La política es como la vida: da muchas sorpresas y no deja de sorprendernos
Por Hernán Ochoa Tovar
Si hasta inicios de la presente semana, la carrera presidencial del 2024 parecía la “crónica de una carrera anunciada y predestinada”, desde el lunes, en las postrimerías de la victoria oficialista en el Estado de México, el escenario se modificó de manera radical.
Recordemos que, desde mediados del 2021, la carrera había iniciado pero de manera informal y adelantada, pues, las y los nominados se cuidaron de utilizar tecnicismos comprometedores para no caer en los temidos “actos anticipados de campaña” que podían llevar a una eventual nulidad de elección, de acuerdo a los criterios legales y electorales. De tal suerte que la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum; el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard; y el ex gobernador de Tabasco y actual secretario de Gobernación, Adán Augusto López, comenzaron a aparecer como los ungidos de cara a los comicios venideros, y a verse como eventuales sucesores de Andrés Manuel López Obrador en Palacio Nacional.
Y aunque el Senador Ricardo Monreal (coordinador de Morena en el Senado) ha aparecido como “corcholata” de manera esporádica, lo cierto es que tiene una probabilidad numérica menor; lo mismo que el diputado del PT, Gerardo Fernández Noroña, quien ha reclamado no ser incluido dentro del selecto grupo de suspirantes por parte del compañero Presidente (al principio se llegó a mencionar a Esteban Moctezuma y a Tatiana Clouthier, pero dichas posibilidades no llegaron a germinar, no obstante las credenciales de ambos).
A partir del 2021, comenzaron las giras y recorridos informales de las “corcholatas” avaladas. Aduciendo reuniones de trabajo o gubernamentales, se dedicaron a dar conferencias o encuentros y fueron creando grupos de simpatizantes (dentro y fuera de Morena) a lo largo de la República.
Sin embargo, conforme el proceso se aproximaba surgieron voces, como la del propio Ebrard, que estimaron conveniente trazar la ruta y luego la candidatura, hecho que había sido un tanto desestimado, pues se había llegado a entrever que primero sería la encuesta y luego la unción, dándole vuelta a aquel viejo precepto de don Jesús Reyes Heroles que decía que “primero el plan, luego el programa y luego el partido”. Acá parecía ser primero la encuesta y luego el partido, dejando el plan y el programa para tiempos mejores (las candidaturas supongo), pues lo que hasta ahora se ha ofertado, si bien tiene destellos de racionalidad, dista de ser una propuesta política completa y, por el contrario, trata de mostrar los vasos comunicantes existentes entre las y los aspirantes y el gobierno saliente de Andrés Manuel López Obrador.
Empero, desde la víspera del pasado lunes, las cosas cambiaron. Si se había hecho camino al andar (Machado, dixit) y jugado con reglas no escritas, ahora se han puesto sobre la mesa. De acuerdo a los escribientes del mundo político, el presidente López Obrador convidó a gobernadores oficialistas y “corcholatas” al restorán “el Mayor” ubicado en el Centro Histórico de la CDMX, cerca de Palacio Nacional, coincidentemente.
Ahí, AMLO conminó a las y los suspirantes a renunciar en su cargo, en aras de poder participar en el proceso interno de Morena, el cual se realizará próximamente y tendrá culminación con la unción de uno de ellos-as como “Coordinador de la Transformación en México”, eufemismo para anunciar la nominación del oficialismo para ser el candidato-a a la Presidencia de la República, para no tener problemas con las interpretaciones electorales y legales realizadas por los órganos especializados y convocantes.
El establecimiento de estas reglas claras ha dado sorpresas: Marcelo Ebrard anunció con bombo y platillo que dejaría la Cancillería para buscar la nominación presidencial; en tanto Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña, y hasta el Senador Verde, Manuel Velasco, han hecho lo propio.
Sin embargo, dos de los favoritos: Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López, aún no habían dicho cuando dimitirían a sus encargos para buscar la candidatura en condiciones de igualdad, pues, en un inicio, Sheinbaum mencionó que realizaría tal acción sólo si era favorecida por los tiempos de la encuesta; en tanto Adán Augusto sorprendió con un ambiguo tuit donde esgrimía que “los tiempos del señor eran perfectos” ¿acaso estaría esgrimiendo algún mensaje cifrado?
En suma, considero que la carrera presidencial del 2024 seguirá sorprendiéndonos por largo rato. El presidente ha demostrado ser alguien que no sigue recetas y en ocasiones es imprevisible, así como poseedor de un eficaz olfato político. De tal suerte que con la ola de renuncias pondrá el piso parejo y, al colocar a las corcholatas en condiciones de equidad, difícilmente alguien podrá cargar con el sambenito de ser el favorito(a) o el ungido(a). También se verá si la tendencia demoscópica se mantiene o si se modifica, pues no es lo mismo estar arropado por un cargo de alto nivel, a ser un ciudadano empoderado buscando la candidatura. Además, las tendencias se han modificado: a principios del sexenio, Ebrard era el favorito para ser el sucesor de AMLO; luego, Claudia Sheinbaum despuntó como estrella emergente. Hoy ese status se mantiene, aunque mi pronóstico es que será un tango que se bailará entre dos, pues el candidato del oficialismo saldrá de la dupla Ebrard-Sheinbaum; no considero que Adán Augusto o el resto de los suspirantes tenga la más mínima posibilidad de ser candidato. Sin embargo, la política es como la vida: da muchas sorpresas y no deja de sorprendernos. Veremos qué ocurre en los días venideros.