Que el Tren Maya parezca consolidado no quiere decir que en verdad lo esté y, en todo caso, si lo estuviera no quiere decir que todo esté perdido y que no haya luchas fundamentales que dar. Vencer a la militarización, restaurar lo posible, frenar el deterioro por venir son tareas fundamentales para que estos oprobios del presente no nos cuesten el futuro
Por Eugenio Fernández Vázquez
X: @eugeniofv
Con la salida de Javier May de Fonatur, el paso al ámbito militar de la empresa estatal que maneja el Tren Maya y el recorrido del presidente de la República por las obras de este proyecto inmobiliario estructurado por un ferrocarril parece haber concluido una etapa de la obra y empieza otra, que todavía está por configurarse. En este contexto inician también nuevas urgencias y necesidades de luchas, muy notablemente conseguir que se haga valer la ley, desmilitarizar el proyecto y restaurar lo restaurable tras el desastre provocado, sin contar con la urgencia de impedir nuevas violaciones a la ley e impulsar el desarrollo de iniciativas que mejoren las condiciones de vida locales sin destruir el entorno y el futuro.
No hay ya duda de que el Tren Maya ha violado sistemáticamente la ley. La manifestación de impacto ambiental del tramo 5 sur fue un ridículo intento de cubrir el trámite sin ninguna seriedad. Se han deforestado miles de hectáreas sin autorización previa, en franca violación de la Ley general de desarrollo forestal sustentable. No se han realizado las consultas previas, libres e informadas que mandan la normatividad nacional e internacional. Aunque se han dado ya muchas peleas legales quedan muchas todavía pendientes y no hay que cejar en ellas. Con el estado que guarda el poder judicial, con la inoperancia de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales en la materia, parece muy difícil ganar, pero la lucha vale la pena, por los precedentes que deja y porque la mera posibilidad de una victoria es un mandato ético.
Las cosas se harán tanto más difíciles por cuanto ahora el Tren Maya queda en manos de una institución terriblemente opaca, opresora y violenta por naturaleza —el Ejército—, que para colmo de males tiene el encargo de “custodiar” el proyecto. Por esto la lucha legal y política tiene que ser no solamente por hacer valer la ley en las obras, sino por desmilitarizar el proyecto, junto con todas las demás operaciones civiles que este gobierno ha entregado a los militares.
Entretanto, el Tren Maya seguirá haciendo destrozos en el medio ambiente, sobre la tierra lo mismo que bajo el agua. Ya se ha visto el daño que ha provocado la obra en las selvas de la región. Hay que emprender un urgente, cuidadoso y paciente trabajo de restauración forestal, que regenere esas selvas y garantice el regreso y continuidad de la biodiversidad que la compone y anima.
Ya se ha visto también cómo el Tren Maya ha roto cenotes, cavernas y dolinas, dañando ecosistemas únicos y poniendo en riesgo a especies que ni siquiera sabíamos que existían. Hay que tomar medidas a toda prisa para frenar ese proceso de destrucción, para remediar las condiciones subterráneas ahí donde sea posible y para entender qué se perdió y cómo, porque ahí está uno de los puntos más delicados del proceso: no sabemos qué había antes, ni sabemos cuánto de la vida que poblaba esos pasajes bajo el suelo se ha perdido.
Por otra parte, no hay que olvidar que, aunque la solución tomada fuera terriblemente mala, el problema que pretendía atacar era muy grave y sigue ahí: la pobreza y la marginación siguen siendo una norma en la península de Yucatán. Ya hasta los propagandistas del Tren Maya reconocen que no se están dando los pasos para incluir a la población en los beneficios del proyecto. Se tiene que empezar ya a dar nuevo impulso a proyectos productivos sustentables —al ecoturismo, la silvicultura comunitaria, la agricultura campesina—, acompañarlos para abrirles mercado, impulsarlos para que sean realmente incluyentes y democráticos.
Que el Tren Maya parezca consolidado no quiere decir que en verdad lo esté y, en todo caso, si lo estuviera no quiere decir que todo esté perdido y que no haya luchas fundamentales que dar. Vencer a la militarización, restaurar lo posible, frenar el deterioro por venir son tareas fundamentales para que estos oprobios del presente no nos cuesten el futuro.
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Eugenio Fernández Vázquez. Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.