Opinión

Los retos del periodismo en el siglo XXI




julio 28, 2023

¿Qué debe hacer el periodismo para persistir en un mundo de posverdad, inteligencia artificial y autoritarismos en ciernes?… seguir haciendo lo que sabe: comunicando con la verdad, interpelando al poder y poniendo sobre la mesa la creatividad que la IA no posee

Por Hernán Ochoa Tovar

Históricamente han existido dos visiones de lo que debe ser la misión seminal del periodismo: la esgrimida por George Orwell y la planteada en la praxis por el magnate de la prensa William Randolph Hearst. Orwell esgrimía que el objeto del periodismo era la crítica ante el poder y que, de no ser así, no se estaba realizando otra cosa que meras relaciones públicas. Mientras Hearst veía a la información como un vehículo para allegarse de recursos y, en cierta medida, de poder.

En el caso nacional, ambas corrientes han resaltado históricamente. Si bien, durante la época del Nacionalismo Revolucionario (1929-2000) buena parte del periodismo estuvo supeditado al poder en turno, también hubo personajes conspicuos que, con su pluma y su talante crítico, desafiaron al poder establecido. En este rubro resaltan –o resaltaron– gente como Julio Scherer, José Pagés Llergo o Carmen Aristegui, quienes a través de Excélsior, Proceso, Siempre u otros canales de información, pusieron en la picota al poder en turno, a través de sus bien documentados reportajes que desnudaban con maestría los excesos del poder que otros simplemente soslayaban. Más recientemente, La Verdad de Juárez ha sido un medio que ha acogido esta tarea, en un tiempo en el cual el periodismo presencia amenazas de diversa índole, mismas que a continuación referiré.

A pesar de esta división del periodismo entre cronistas de la verdad y acólitos de la mercadotecnia, una de los preceptos que ha dado sustento al oficio es el de la verdad. Y la verdad, entendida como tal desde la ciencia, es un hecho que puede demostrarse a través de evidencias tangibles o palpables. De tal suerte que diversos corresponsales o periodistas pudieron dar fe de la Guerra de Vietnam, del Asalto al Palacio a la Moneda o de la Guerra contra el Narcotráfico, a través de sus crónicas y sus fotografías. Cabe destacar que, en la modernidad, la política y la misma ciencia habían tenido el mismo sustento.

Sin embargo, con la llegada de la posmodernidad y de la relativización total de los antiguos conceptos, algunas personas han llegado a cuestionarse qué es mentira y cuál es la verdad, dejando de lado la división moderna entre lo objetivo y lo subjetivo. Aunque esto no es malo en sí, sus consecuencias sí han resultado delicadas, pues este relativismo ha hecho que se den por válidas algunas ideas que en el pasado hubieran sido descartadas por inviables. Esto porque, en la posverdad importa más lo que la gente quiere escuchar, a lo que realmente sucede. De tal suerte que si un grupo social importante decide que vamos muy bien aunque las cifras digan lo contrario; se apela al sentimiento grupal, en lugar de hacerle caso a las variables estadísticas.

Aunque esto ha tenido consecuencias terribles en política, en el periodismo podría darse también este fenómeno. De hecho, desde la perspectiva de quien esto escribe, dicho fenómeno comienza a gestarse. Ello porque el periodismo devela verdades incómodas y, en la actualidad, no todo el mundo desea escucharlas y desearía construir a su derredor algo parecido a un mundo de caramelo, inmersos en la inmediatez y la frivolidad. Por otro lado, algunos gobiernos contemporáneos parecen estar menos dispuestos a lidiar con individuos que enfrentan su retórica vacía a través de hechos concretos y comprobables. Como botón de muestra lo ocurrido en Centroamérica: en mayor o menor magnitud los regímenes despóticos de Daniel Ortega (Nicaragua), Alejandro Giammatei (Guatemala) y en menor medida Nayib Bukele (El Salvador) han enviado a diversos comunicadores al exilio o a la prisión, buscando así evadir la transparencia y la rendición de cuentas.

Aunque el presidente López Obrador no ha llegado al extremo de sus pares centroamericanos, sí podemos decir que ha tenido una relación compleja y ambivalente con la prensa, pues, aunque se ha sometido al escrutinio como ningún otro mandatario del pasado –efectivamente, la mañanera promueve este diálogo circular, como lo denomina–, parece incomodarse cuando la prensa replica los argumentos oficiales, demostrando molestia y en ocasiones contrariedad. Y aunque no ha cometido los excesos de algunos de sus predecesores, el clima imperante tampoco es el idóneo para un país que se jacta de ser democrático, de tal suerte que, en cuestión de libertad de prensa y de escrutinio público del quehacer político, aún hay cosas que se pueden hacer para el futuro cercano, de cara a lo que venga de aquí al 2024.

¿Qué debe hacer el periodismo para persistir en un mundo de posverdad, inteligencia artificial y autoritarismos en ciernes? En mi opinión, seguir haciendo lo que sabe: comunicando con la verdad, interpelando al poder y poniendo sobre la mesa la creatividad que la IA no posee. Claro que es un reto colosal, en un mundo dominado por la inmediatez y la futilidad de lo light. Sin embargo, cuando la realidad es necia, navegar a contracorriente es una opción, y esa debe ser, a mi juicio, la tarea del periodismo en estos momentos complejos. ¿O acaso Luis Cárdenas se amilanó cuando las redes sociales lo censuraron por transmitir y comunicar una cruda verdad? La respuesta es negativa y él siguió bregando. Creo que el oficio periodístico, en general debe hacer lo mismo. En un mundo necio, la luz de la utopía en el horizonte debe brillar y seguir apostando por un pensamiento social crítico ¡no hay imposibles¡

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