Antes de felicitar a las madres, mediante mensajes vacuos o la odiosa canción de Denisse de Kalafe, reconozcamos el papel fundamental de la maternidad y reivindiquemos su celebración hablando de derechos
Por Hiram Camarillo
Twitter: @jh_camarillo
¿Por qué el día de las madres es un día de tanta algarabía en México? ¿Nos importan las madres y sus derechos? o, ¿más bien conmemoramos al ideal de la madre sacrificada, que compagina trabajo y crianza, y está al servicio de la familia y los hijos?
Seré aguafiestas: la celebración del 10 de mayo históricamente se ha construido alrededor del tóxico estereotipo de la madre incondicionalmente entregada, amorosa y perfecta.
El origen del día de las madres se remonta al siglo XIX en EUA, cuando Ann Maria Reeves Jarvis durante varios años organizó los Mothers’ Day Work Clubs para mejorar la salud y la higiene a través de la educación de las mujeres. Además, durante la Guerra Civil, Jarvis cuidó de los heridos y le surgió la idea de organizar un Día de las Madres, como protesta pacifista en contra de la guerra.
Cuando ella murió, su hija Ann Jarvis mandó peticiones para declarar un día de celebración nacional en honor a su madre pacifista. Lo consiguió y se volvió una celebración oficial en Estados Unidos en 1914. El consumismo acabó con la idea original. Unos años después, Jarvis escribió una declaración diciendo que los floristas y los vendedores de tarjetas eran termitas que demeritaban con avaricia una de las celebraciones más nobles y verdaderas.
En México se importó la celebración, pero ya edulcorada. El día de las madres fue traído por el periódico Excélsior en 1922, con apoyo de la Iglesia católica. Su propósito era detener el movimiento feminista en Mérida, Yucatán, donde Elvia Carrillo Puerto, entre otras mujeres, realizaron en 1916 un congreso. Otro objetivo fue contratacar a la repartición en marzo de 1922 de un folleto sobre control de la natalidad y educación sexual para mujeres.
Con una visión conservadora, Excélsior se dedicó a enaltecer la maternidad y a protegerla de aquellas ideas que proponían un desenvolvimiento social distinto para las mujeres. Ya en los años cuarenta, el periódico colaboró abiertamente con Ávila Camacho, al emitir en 1941 el concurso de “la madre prolífica”. Mercedes Morales, de Sinaloa, con 17 hijos vivos obtuvo el primer puesto. Se entregaron estufas, medallas y diplomas a un total de 185 madres con más de diez hijos vivos.
Los concursos de exaltación a la maternidad patrocinados por Excélsior apelaban a la necesidad del gobierno de reafirmar el discurso sobre una determinación biológica que enraizaba al sexo femenino en la maternidad y el espacio doméstico.
Esta idea de enaltecer la domesticidad de las mujeres a quien se les adjudica la responsabilidad absoluta del hogar y de la educación de los hijos continúa un siglo después. Basta ir al supermercado para ver las promociones en artículos del hogar este mes. Y es que detrás de nuestras felicitaciones aun permea la idea de la madre sacrificada y abnegada. Es extraño aceptarlo porque son ideas tan incrustadas en nuestra cultura como el arquetipo de la Virgen María, la madre perfecta.
La maternidad es un concepto complicado. Y si bien celebrar no es machista per se, es obvio que la maternidad ha sido un mecanismo de control del patriarcado. Así, desde un planteamiento progresista hay que acabar con su idealización y con las condiciones en que las mujeres son madres en este sistema.
El día de las madres, poco a poco, debería desprenderse de la visión romántica de la maternidad. El Estado debería celebrar el día de las madres con avances en leyes y políticas públicas: licencias de maternidad más largas; disminuir tabúes y prejuicios alrededor de la lactancia; jornadas de trabajo compatibles con la crianza; un sistema nacional de cuidados; castigo a la violencia obstétrica; y licencias de paternidad obligatorias. Mientras que el sector privado debería desincentivar los estereotipos sobre la maternidad entregada al cuidado del hogar y los hijos.
Antes de felicitar a las madres, mediante mensajes vacuos o la odiosa canción de Denisse de Kalafe, reconozcamos el papel fundamental de la maternidad y reivindiquemos su celebración hablando de derechos. La labor que tradicionalmente se le ha dado a la madre es la que sostiene al capital. Una comida, un perfume y un mariachi no bastan para enmendar.