Opinión

Ciudad y política




julio 20, 2023

La planeación urbana se ha abandonado y ha terminado siendo utilizada para el beneficio económico de algunos pocos quienes entienden el suelo urbano como mercancía y ven en él una ganancia en el largo plazo… en Ciudad Juárez hemos sido víctimas de esto por décadas

Por Alma Rodríguez

La planeación urbana es eminentemente política, por que determina los marcos en los cuáles se desarrolla la vida de una sociedad, crea pautas y condiciones socio espaciales que necesariamente influyen por ejemplo, en el acceso o no de las personas a servicios básicos, a bienes públicos y a cierto nivel de calidad de vida, es decir, genera condiciones que favorecen o hacen casi imposible el respeto a los derechos humanos fundamentales: la vivienda, el agua, la seguridad, la movilidad y por ende, el acceso a instituciones de salud, de educación, de cultura, de esparcimiento, etc.

Además, la forma en que se permite crecer y construir una ciudad, influye en las formas de interacción social, ya sea favoreciendo que se interrelacionen los distintos grupos de población o propiciando una separación de grupos poblacionales, por ejemplo, en la vivienda o en el espacio público. El separar las viviendas por estratos socioeconómicos y el limitar el acceso al espacio público de calles y parques, tiene implicaciones sociales importantes que se reflexionan muy poco.

Estos marcos creados por las decisiones de planeación de una ciudad son capaces de propiciar una ciudad que integra o una que segrega, una que incluye o que excluye, una que impulsa a que todas las personas tengan las condiciones para poder superar y mejorar su condición actual de vida, o, por el contrario, puede convertir a la ciudad en un marco tan rígido y tan deficiente que impida a las personas –sobre todo a las de menos recursos– mejorar y avanzar de dónde están, es decir, a perpetuarlos en la pobreza.

En la política pública actual, sobre todo a nivel local, muchos de los retos y problemáticas de la ciudad se siguen “analizando” desde una visión muy desligada de la variable socioespacial. La pobreza se suele reducir a indicadores económicos: al tema del empleo y el salario, dejando incompleto el diagnóstico al no considerar los aspectos que competen a lo socioespacial.

Por ejemplo, una persona que tiene empleo formal en una maquila y que gana poco más del salario mínimo, pero que su vivienda –también formal–, se encuentra en una zona marginada, donde carece de espacio público, de transporte, de seguridad, de cercanía a hospitales y escuelas, y que, además debe invertir alrededor de cuatro horas diarias a su traslado al trabajo, carece de dos de los medios más importantes para mejorar su calidad de vida: tiempo para actividades de desarrollo humano/ familiar y la posibilidad de ejercer su ciudadanía, exigiendo y participando en la mejora su comunidad.

Ante este escenario, observamos como la planeación urbana –al ser entendida como una cuestión de carácter mayormente técnico y desligada de la dimensión política y social–, por un lado, se ha abandonado y ha terminado siendo utilizada para el beneficio económico de algunos pocos quienes entienden el suelo urbano como mercancía y ven en él una ganancia en el largo plazo.  Y, por otro lado, se desgasta el aparato gubernamental invirtiendo recursos y energía en parches para mitigar la pobreza y la desigualdad, la inseguridad, el rezago en servicios e infraestructura, en lugar de enfocarse en cuestiones estructurales como la planeación urbana.

En el discurso y la praxis de los gobiernos, frecuentemente aparecen grandes contradicciones: por una parte, se realiza un convenio con ONU-Hábitat para desarrollar una visión de ciudad más sostenible, pero a la par, se siguen permitiendo desarrollos habitacionales e industriales en dónde no hay capacidad de brindar servicios básicos, además de propiciar una dispersión urbana insostenible. A su vez, se propone como meta en el Plan de Acción Climática del municipio promover la movilidad activa, pero se invierte prácticamente todo el presupuesto a infraestructura vehicular.

Estas contradicciones seguirán sucediendo mientras que la planeación urbana siga siendo utilizada como herramienta de negociaciones políticas o de enriquecimiento ilícito de unos cuantos. Todos los que vivimos en Ciudad Juárez hemos sido víctimas de esto por décadas, y es necesario hacernos conscientes de la necesidad de que la planeación vuelva a su finalidad esencial que es ser una herramienta para generar condiciones de bien común para todas las personas. La participación ciudadana –previendo que en el corto plazo se presente la actualización del Plan de Desarrollo Urbano Sostenible de Ciudad Juárez– se vuelve fundamental, pues de ello depende el rumbo de la ciudad.

“Hombres y mujeres políticamente reunidos en busca de un objetivo común generan poder, el cual, al contrario que la fuerza, surge de las profundidades del espacio público, y lo sostiene, como dice Arendt, mientras permanezcan unidos en el discurso y la acción”: Jerome Kohn

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