Opinión

El rumbo




junio 12, 2023

López Obrador rechaza al centro tanto como a la derecha. Centro y derecha son distintos grados del conservadurismo, a como él ve las cosas… Y si pensamos en lo que él plantea para el futuro del movimiento, que es “continuidad con cambio”, entonces la continuidad es moverse hacia la izquierda, y el cambio… ¿cómo se define el cambio?

Por Alejandro Páez Varela

¿Qué tanto se debe mover hacia la izquierda el Gobierno que venga después de 2024? La pregunta sería una necedad en cualquier momento de la historia reciente de México porque resultarían demasiado obvias las respuestas desde la izquierda y desde la derecha. Hoy, sin embargo, tiene una incidencia directa en la sucesión presidencial. La derecha es apenas un borrador inacabado e inconexo y la izquierda es una fuerza robusta y arrolladora. El planteamiento no es, pues retórico: define, en los hechos, quién gobernará el país.

Las opciones que ofrece el proyecto lópezobradorista para la Presidencia 2024-2030 plantean distintos niveles de izquierda. Cada precandidato tiene una visión (y una historia personal) diferente y empujará el país hacia la izquierda con distintas gradualidades. La pregunta sobre qué tanto debe moverse el país hacia la izquierda –más izquierda– después de que termine Andrés Manuel López Obrador podría entenderse mejor si usted mismo piensa en dos extremos dentro del espectro, con distintas “gradualidades de izquierda”. No es lo mismo cómo ve el país Marcelo Ebrard que Gerardo Fernández Noroña, Adán Augusto López Hernández que Claudia Sheinbaum.

Voy a reducir las opciones que se han barajado oficialmente en el polo progresista. Reconocidos por el presidente nacional de Morena, Mario Delgado, hay en este momento seis precandidatos, contando a los que brincan desde los partidos asociados. La realidad es que son cinco precandidatos o cuatro, y podrían ser tres, aunque sean dos.

Empecemos con la supuesta candidatura de Manuel Velasco. Es una broma vulgar, porque todos sabemos lo que quiere este individuo, vinculado a distintos episodios de corrupción y abuso de poder. Quiere poder y pintar bardas y espectaculares con su cara. Velasco es una broma vulgar y además predecible: quiere posiciones de poder. Lo descarto.

Por otro lado está Ricardo Monreal, a quien no le alcanza, creo, para competir por la presidencial y según las encuestas, tampoco para la candidatura en la capital mexicana. Pero estar en la lista le permite ganar de antemano una posición en el futuro y reivindicarse con López Obrador después de cuatro años mal jugados: el Senador zacatecano golpeaba al Presidente cuando más se crecía, y coqueteaba con la oposición cuando más se deslavaba, siempre respaldado por los micrófonos de la prensa que odia al líder del movimiento. También lo descarto como posible candidato.

Nos quedamos, así, con cuatro precandidatos que enumeraré en estricto orden alfabético, por apellidos como en la primaria:

Ebrard Casaubón, Marcelo.

Fernández Noroña, Gerardo.

López Hernández, Adán Augusto.

Sheinbaum Pardo, Claudia.

Ahora usted podría acomodar a estos cuatro dentro del espectro de izquierda. Pregúntese quién está más identificado y quién menos con un pensamiento izquierdista, por su carrera y por sus posiciones personales. Y luego, necesariamente, tiene que acomodarlos por su grado de compromiso con el lópezobradorismo. Sí, con el lópezobradorismo.

Y si los mexicanos quieren acentuar el viraje hacia la izquierda y darle continuidad a las propuestas de López Obrador, entonces se tiene que evaluar quiénes son los más de izquierda y quiénes son los más leales al Presidente.

Porque dentro de esos cuatro habrá quien piense que ya tuvimos suficiente de un Gobierno jalado hacia la izquierda y que es hora de regresar al centro; que en los hechos signifique la “reconciliación” con los poderes de facto que el Presidente ha hecho de lado: el mediático, el económico, el intelectual, el político.

Pero otros dirán que seis años apenas permitieron sacar a México del registro de la derecha y que urge moverse, otros seis años, más hacia izquierda. O se perderán los avances. Y allí está la diferencia entre unos y otros en la lista de precandidatos presidenciales.

¿Y qué tipo de Gobierno ve Andrés Manuel López Obrador después de 2024? Claramente lo digo: uno que acentúe el tránsito hacia más izquierda. 

Muchos años atrás, en febrero de 2010, cuando muchos lo habían abandonado y otros que se decían muy cercanos a él lo atacaban, López Obrador iba de pueblo en pueblo hablando con la gente, pidiéndole que no se desesperara ni perdiera la calma. Así llegó a Zihuatanejo. Seguía en el PRD y algunos le pedían que se aliara con PRI o PAN para alcanzar gubernaturas. En ese momento lo tenía tan claro como ahora. Dijo claro: NO.

Allí, en una entrevista que le hizo el diario La Jornada desde Zihuatanejo, López Obrador dijo que no estaba de acuerdo con que su partido, el PT y Convergencia (como se llamaba entonces Movimiento Ciudadano, el partido que regentea Dante Delgado hace décadas) se aliaran con PRI o PAN. Y dijo más. “Creo que la izquierda debe ser consecuente y anclarnos en lo que somos y no desdibujarnos, porque el zigzagueo en política es fatal. Nada de movernos ni siquiera al centro, porque yo coincido con Melchor Ocampo: los moderados no son más que conservadores más despiertos”. Esa idea la repetiría muchas veces en las plazas, durante años, y la repetiría ya siendo Presidente.

El 18 de marzo de 2023, en plena celebración por la nacionalización del petróleo, el Presidente lo dejó todavía claro para quienes tienen memoria corta: “Sólo con el pueblo, sólo con el apoyo de las mayorías, se puede llevar a cabo una transformación popular para hacer valer la justicia y enfrentar a los reaccionarios que se oponen a perder privilegios. Por eso, hoy de nuevo manifestamos, exclamamos a los cuatro vientos: nada de zigzaguear, sigamos anclados en nuestros principios, reafirmemos la decisión y el rumbo que hemos tomado desde que inició el Gobierno. No a las medias tintas. No aceptaremos nunca que en México se imponga una minoría a costa de la humillación y el empobrecimiento de las mayorías”.

¿Qué conclusión podemos sacar de lo anterior? Que López Obrador rechaza al centro tanto como a la derecha. Centro y derecha son distintos grados del conservadurismo, a como él ve las cosas. Lo ha repetido muchas veces. Alguien que es bien visto por la derecha no es bien visto por López Obrador. Punto. Sin rodeos. 

Y si pensamos en lo que él plantea para el futuro del movimiento, que es “continuidad con cambio”, entonces la continuidad es moverse hacia la izquierda, y el cambio… ¿cómo se define el cambio?

En la década de 1980, Acción Nacional lanzó una campaña que se llamó “Únete al cambio, vota por el PAN”. Fue muy exitosa. En 2000 ganó la Presidencia y lo primero que hizo fue traicionarse a sí mismo: no hubo cambio. Vicente Fox se abrazó de Elba Esther Gordillo y Carlos Romero Deschamps; a los poderes de facto y al autoritarismo. Y luego, por su talante antidemocrático, Fox ayudó a que Felipe Calderón se robara la Presidencia en 2006. Nacía, así, otro PRI o, más bien, se confirmaba el pacto del PAN con el PRI desde tiempos de Carlos Salinas de Gortari. Historia conocida por los mexicanos.

El tema es que la palabra “cambio” adquirió muy mala fama. “Cambio”, así, sin acotar, es un concepto amplio y de múltiples interpretaciones. Continuidad, dice el Presidente. Eso está claro. Pero, ¿qué de la palabra “cambio”? Está por verse. En los siguientes días y en las siguientes semanas, los precandidatos presidenciales harán sus propuestas de cambio.

Entonces, ¿qué tanto se debe mover hacia la izquierda el Gobierno que venga después de López Obrador? Diré lo que yo creo: mucho más. Si realmente pensamos que llegó la hora de compartir la riqueza nacional con los más pobres; si aspiramos a gobiernos que dejen de servir a las élites y se abracen de los más necesitados; si en verdad pensamos que es momento de construir alternativas incluyentes que exhiban el clasismo y el racismo; si sabemos que el único camino para acabar la pobreza, la violencia, la desigualdad es incluyendo a TODOS sin distingo (vengan de las clases sociales que vengan), entonces debemos pensar que el siguiente Gobierno debe ser uno que, sin dudar demasiado, empuje más hacia la izquierda.

Ahora sí, usted elija: ¿quién de esos cuatro no va a titubear, zigzaguear; no se va a mover hacia la derecha? ¿Quién es la menos aplaudida o el menos aplaudido desde el centro y la derecha, desde los poderes fácticos y en particular desde la prensa? ¿Quién es, además, la más cercana o el más cercano al lópezobradorismo? Bueno, usted respóndase con honestidad esas preguntas y allí está: ya ha tomado decisión. Muchas felicidades.

***

Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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