Opinión

Chihuahua-Federación. Rupturas y desencuentros (y los LGT como símbolo)




agosto 18, 2023

La cuerda entre Chihuahua y la Federación se ha tensado y lo que parecía ser un conflicto de dos bloques inamovibles, ha dado paso al magisterio y a la sociedad civil, donde hay posturas encontradas… ¿Hasta dónde llegará esto? No lo sabemos

Por Hernán Ochoa Tovar

Desde hace muchos años, prácticamente desde que México es país y Chihuahua emergió como estado independiente (recordemos que, en la época colonial, llevaba el nombre de la Nueva Vizcaya) la relación que ha tenido Chihuahua con la federación no ha dejado de ser compleja.  

Prácticamente desde el surgimiento de la nación mexicana hubo problemas, pues mientras en el centro del país se libraban luchas intestinas entre liberales y conservadores; el estado de Chihuahua vivía en su territorialidad la denominada guerra apache; no menos compleja que las reyertas mesoamericanas.  

La realidad local a veces resultaba compleja a ojos de los burócratas nacionales, quienes, inmersos en sus pleitos perennes, pocas veces reparaban en lo sucedido en territorio chihuahuense, el cual se encontraba muy distante -geográfica e ideológicamente- de sus designios territoriales.  

Posteriormente, el Porfiriato tuvo sus propias complejidades; mientras la Revolución Mexicana pareció emerger en el norte, pareciera que la revolución no le hizo justicia a Chihuahua, pues, a pesar de haber sido cuna de la misma, ningún chihuahuense connotado llegó a ocupar la Presidencia de la República, siendo, hasta la actualidad, don Abraham González quien llegó más alto (titular de Gobernación el efímero gobierno de don Francisco I. Madero). Ello a contrapelo de los estados vecinos, los cuales generaron facciones y brindaron al país varios mandatarios: desde Sonora hasta Coahuila, no obstante que su integración a la revolución pudo ser más tardía que la ocurrida en suelo chihuahuense.  

Posteriormente, el siglo XX estuvo lleno de desencuentros. Desde el Cardenismo hasta la época de Miguel de la Madrid, la inconformidad fue la regla sobre la mesa. Si otras entidades se alineaban sin chistar a los designios centrales, Chihuahua se rebelaba, aunque pusiera su devenir en vilo. Para muestra lo ocurrido con el Ing. Foglio Miramontes, quien, a pesar de haber sido cercano al gobierno central (particularmente el cardenismo) su candidatura no fue aceptada por el incipiente priismo chihuahuense. Además, el actuar de Óscar Ornelas retrató a un incipiente demócrata al reconocer triunfos de la oposición, cuando el mapachismo y el carro completo eran el aderezo que condimentaba el banquete.  

Hago este breve preámbulo histórico, para decir que, durante la presente administración (la de la gobernadora María Eugenia Campos), la historia parece haberse repetido por enésima vez. Aunque en la gestión anterior –la de Javier Corral– llegaron a suscitarse discrepancias en momentos álgidos (particularmente en las coyunturas electorales) el final de la administración pareció vivirse en una esfera de concordia. Sin embargo, en el escenario actual, se ha vivido un camino a la inversa: en un inicio la gobernadora intentó transitar por un rumbo institucional; pero la atmósfera de polarización que contamina a la nación entera, acabó haciendo que el hilo se rompiera por lo más delgado.  

A mi juicio, la gobernadora intentó mantener la institucionalidad. Aún recuerdo cuando, hace un par de años, Campos recibió al presidente López Obrador, e, incluso, lo acompañó a comer unos burritos de asadero pasando por Villa Ahumada, de camino a Ciudad Juárez. A pesar de ser adversarios, se miraba la concordia en el horizonte.  

Empero, creo que fue el propio gobierno federal, en su lógica de oposiciones binarias, el que terminó de minar una posibilidad que pudo ser grandiosa. Esto porque cuando llevó a cabo algunas decisiones que fueron cuestionadas (particularmente lo del Plan “B” del INE) la oposición respondió en sus territorialidades. Y quizá eso no gustó en el centro: que se mostrara la fuerza en los lugares indómitos. Por lo tanto, la bonhomía inicial pareció devenir en un boicot incesante.  

Sólo así explico el soslayo y la actitud que ha tenido el gobierno federal para con Chihuahua, destinando menos recursos para carreteras y quitando becas que estaban destinadas a los posgrados de CONACYT. Mientras en otros estados –particularmente en el sureste– los recursos fluyen, a nuestra entidad llegan a cuentagotas. Y aunque se presume de coordinación en materia de seguridad, dicho rubro no deja estar lleno de contradicciones.  

En el fondo pareciera que a la federación no le hubiera gustado que, mientras todo el litoral del Pacífico se sumó a la ola guinda, Chihuahua haya ratificado su posición como entidad rebelde. Y no sólo eso, sino que haya mantenido una postura crítica a algunas acciones implementadas por el gobierno federal ¡Inaudito¡ Y sin embargo, ha sido la realidad al cabo de estos dos años.  

Pero, si ya había habido sendas diferencias entre ambos niveles de gobierno, lo ocurrido con los LTG parece haber escalado posiciones de ruptura. Si antes los apoyos escaseaban, hoy se ha cerrado la puerta del entendimiento y los acuerdos comunes, pues mientras la federación ha defendido los libros creados; el estado de Chihuahua se ha negado a distribuirlos y no sólo eso, sino que ha tomado medidas alternas, esbozando que no se encuentra de acuerdo con la política educativa del gobierno federal, aunque ello implique editar una nueva en territorio chihuahuense ¿planteamiento soberanista?  

Sin embargo, la cuerda se ha tensado y lo que parecía ser un conflicto de dos bloques inamovibles, ha dado paso al magisterio y a la sociedad civil, donde hay posturas encontradas, las cuales no necesariamente convergen con la de sus emisarios ¿Hasta dónde llegará esto? No lo sabemos. Ojalá, parafraseando a Serrat, se abra un diálogo de franca distensión y se puedan llegar a acuerdos mínimos que dejen mínimamente satisfechas a las partes en conflicto.

La educación es un asunto muy importante como para condenarla al conflicto perpetuo.  

Finalmente, debo decir que, fiel a su tradición, Chihuahua se erige como un estado rebelde. Pero, por el bien de todos, se debería convocar a un diálogo que trascienda las fronteras de la política y la pedagogía. Sólo de esta manera saldremos de tan compleja encrucijada. Ésa es mi humilde consideración en un contexto de encono y división.                                                    

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