una tradición que perdura al paso del tiempo, la del Santa Bombero.
Se inspiró en el mito de Papá Noel o San Nicolás, personaje emulado que entonces tenía pocos años de haber sido relanzado en Estados Unidos por una compañía refresquera, con el color rojo de su vestimenta, la fisionomía regordeta que lo caracteriza en la actualidad y la costumbre de regalar obsequios.
Sin embargo, a diferencia de la cuestión mercantilista que iba de la mano con la refresquera, el Santa Bombero que nació en esta frontera, sacaría el lado humano de los integrantes del Heroico Cuerpo de Bomberos y de la sociedad juarense al impulsar valores como el de la solidaridad.
El Jefe Solís
El Jefe Solís, como fue conocido Leonardo Solís Barraza, llegó el 16 de abril de 1934 al Heroico Cuerpo de Bomberos, que se conformó luego de varios intentos –que iniciaron en 1918– de organismos privados y del gobierno local por contar en forma profesional con un departamento encargado de atender los siniestros que se presentaban en la ciudad.
Entonces, Ciudad Juárez se encontraba en plena recuperación tras haber sido escenario de diversas batallas durante la Revolución Mexicana; el turismo estaba en auge por la proliferación de centros nocturnos, casinos, cantinas, restaurantes, hoteles y todo tipo de negocios dedicados a atender a los visitantes, todos necesitados de un cuerpo de rescate en caso de siniestros.
También la agricultura y la industria experimentaban el progreso ya que pese a la falta de agua, surgieron huertas que producían duraznos, manzanas, peras, así como trigo y alfalfa.
Además, el algodón que empezó a cultivarse en 1922 en la región, trajo consigo plantas despepitadoras y hasta una fábrica denominada La Abeja, instalada en 1928 en el edificio marcado con el número 506 de la avenida 16 de Septiembre, para elaborar jabones, aceites y ceras a base de semilla de algodón.
Para 1935, después del nombramiento de Solís Barraza como jefe del Departamento de Bomberos, había en Ciudad Juárez 37 empresas industriales, la mayoría plantas despepitadoras de algodón, tres fábricas de vinos y licores, dos de hielo, dos plantas textiles, una colchonera, una fábrica de pastas de harina y un año después, se establecería la embotelladora Coca Cola.
La población de la ciudad que era de 20 mil habitantes en 1920 también se había incrementado hasta llegar a 39 mil 669 personas en 1930, y a 48 mil 881 en 1940, según los censos oficiales, lo que hizo más urgente contar con un eficiente Cuerpo de Bomberos.
Sin embargo, pese al éxito económico, la ciudad también tendría pobreza, la cual fue percibida por quien dirigía a los ‘tragahumos’ un día que llegó aquel niño a pedirle un juguete. Le dijo que regresara en Navidad, y ese día de 1939 entregó no uno, sino 300 juguetes para iniciar la tradición del Santa Clos Bombero.
Así, Solís Barraza iniciaba una larga tradición, pero también asumía el reto de organizar y profesionalizar al Heroico Cuerpo de Bomberos de Ciudad Juárez, el cual forjaría a base de disciplina y valores encaminados a salvar las vidas y los bienes de las familias juarenses.
Su éxito para organizar y capacitar a los bomberos juarenses y combatir los incendios trascendió fronteras.
“¡Hombre Solís, si yo tuviera 5 hombres de los que tú tienes, apagaría todos los incendios en El Paso, Juárez y los dos Valles!”, diría el jefe del Departamento de Bomberos de El Paso, Texas, W. L. Farr, a su homólogo de Ciudad Juárez, al finalizar un simulacro.
“Pues si yo tuviera el equipo que tú tienes, apagaría el mismísimo infierno”, fue la respuesta tajante y con orgullo que le dio el Jefe Solís quien se convertiría en el pilar del Cuerpo de Bomberos de esta ciudad por más de medio siglo, en el logró apagar más de 10 mil incendios.
El fuego amenaza Juárez
Desde la fundación de la antigua Paso del Norte y hasta principios del siglo pasado, los juarenses apagaban el fuego a cubetazos, pero el crecimiento acelerado de la ciudad hizo necesario contar con un cuerpo profesional que atendiera los siniestros y sobre todo, que salvara vidas humanas.
Los incendios de gran magnitud que acabaron con el mercado Cuauhtémoc y una parte de la zona Centro así se los hicieron ver.
Ese complejo comercial fue construido e inaugurado en 1892 para resolver la proliferación de vendedores fijos y semifijos, pero “nació con los incendios”, de acuerdo con datos documentados por el fallecido historiador Felipe Talavera García.
Como toda su construcción era de madera, el Cuauhtémoc se quemó al año siguiente, sin que nadie pudiera intervenir. El complejo fue reconstruido, pero nuevamente el 31 de agosto de 1904 el fuego volvería a abatirse sobre él y esta vez la lumbre se extendería a muchos negocios, entre ellos la sucursal del Banco Minero y a todas las casas de las calles Ramón Ortiz, La Paz, Francisco Javier Mina y Mariscal, salvándose solamente la Presidencia Municipal, de acuerdo con Talavera.
Después del gran incendio, el Gobierno federal ocuparía los servicios de una empresa estadounidense para que instalara en 1906 el primer servicio de agua con sus respectivas líneas en la mayor parte de las calles. El pozo que alimentaba la red de agua potable fue instalada en el patio de la Presidencia, localizada entonces en la avenida Mariscal, entre 16 de Septiembre y Miguel Hidalgo.
El pozo llenaba un tanque enorme con capacidad para 100 mil galones que alimentaba las líneas de agua potable y 14 hidrantes, uno de ellos a un costado del mercado Cuauhtémoc para brindarle seguridad.
Sin embargo, pese a la moderna infraestructura, en 1909 ante la impotencia de los comerciantes, el mercado volvió a quemarse junto con una buena parte de la zona Centro en otro siniestro de gran magnitud que fue noticia hasta en los principales periódicos de la Ciudad de México.
Los siniestros aparatosos continuaron, lo que motivó que el 5 de mayo de 1918, la Cámara Nacional de Comercio (Canaco), presentara un proyecto para organizar el primer Cuerpo de Bomberos voluntarios, el cual quedó al mando del empresario Arturo Ducas, propietario de una nevería y un hotel instalados en la avenida Lerdo y del Comercio (hoy 16 de Septiembre), a quien precisamente se le quemaron sus negocios.
Siete años después, en 1925, el empresario Jesús Silva Gladow organizó, con dinero municipal, el Departamento de Bomberos. El empresario era propietario de la Juárez Gas Company, que utilizaba medidores donde se depositaba una peseta cada vez que un consumidor requería el servicio, lo cual representaba también un riesgo.
Pero las carencias se harían presentes al grado de que en 1931, cuando fue designado Ramón Ortiz como segundo jefe de ese cuerpo de Rescate, también se le dio el nombramiento de Jefe de Limpia, para poder sostenerlo en el cargo. El segundo Jefe operó sin recursos para atender los incendios por lo que el eequipo de bomberos estuvo a punto de desaparecer.
Para solucionar la crisis, el entonces presidente municipal, Daniel Quiroz Reyes, ordenó la reorganización del cuerpo de rescate y nombró a Leonardo Solís Barraza como jefe. Para su encomienda, éste recibió una máquina extintora modelo 1918, comprada en 1927, la cual es conservada funcional y como reliquia hasta la actualidad en las instalaciones de la Estación Central de Bomberos.
Frente a la Presidencia, en la Plaza del Fundador, sería el sitio elegido para instalar la Estación No. 1 de Bomberos inaugurada por Leonardo Solís y su equipo de vulcanos; aunque décadas después sus instalaciones fueron reubicadas al Malecón, cerca del puente internacional Paso del Norte.
Un héroe juarense nacido en Parral
“Cuenta mi madre que cuando tenía escasos meses de nacido, un incendio en el hogar por poco y quema a toda la familia; tal vez por eso tenga yo esa inclinación por apagar el fuego”, contaba el Jefe Solís, quien nació en Parral, Chihuahua, el 4 de mayo de 1904, pero llegó a vivir a Juárez cuando tenía 7 años.
Durante el periodo de la Revolución Mexicana, su familia atravesó por dificultades económicas como la mayoría de los habitantes de la frontera, lo que lo obligó a trabajar desde temprana edad para ayudar en el gasto de su hogar.
También trabajaría en el ramo de Transporte con sitios de alquiler de su propiedad y con los cuales se distinguiría por servir a su comunidad y se relacionaría con el Gobierno municipal.
De esa forma, adquiere el sentido de responsabilidad que siempre lo habría de caracterizar, y que lo llevó incluso en alguna ocasión en la década de los 60s a rechazar la orden que un alcalde le dio de utilizar a los bomberos para sofocar una manifestación política, recuerdan veteranos de los cuerpos de rescate que lo conocieron.
“No voy a meter a mis muchachos en la confrontación”, dijo entonces.
Tras ser nombrado jefe del Departamento de Bomberos, por espacio de 50 años acudió a 10 mil incendios y participó en las labores de rescate de personas en inmuebles incendiados, y en las aguas del río, canales, acequias, albercas y fosas sépticas.
Entre estos se encuentran el incendio reportado el 11 de abril de 1959, en el gigantesco depósito de llantas propiedad del empresario Santiago Varela; el del 20 de enero de 1960, en la Maderería del Valle; el del 9 de junio de 1962, en Transportes Chihuahuenses; el del 2 de marzo de 1976, en la cantina Kentucky y el bar Manhattan, así como la galería de arte Don Quijote, en la Avenida Juárez; y el registrado el 8 de enero en la fábrica de Aceite de Semilla de Algodón S.A.
Durante la administración de Carlos Villarreal se inaugura la estación No. 2 en el Parque Borunda, después vendría la No. 3 en Sanders y Sevilla, donde se instaló un museo que fue nombrado Leonardo Solís Barraza, en su honor.
En ese museo, se conservan artículos que utilizaron para extinguir el fuego, fotos de siniestros que sofocaron, recortes de periódicos, reconocimientos, reseñas de la historia de los bomberos y los trajes de los cuatro elementos que en un periodo de un siglo, desde la fundación de ese cuerpo de rescate, han caído en el cumplimiento de su deber.
Estos pertenecen a Carlos Adame, muerto en 1935 al intentar rescatar a una persona de una fosa séptica; a Jesús Antonio Hernández Márquez, quien murió en 1976 al derrumbarse el techo de una panadería en la colonia Satélite; a Isidro Reyes Gaytán, quien en 1986 participó en el combate a un incendio de un restaurante, donde se intoxicaron de ocho a 10 bomberos, pero sólo el falleció de camino al hospital. Y por último, a Juan Antonio Muñoz Rosas, quien pereció en el 2005 al sofocar un incendio en un edificio abandonado de la zona Centro.
El Jefe Solís se jubiló en 1985, pero seguió pendiente ‘de sus muchachos’, dando asesorías o visitándolos, hasta que falleció el jueves 24 de marzo del 2005 a la edad de 100 años.
Pero su ejemplo no se extinguió y sigue presente entre los más de 200 elementos con que cuenta actualmente el Heroico Cuerpo de Bomberos y con los cuales anualmente brinda más de 9 mil servicios y quienes año con año recolectan juguetes siguiendo la tradición que inició el legendario Jefe Solís, la del Santa Bombero.
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FUENTES: Museo Heroico Cuerpo de Bomberos; Dirección General Protección Civil; Juarenses A.C, Recinto de los Juarenses Distinguidos; Martín González de la Vara, Breve Historia de Ciudad Juárez; http://docentes2.uacj.mx/