Opinión

Aceptar el diagnóstico




febrero 5, 2023

En su libro Síndrome de corazón roto, la autora Esther Iturralde propone dejar de huir y aceptar el diagnóstico, sentir el dolor para continuar.

Por Hilda Sotelo

Las abejas
En la calle afuera del colegio
lo que los chicos aprenden
los posee.
Audre Lorde

Una de las encomiendas impuestas a la mujer, aparte de hacer útil el útero de lo contario no era nadie en este mundo, era aquella de traer hijos sanos, si el bebé nacía con alguna enfermedad, entonces, la culpa o responsabilidad recaía en la mujer. Así la brutalidad hacia el género femenino.

 La cuerpa de mi Ma albergó siete hijas y dos hijos vivos, y tuvo dos legrados; amén de las carencias económicas, se esforzó por atender nuestra salud a través de la alimentación, los remedios caseros y la ternura. Cada vez que visitaba al doctor, “usted tiene una salud de hierro, inquebrantable”; cuando el doctor daba hilo a la resiliencia y lo que eso había hecho en su cuerpa, ella se sentía orgullosa al negar lo que realmente dolía en su cuerpa, y así des identificar la enfermedad.

 “Así es, doctor, todos y cada uno de mis hijos son sanos, primero dios”. Ella ocupó su tiempo en los quehaceres de criar nueve hijes y no le quedó de otra que aceptar la retórica de la gran mujer que todo lo soporta. Así es que, cuando enfermó pasados sus 70 años, le generó fastidio resignificar. Tomó las recetas y en su introspección perdió la brújula de la expresión sobre sus dolencias. “No sé qué tengo, hijita, llevo muchos años con esto y no se qué es, me duele mucho la cabeza, estoy muy fastidiada”, me dijo antes de morir. ‘Ni siquiera vienen los domingos, aquí me dejan sola”. El nido vacío de mi Ma fue terror para ella, y en sus lógicas la “maravillosa” idea individualista de,

 I can buy myself flowers

Write my name in the sand

Talk to myself for hours

Say things you don’t understand

I can take myself dancing

le hubieran causado un estadillo de risa, y alivio temporal a su corazón, “ah, como sacan cosas. Ya van a empezar de ideosas”, solía decir.

El diagnóstico médico de los padecimientos de mi Ma, fue agrandamiento de corazón que, literario, es el síndrome de corazón roto. Y sí, vaya que mi Ma y su corazón atravesaron la separación abrupta de los corazones y es que su Ma falleció cuando ella tenía solo 12 años, entonces, alguien le aseguró que su Ma era una estrella, y que cada mañana vendría a visitarla, es por eso que la rutina de Ma era: levantarse antes de las 5am, orar, tender la cama, bañarse, ponerse vestido, y ver el lucero del alba. Al través de su vida dijo haber descubierto las siete estrellas más brillantes, y alguna información que las habitantes de las estrellas le entregaron en la palma de sus manos y yo le creo a ella. Tal vez, el vínculo de mi Ma con las constelaciones fungió como aparato de recepción inteligente en su cuerpo mientras su corazón crecía al cerrar sus memorias de dolor y refugiarlas en las estrellas; aunque algunos de mis yoes opine que es muy poético el asunto y la pubertad al servicio; yo le creo a ella.

Las escritoras Rosa Montero y Lucia Etxceberria pusieron la pluma en la llaga y escribieron la memoria a través de su cuerpo y en la generación de personajes sanan las heridas físicas y emocionales a sus creaciones y logran desarrollar una identidad propia. No sé qué tan cierto sea o si sus narrativas toquen o vivan en sus cuerpos y realidades, puesto que la auto ficción tiene sus laberintos y tiempos para decantar las cuerpas.

En su libro Síndrome de corazón roto, la autora Esther Iturralde propone dejar de huir y aceptar el diagnóstico, sentir el dolor para continuar. A través de la autobiografía pone como protagonista a la lectora. Una puerta bastante útil, es incorporar al ritual de la vida, la meditación, el refugio interno; esa práctica es la que a mi Ma a través de su oración matutina y nocturna y a mí a través de Vippassana (ver las cosas como son) nos aporta algo de claridad para la sobrevivencia.

Mi reciente diagnóstico: Trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH) en adultas por poco me lleva a estancarme y desidentificar el déficit. Al aceptarlo y enterarme de los beneficios del TDAH, que son: pensamiento espontáneo no secuencial, periodos de intensa concentración mental, valentía y audacia, sensación de ser parte de algo más grande, energía, humanidad; resignifica mis memorias cada vez que mi útero útil, materna distinto, llama al palpitar de mis entrañas y pega mi corazón roto al creer en ella.

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