Opinión

La prisionera Claudia Sheinbaum




septiembre 18, 2023

Sin la energía del Presidente de la república, es impensable un triunfo de Sheinbaum, que además reporta un déficit importante en las cualidades que se le asignan a una buena candidata

Por Jaime García Chávez

Las contingencias electorales a la vista se cifran, entre otros hechos, en la erosión de Marcelo Ebrard en el campo morenista, en lo que decida Movimiento Ciudadano como proyecto partidario, y en la mella que le pueda hacer Eduardo Verástegui a la derecha acuerpada en el Frente por México. Distante, se augura una elección competida, aunque con un fuerte anclaje en el gobierno, dado el apoyo a Claudia Sheinbaum. 

En el ámbito de la economía no las habrá, porque está más que claro que a pesar de la “abolición” lopezobradorista del neoliberalismo, este goza de cabal salud por el sistema capitalista de producción imperante, la persistencia del libre mercado, con sus cadenas de valor globalizadas e interconectadas, la privatización y desregulación de sectores económicos que le dan primacía a los entes privados, y una política monetaria basada en la inflación, y una política fiscal cimentada en la austeridad, y la ya crónica precaria recaudación fiscal. 

Por parte del estado, lo que se augura es el reforzamiento del clientelismo, sustentado en el Presupuesto General de Egresos de la Federación que se tramita en exclusividad por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.

Con todo, es previsible, hoy por hoy, que Claudia Sheinbaum se convierta en la próxima presidenta de la república. En este tema sí conviene aludir a contingencias internas de mayor calado, por la perspectiva que puedan tomar.

La primera es que, sin duda, la abanderada morenista necesita de Andrés Manuel López Obrador para ganar. Por sí sola su liderazgo no le alcanza, y baste decir que la debilidad la tiene en la propia casa, la Ciudad de México, donde se vio disminuido notablemente el voto a Morena en las pasadas elecciones.

Sin la energía del Presidente de la república, es impensable un triunfo de Sheinbaum, que además reporta un déficit importante en las cualidades que se le asignan a una buena candidata. No puedo negar que no las pueda ir adquiriendo en el decurso mismo del proceso electoral, que termina por foguear a quien está en la contienda.

Pero una cosa es que en la perspectiva inmediata necesite a López Obrador para ganar, y otra muy distinta que lo requiera para constituir y ejercer Gobierno, después del primero de diciembre de 2024.

Como ha sucedido con las sucesiones presidenciales mexicanas, es un enigma lo que haga una vez instalada en la silla presidencial. Al respecto se suele recordar lo que sucedió a Calles con la llegada de Lázaro Cárdenas del Río, pero eso ya es pasado. De eso es muy difícil hablar, sin caer en la más pura de las especulaciones, impropia de una buena opinión.

Con ese antecedente, es poco factible que se vayan advirtiendo las rupturas que puedan presentarse después de la elección. Habrá discreción, a menos que la impericia se apodere del discurso, más ahora que la vocería la tendrá Gerardo Fernández Noroña. Hoy es aparentar o asumir realmente una adhesión coherente a la visión predominante del presidente y su Cuatroté. No esperemos grandes pronunciamientos que anuncien virajes sustanciales. Sería como jugar con fuego, y a la postre quemarse.  

En una lectura que atendería las lecciones de Maquiavelo, el fundador de la ciencia política moderna, estaría claro que López Obrador terminará su ciclo, y como afirmó el secretario florentino, “en la dirección de los asuntos importantes, conviene al éxito que uno solo ejerza el mando”. Y todavía más en esa línea: “Vale más encargar cualquier empresa a un hombre solo, de mediana prudencia, que a dos de gran mérito con igual autoridad”, disculpando la falta equidad que le resta el autor, en esa época, a la mujer. 

Aquí es donde el pronóstico de contingencias se hace complejo, porque a López Obrador, y esto es una evidencia, se le prodiga el mayor mérito histórico, a la vez que se arroga la mayor autoridad. Es previsible, por el fenómeno de la enajenación del líder, que aun viviendo en la remota selva chiapaneca, renuncie a lo que hoy tiene en las manos. Y esto puede llegar a constituir un gran problema nacional de gobernabilidad.

Hoy las rupturas no se ven ni como tendencia hacia el futuro. Empero los nombramientos de Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña, pero sobre todo de Adán Augusto López, exhiben la pretensión lopezobradorista de transferir el poder presidencial a un equipo dócil y de su entera confianza, en particular a su paisano, que revisará con lupa todas y cada una de las candidaturas, al menos las de los aspirantes a la gubernaturas y a los de ambas cámaras del Congreso de la Unión. A no dudar quieren repetir la hazaña de tener un poder legislativa con mayoría calificada, para hacer de la Constitución una especie de plastilina en mano caliente. Esta meta se antoja imposible de lograr.

La suerte de los caudillos carismáticos es que siempre pretenderán quedar en calidad de líderes vitalicios; “maximato”, se dice en México.

Ahora no se advierte la presencia ciudadana jugando su papel. Es el efecto de un sistema malogrado de partidos, y en el caso de Morena, que tiene como única función ordenar encuestas y reservarse unos cuantos la calificación de las mismas. Cuando no, el yo absoluto.

López Obrador cree que en 2018 le mandataron la realización de una revolución social, lo que le ha permitido, con una mistificación de la historia del país, asumirse como el caudillo en el que desemboca una historia de vanidad a la que se aferra, como lo vemos cotidianamente con sus discursos. 

Bajo estas presiones trabaja Claudia Sheinbaum. De sobra está decir que será difícil que rompa la fortaleza en la que está aprisionada, para ganar o perder, ahora sí, en la sentencia que la historia dicte.

***

Jaime García Chávez. Político y abogado chihuahuense. Por más de cuarenta años ha dirigido un despacho de abogados que defiende los derechos humanos y laborales. Impulsor del combate a la corrupción política. Fundador y actual presidente de Unión Ciudadana, A.C.

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