Opinión

El Zócalo y la izquierda




febrero 27, 2023

Nadie en la izquierda debería menospreciar la toma del Zócalo de la Ciudad de México. Mucho menos quedarse pasmado. Todo lo contrario: debería servir como un aliciente para mejorar los gobiernos, corregir lo que está mal e ir a fondo donde se ha sido superficial. Esa sería una reacción inteligente. La movilización de la derecha es incluso una buena justificación para apretar el acelerador

Por Alejandro Páez Varela

En junio de 2021, en las elecciones federales intermedias, el PAN obtuvo ocho millones 969 mil 288 sufragios; el PRI, ocho millones 715 mil 899; el PRD, un millón 792 mil 700. Juntos conforman Va por México, la alianza convocada por Claudio X. González. No ha pasado mucho desde entonces: apenas un año y nueve meses. Aunque la tendencia dice que estos partidos, los más antiguos de México, han perdido votantes, cualquiera que diga que siguen con los mismos niveles de aceptación podría no estar equivocado.

Con esos números en mente se podía adivinar que llenarían el Zócalo de la Ciudad de México. No son mil, ni diez mil. Son muchos más. Son millones y piensan distinto. Son millones y no quieren al Presidente ni su proyecto de Nación. El mismo Andrés Manuel López Obrador decía el viernes que nadie debería menospreciar “a los conservadores”. La convocatoria de los grupos afines al PRI, al PAN y al PRD fue un éxito y era previsible que lo fuera. Echaron toda la carne al asador y no querrán, bajo ningún motivo, apagar la braza. Buscarán cualquier oportunidad para volver al Zócalo. Tomarán la plaza todas las veces que se pueda, con los ojos puestos en 2024.

El problema de la oposición, sin embargo, no es llenar un Zócalo, como ya dijimos. El problema es distinto: es moral. El problema son los líderes y sus partidos que cohesionan. Para disfrazar a las fuerzas políticas anquilosados que han defraudado a México una y otra vez, la oposición se llama a sí misma “ciudadana” y esconde sus verdaderos colores. Usa el rosa del INE para convocar y no tener que vestirse de amarillo, de azul o de rojo. Y se entiende: ¿cuántos habrían salido de su casa vestidos de amarillo, rojo o azul si esa hubiera sido la invitación? Mejor el rosa, que sirve de coartada.

El problema para la oposición no es, dados sus números, llenar un Zócalo. El problema es la carnita; que quienes mueven sus hilos son los mismos líderes impresentables del pasado: los Enrique Peña Nieto, los Vicente Fox Quesada, las Elba Esther Gordillo, los Roberto Madrazo o “Los Chuchos” y los jefes del Cártel Inmobiliario del panismo capitalino. El problema de la oposición es moral, insisto: es Felipe Calderón, es Margarita Zavala, son los que lanzaron una guerra inmoral e injustificada que nunca podrá disociarse de Genaro García Luna, preso en Estados Unidos.

La tragedia electoral logró que la oposición se reagrupara bajo el pretexto de la “destrucción del INE” y la supuesta “dictadura”. Sin embargo, cualquier votante podría preguntarse cuál es el proyecto que plantea como alternativa al de la izquierda, y si votar otra vez por PRI-PAN-PRD significa devolver el poder a un Calderón, a un Peña, a un Fox o a sus herederos legítimos: una Lilly Téllez, un Gabriel Quadri, un Javier Lozano, un Francisco Javier García Cabeza de Vaca o un Ricardo Anaya.

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Pero nadie en la izquierda debería menospreciar la toma del Zócalo de la Ciudad de México. Mucho menos quedarse pasmado. Todo lo contrario: debería servir como un aliciente para mejorar los gobiernos, corregir lo que está mal e ir a fondo donde se ha sido superficial. Esa sería una reacción inteligente. La movilización de la derecha es incluso una buena justificación para apretar el acelerador.

Sabemos que la violencia viene de la corrupción criminal en tiempos de Calderón: denunciarlo, sí, pero acelerar la mejora en seguridad. Sabemos que el Poder Judicial está corrompido: denunciarlo, sí, pero analizar si la Fiscalía General de la República está haciendo su parte porque parece que no. Ya sabemos que por décadas se impulsó la idea de que la corrupción en México era “cultural”, sí, pero ahora que ya se tiene conciencia de ello hay que afinar los mecanismos para que no quede un solo corrupto sin atrapar, de esta administración y de las anteriores.

Y esto me lleva directamente a la liberación de Rosario Robles, la semana pasada. ¡Absuelta! ¡De la “Estafa Maestra” absuelta! Y será muy corrupto el Poder Judicial pero también muy inútil –y hay que reconocerlo– o corrupta –hay que investigarlo– la Fiscalía. Suelto algunos datos.

El 13 de agosto de 2019, cuando Robles Berlanga fue vinculada a proceso, el Juez Felipe de Jesús Delgadillo Padierna dirigió dos peticiones a los agentes del Ministerio Público allí presentes. Dentro del sistema judicial, ellos representan los intereses colectivos y al Estado mexicano. En una silla está la acusada con su defensa, y en la otra ellos. Su trabajo es fundamentar acusaciones e ir a fondo.

Ese día, Delgadillo Padierna les dijo que aclararan si el expresidente Enrique Peña Nieto estaba involucrado en la “Estafa Maestra” y luego les sugirió investigar a José Antonio Meade Kuribreña, excandidato presidencial del PRI. ¿Por qué? Porque Rosario Robles le dijo al Juez que ella le había avisado a ambos sobre el desfalco de miles de millones de pesos del erario. El primero era su superior y el segundo, quien le entregaba la oficina. Rosario incluso habló de una llamada a Peña a través del “teléfono rojo”.

Por eso, el juzgador le dijo a los representantes de la Fiscalía General de la República: “Si existen avisos por escrito a Enrique Peña Nieto y no los presentó, está encubriendo al expresidente, por lo que debe aclarar si Peña Nieto está involucrado o no”. ¿Qué hizo la Fiscalía? Nada. Dejar ir a Rosario Robles en vez de profundizar e ir por Peña y por Meade. Híjole. Qué frustración, cuánto coraje.

El 8 de agosto de 2022 conté cuando cinco amigos nos preguntamos quién financia a Peña Nieto porque, parece, fue lo suficientemente hábil como para no dejar huellas a los muchos fiscales, en varios países, que podrían ir por él. Dije: “La Policía de Andorra, yo supongo, debe tenerlo en la mira y no solamente eso: está muy molesta con el expresidente mexicano. Para librarse de los señalamientos de lavado, su abogado, Juan Collado, acusó incluso a elementos de esa corporación y pidió que los investigaran. Lo hizo para insistir en su presunta inocencia cuando estaban rastreando flujos por millones de euros en sus cuentas”.

Luego apostamos una cena: tres decían que nunca irían por Peña y dos que sí, a pesar de que pesábamos que no. Desde agosto hasta ahora, ¿qué ha pasado? Lo que sabemos es que no se ha movido un dedo para ir por Peña. Ni siquiera lo han declarado. ¿Por qué? ¿Quién deja ir una oportunidad de oro para romper con la impunidad infinita? Y no por venganza sino por justicia.

Ese agosto conté sobre algo que escribí hace poco más de nueve años, el 4 de noviembre de 2013:

Que Peña Nieto declaró como donación una casa de 150 metros cuadrados –registrada el 8 de diciembre de 2011– cuando apenas había dejado de ser Gobernador del Estado de México.

Que la segunda donación era un terreno de 2,547 metros cuadrados, registrada el 8 de diciembre de 2009, cuando era todavía mandatario estatal.

Que la tercera era un terreno de 58,657 metros cuadrados, registrado el 8 de diciembre de 2011, cuando se preparaba para la campaña presidencial.

Que la cuarta donación la había recibido un mes y medio después de la anterior: una casa de 338 metros cuadrados, con fecha de 8 de diciembre de 2011.

Que la quinta donación era un terreno de mil metros cuadrados, aceptado en donación el 29 de enero de 1988.

Que la sexta era otro terreno de 24 mil metros cuadrados que recibió el 8 de marzo de 1989.

Esa es la lista de donativos, falta lo que él identificó como herencias, que son varias y forman parte de otra lista.

Peña Nieto dijo contar con un departamento de 211 metros cuadrados registrado el 19 de marzo de 2001.

Peña Nieto dijo que tenía otras dos casas más: una de 560 metros cuadrados, registrada el 25 de octubre de 1982, y otra de 2,138 metros cuadrados, registrada el 27 de diciembre de 2005, cuando tenía apenas dos meses y unos días al frente del Gobierno del Estado de México.

Peña Nieto reportó dos obras de arte: una por donación, que recibió el 8 de diciembre de 2011, y otra más que recibió “por herencia”, el 29 de mayo de 2007.

Peña Nieto reportó tener relojes y joyas varias que compró ¡de contado! (del departamento y las dos casas no especificó si sacó créditos bancarios, lo que significa que no), así como otras joyas que obtuvo, ¡por donación!, el 8 de diciembre de 2011.

Todo eso lo publiqué el 4 de noviembre de 2013. Peña Nieto apenas se iniciaba como Presidente. La “Estafa Maestra” era apenas un proyecto, la vida sonreía a Rosario Robles y José Antonio Meade se encontraría, cinco años más adelante, en campaña presidencial.

A estas alturas no creo que alguien vaya a reventar la madriguera de los corruptos, que están de fiesta, como dice Muna Dora Buchahin, la auditora que investigó la trama del saqueo y que fue despedida de la Auditoría Superior de la Federación por hacer su trabajo.

Ahora ya sabemos que la oposición puede llenar el Zócalo de la Ciudad de México porque son millones, si nos atenemos a los que votan por PAN, PRI y PRD. También sabemos que tomarán la plaza las veces que se pueda, con los ojos puestos en 2024.

¿No es esa una magnífica oportunidad para acelerar el paso? ¿Quién entre los ciudadanos, sean o no simpatizantes de Morena, podría estar en desacuerdo con que se aplicara la Ley? ¿Quién entre los ciudadanos de bien podría estar en desacuerdo que las autoridades fueran por Peña o por Calderón, con investigaciones bien fundamentadas y de cara a la Nación? ¿No serviría para, si los jueces se corrompen, exhibirlos? ¿No sería una buena manera de sacarse la frustración de que dejaran ir a Rosario Robles?

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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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