Opinión

Libros




diciembre 30, 2022

Muchos libros han querido hacernos mejores hombres y mujeres, pero al final los buenos libros  provocan conflicto personal para sus lectores. Será que el libro es representante perfecto de la naturaleza humana

Por Daniel García Monroy

Uno se cree que los conoce, pero lo suyo es la lucha del olvido contra nuestra insuficiente memoria. Pequeños objetos de papel, manipulables. Los hemos tenido en las manos desde la infancia, cuando sin saber leer, los hojeábamos inquietos para disfrutar de sus imágenes, colores, fantasías. Hermosas páginas de símbolos para ver, imaginar, iluminar. Libros comibles, que sólo  rayones y destrozos los hicieron nuestros, cuando fuimos incipientes coautores chavales de páginas jamás publicadas, pero desde entonces vitales y amadas.

Los hay de tantas categorías. Libros que cambian y someten vidas: Biblia, Torá, Corán. Inspirados por dioses irrebatibles y amorosos, pero también beligerantes e iracundos. Origen de fanatismos repudiables, que compensan con buenos principios generadores de altruismos ejemplares.

Libros existen un tanto más humanos; creativos, controversiales. La Ilíada, La República, La Divina Comedia, El Quijote, Hamlet, El Príncipe, Fausto, El Capital, Los Hermanos Karamasov, Ulises, El Laberinto de la Soledad, El Aleph, Rayuela, Cien Años de Soledad, El Llano en Llamas. Libros inmortalidad de hombres escritores que con sus palabras plasmadas, mucha más de vida compartida nos heredaron. Homero, Platón, Dante, Maquiavelo, Cervantes. Shakespeare, Goethe, Marx, Dostoyevski, Borges, Paz, Cortázar, García Márquez, Rulfo. Misericorde veneración mundial hacia pequeños dioses humanos, quienes magníficos de pensamiento y pluma inventiva, nos dejaron mazos en letras libres, para romper nuestra cadenas de miedos con tan sólo leer maravillosas páginas propuestas por sus cerebros.

Imponentes, interesantes, cautivantes; todos motivantes. Libros desesperados por lectores, que gritan desde nuestras librerías, libreros, bibliotecas: ¡¡¡LÉANME!!! Sujetos siempre a la búsqueda de las respuestas a nuestras sempiternas humanas preguntas: ¿De dónde vengo? ¿Quién soy? ¿A dónde voy? 

Contar con signos-palabras inscritas en piedras-pergaminos-hojas-bits, la historia humana de ideas, experiencias, conflictos de otros congéneres lejanos, semejantes pero siempre diferentes. Autores, creadores, reformadores, queriendo descubrir, inventar, convencer. Libros ley, libros mito. Libros ciencia, libros ficción. Libros verdad, libros mentira. ¡DIME QUÉ LIBROS HAS LEÍDO Y TE DIRÉ QUIÉN ERES!

El libro ha sido dios y demonio. Objeto de culto y de miedo, de adoración y de repudio, de reverencia y de hogueras. El libro es poder y por eso, progreso o regresión humana. Realidad y quimera, esperanza o desilusión. Libros que esclavizan, libros que liberan. Libros destino para cada quien, libros felicidad o desgracia para cada cual.

Muchos libros han querido hacernos mejores hombres y mujeres, pero al final los buenos libros  provocan conflicto personal para sus lectores. Será que el libro es representante perfecto de la naturaleza humana. Nunca blanca ni negra página escrita, sino majestuosa irradiante gama multicolor, que ilumina el camino interminable hacía la autenticidad o la falsedad, bifurcando una y otra vez cada camino entre el sufrimiento o la dicha de descifradores inteligentes o penosos dominables. Atrás de cada herejía condenada a muerte, política o religiosa, siempre habrá un libro seudo-perfecto-avasallante-fascinante, pero también letal.

Libros que nos repelen porque contradicen lo que vivimos sin leer, en una vida de instintos, sentimientos y mecánicas conductuales. Libros de jeroglíficos milenarios que buscamos descifrar lo que tratan de transmitir. Libros incomprensibles, que rechazamos porque no entendemos nada de su sapiensa desde monumentales pirámides de piedra o desde la  ciencia pura, física-matemática, igual de incognoscible para nuestra humilde medianía mental. 

Libros que nos drogan en la ensoñación humana de obtener la exactitud única, definitiva  y salvadora. Libros que nos hacen crédulos con palabras simples que empoderan la demagogia del engañador, pulsando nuestra ignorancia irracional. Libros que nos han hecho creer verdades   absolutas a las que nadie debe contradecir, donde el espíritu divino del misterio construye un universo infalible y ensoñador. Libros que enseñan sus fauces, su garras, su fuerza para hacernos agachar la cabeza, contra libros que nos liberan de nuestros temores y traumas, que nos hacen regresar a la felicidad infantil, donde ningún dios, ningún diablo, ningún malvado criminal podrá nunca vencernos.

Libros que han construido desde sus primeras frases, nuestra inconstante pero bendita fe irremediable en el imparable proceso de evolución de la especie humana: 

“Y en el principio creó Dios los cielos y la tierra, (para) En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, (cambiar a decir) Vine a Comala, porque me dijeron que aquí vivía mi padre un tal Pedro Paramo. (mientras) Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo, (que reta a) Ser o no ser, ese es el dilema. (cuando en) La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía, ¿Encontraría a la  maga? (es posible que no). (más) En medio del camino de la vida errante me encontré por selvas oscuras en que la recta vía era perdida, (en donde) El mal se hace todo junto y el bien se administra de a poco. (y al final) Muchos años después frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo…”.

Libros, libros, libros… benditos y amados LIBROS.

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