Históricamente, Proceso se ha destacado por su pluralismo y su quehacer crítico; y éste lo ha conservado, más allá de consejerías o direcciones… lo que le ocurre es consecuencia de la evolución de los medios de comunicación en el mundo
Por Hernán Ochoa Tovar
Recibo con pesar la noticia que la legendaria Revista Proceso, fundada por don Julio Scherer en 1976, en los albores de la “Presidencia Imperial”, cambiará su esquema de publicación a partir del mes de julio. Es decir, dejará de aparecer como un semanario para publicarse mensualmente, como una revista que “profundice el periodismo de investigación y le dé más calidad al mismo”
¿Crisis financiera o epocal? Difícil saberlo, pero ambas hipótesis se ponen sobre la mesa. Desde su aparición, hace casi cinco décadas, Proceso tuvo la transgresora tradición de interpelar. En un tiempo en el cual gran parte de los medios de comunicación eran obsequiosos para con el poder político, Proceso se daba el lujo de cuestionarlo, con evidencia y sin cortapisas. Esto no sin dificultades, pues, ya en su decenio fundacional, el ex Presidente José López Portillo le retiró la publicidad al semanario aduciendo que “no les pagaba para que le pegaran” (sic); en tanto que hubo disonancias con sus sucesores, quienes, si bien respetaron, no siempre compartieron el contenido crítico emanado de la legendaria publicación.
En el caso de la Revista Proceso y la figura de Andrés Manuel López Obrador, la relación ha sido compleja. El hoy presidente ha reiterado, en diversas ocasiones, su admiración por don Julio Scherer; mientras que su hijo, Julio Scherer Ibarra, fue el todopoderoso Consejero Jurídico de la Presidencia en los primeros años de la presente administración. Sin embargo, ha tenido desencuentros con la publicación, sobre todo desde su llegada a la Presidencia, en 2018. Si, en su trayectoria como líder opositor, AMLO halló en Proceso un foro y un ágora para difundir sus ideas (fue de los escasos medios que documentaron la gestación de MORENA como partido y su peregrinar por el país para consolidar su estructura); como presidente ha hallado un medio fiel a sus ideas que ha interpelado algunas de las directrices de su gobierno y la 4T.
Bajo esta tesitura, algunas personas esgrimen –a mi juicio, de manera equivocada– que Proceso dejó su talante crítico y se vendió a la derecha a partir de fechas recientes, sobre todo, desde que comenzó a criticar determinadas acciones realizadas por el gobierno del presidente López Obrador. Aunque la coartada puesta sobre la mesa –de manera nebulosa– es que Juan Ignacio Zavala se integró al consejo de la revista, y de ahí su cambio en la línea editorial, sigo creyendo que esa premisa es equivocada. Históricamente, Proceso se ha destacado por su pluralismo y su quehacer crítico; y éste lo ha conservado, más allá de consejerías o direcciones. Quizás a determinado sector le sorprende que, mientras La Jornada ha adoptado con decisión la línea oficial; Proceso ha defendido con ahínco su criticismo. Cabe destacar que, aunque esto es una decisión de las direcciones locales, sí se ha visto reflejado en la publicidad del rotativo, pues mientras el diario de izquierda ha sido de los medios que más publicidad ha recibido durante el sexenio; Proceso ha recibido una menor cantidad, viéndose que no está, del todo, en la sintonía de la narrativa gubernamental imperante.
Por otro lado, lo que le ocurre a Proceso es consecuencia de la evolución de los medios de comunicación en el mundo. Esto porque, con el advenimiento del nuevo siglo, revistas y periódicos han tendido a disminuir su tiraje mientras los digitales se masifican. Algunos expertos señalan que este gradualismo, que ya ha acontecido en el mundo entero (el mismísimo y legendario Washington Post fue adquirido por Jeff Bezos hace algunos años) no había tenido un gran avance en México debido a que, hasta el sexenio pasado, el gobierno federal pagaba un monto considerable de publicidad a revistas y periódicos, cantidad que vino a reducirse a partir de la presente administración, en sus propias palabras. Ello ha afectado a Proceso que, ante los diferendos con la autoridad, ha preferido replegarse en lugar de desaparecer; concentrarse en el mundo digital, dejando solamente los reportajes señeros para publicarse mes a mes en ediciones especiales. Lo especial será lo cotidiano.
Si es cuestión de confesar, me dará tristeza no poder revisar Proceso semana a semana, pues es una interesante costumbre que había sostenido por años, misma que se acrecentó durante los complejos años en los cuales la pandemia se enseñoreó sobre nuestra sociedad. Empero, habrá que acostumbrarse. Alguna vez revisar periódicos en digital era irreal y, sin embargo, hoy es lo cotidiano. Revisar el Proceso en la mesa, mientras tomamos un café será una imagen que indubitablemente se irá diluyendo en el tiempo, como los grandes recuerdos.
Debo decir, como conclusión, que lo que está por ocurrirle a Proceso –y la crisis mundial de los medios– lo refleja a cabalidad la película de Walter Mitty, donde se ve cuando la legendaria revista Life deja de aparecer físicamente y muda su edición a digital, prescindiendo de un puñado de empleados que eran necesarios y ya no serían requeridos por el avance de la tecnología. Lo que era una especie de fantasía hace una década, terminó siendo una realidad, y será lo que le ocurrirá a Proceso a partir de julio. La realidad nos alcanzó. ¡Larga vida a Proceso¡ (aun con este cambio fortuito).
¡Gracias totales¡