El huracán Otis tal vez no haya sido el más fuerte en golpear la costa del pacífico Mexicano, pero sí el más húmedo y el más desastroso. Su desarrollo rompió todos los supuestos que teníamos hasta hoy, y podrían ser más comunes en el futuro. ¿Cómo adaptamos nuestros modelos científicos y nuestras poblaciones a un mundo que ya vive los efectos del cambio climático?
Por Arturo Contreras Camero / Pie de Página y Amapola Periodismo
Fotos : Oscar Guerrero / Amapola Periodismo
Lo que hemos visto en la última semana con el huracán Otis podría ser una ventana a la forma en que los huracanes se comportarán en el futuro, un futuro marcado por fenómenos meteorológicos que modifican su comportamiento gracias al Cambio Climático y que podrían ser la norma en años venideros.
“Esto es un ejemplo de lo que hemos venido observando, que las precipitaciones extremas van a empezar a incrementar en el país”, comenta al respecto el doctor en geografía y especialista en los efectos sociales de cambio climático, Bernardo Bastién Olvera, al citar un reporte de la UNAM sobre los cambios y perspectivas del Cambio Climático en México.
“No van a haber más huracanes, como algunos han dicho. De hecho van a haber menos, pero de esos cada vez van a ser de intensidad mayor”, señala en entrevista el especialista. Él como muchos otros científicos, apunta que lo sorprendente de este huracán no fue su fuerza, sino la rapidez con la que la cobró.
En tan solo 18 horas Otis pasó de ser una tormenta tropical a un huracán categoría 5, la más alta en la escala Saffir-Simpson, para convertirse en el huracán más fuerte que jamás haya tocado tierra en México y uno de los que más rápidamente se intensificó, al menos desde 1979, cuando se inició el registro satelital de estos fenómenos.
Más allá de la sorpresa, el doctor Bastién Olvera señala que es necesario repensar la manera en la que predecimos este tipo de fenómenos. “Algo esencial es voltear a ver a las ciencias que están estudiando el Cambio Climático y los modelos atmosféricos que están usando. Si esto no se pudo predecir por los modelos actuales, pero sucedió, quiere decir que no estamos tomando bien el ángulo a nuestros modelos de huracanes en el mundo”.
Ninguno de los modelos matemáticos, basados en el comportamiento promedio de los huracanes, pudo predecir la rapidez con la que Otis cobró fuerza. Ese pareciera ser un nuevo reto para la ciencia: integrar el cambio climático, que modifica las variables que tenemos como “normales” en este tipo de predicciones
Un huracán más húmedo
Más allá de las imágenes del Acapulco destrozado por los vientos de más de 260 kilómetros por hora, las afectaciones más graves se han registrado por inundaciones y derrumbes que afectan las vías de tránsito, el suministro eléctrico y las antenas de telecomunicaciones, principalmente provocadas por la cantidad ingente de agua que se derramó en la zona.
Según un análisis realizado por la página ClimaMeter, los huracanes en México están siendo cada vez más húmedos, lo que se traduce en afectaciones más severas por precipitaciones torrenciales. Hasta hace 30 años, los huracanes proveían una precipitación media de 10 milímetros de lluvia por cada metro cuadrado, cifra que se ha duplicado en fechas recientes.
Lo mismo señala el citado reporte de la UNAM que demuestra por medio de análisis de datos que de 1975 a 2021 los eventos extremos, tanto de temperatura como de precipitación, han aumentado, incluyendo los periodos secos más largos y eventos extremos de precipitación de mayor magnitud. La distribución temporal de la lluvia se ha vuelto más extrema, con periodos más largos de sequía y con eventos de precipitación cada vez más extremos, atribuyendo el aumento en las precipitaciones a ciclones tropicales y de monzón.
“En otras palabras, el huracán tan intenso que se vio es algo que también se pudo haber dado en un mundo con menos Cambio Climático”, comenta el doctor Bastién, “pero no con tal cantidad de lluvia. El espectro que el cambio climático exacerbó es la cantidad de lluvia. Un huracán así, hace 30 años, no habría tenido tanta lluvia. Lo vemos en muchas de las afectaciones que vienen no del viento, sino que se produjeron un poco después por los deslizamientos de tierra. Qué ocasiona esto, que hay una saturación mucho más alta de agua en la región, lo que causa mayores daños.
Efecto del Cambio Climático
Tanto el informe de la UNAM, como el reporte de ClimaMeter, así como los informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático mencionan que las altas temperaturas del mar ayudaron a la rápida intensificación de Otis, no solo por la presencia del fenómeno de El Niño, que cada dos o cinco años aumenta la temperatura de las aguas del Pacífico, sino por el aumento generalizado en el planeta.
“Lo que vimos fueron varios elementos que se juntaron para crear una tormenta catastrófica. Más arriba, el cuelo estaba calmado, por lo que los vientos no deformaron la columna de aire que formó al huracán, si a eso añadimos que el agua de la parte inferior es más caliente que de costumbre, entonces la densidad del aire en la base se vuelve más caliente y empieza a dar más fuerza al huracán”, explicó el científico,
Daños magnificados por la falta de resiliencia
A la tragedia de Otis no solo se suma la emergencia climática, que en diferentes informes científicos se ha señalado que es provocada por la acción humana, sino también los efectos de la construcción de una área urbana tan amplia como la de la zona turística de Acapulco que destrozó elementos naturales de contención, como bosques de manglares o arrecifes de coral.
“Si no hubiera estado tan urbanizado no habrían habido tantos daños y sobre todo en dos sentidos: Tal vez no hubiera habido tanta población en esa zona en ese momento, pero sobre todo, por lo que causa, que es un cambio en el paisaje, en la hidráulica de los escurrimientos del agua extra que llegó, que en vez de fluir, empezó a a saturar el suelo, y empezó a fluir por las calles y por todas estas construcciones, megahoteles diseñados no para convivir con el ambiente sino para dar confort a los turistas”, comentó el doctor en geografía.
Según señaló el doctor Bernardo Bastien, todos los sistemas naturales que se tenían en la zona han sido destruidos por el extractivismo turístico o por la búsqueda de un desarrollo para el gran turismo; en todas palabras por cambiar un bien común, que serían estas protecciones naturales, por un beneficio que es capitalizado solo por unos cuantos que rentan cuartos con vista al mar a pie de playa.
Cómo contamos las pérdidas
Bernardo Bastien estudió Ciencias de la Tierra en la UNAM, Cambio Climático en el University College de Londres y Geografía en la Universidad de California Davis. A lo largo de su carrera académica se ha dedicado a estudiar los daños que dejan los cambios al ambiente que muchas veces son difíciles de cuantificar.
“¿Cómo tomamos en cuenta estos servicios (los manglares y los corales que contienen a los huracanes) que no tienen un reflejo en el mercado, que no tienen un precio, porque no es que nos den beneficios que notamos cada uno en nuestras carteras, pero que sí los vemos después de eventos como estos, en los que contamos la cantidad de bienes e infraestructura perdidas?”, cuestiona el científico.
“Necesitamos desarrollar metodologías para medir este tipo de impactos. Podemos medir cuánto nos costaría reconstruir todas las carreteras y edificios que se deshicieron, pero eso es un primer costo, una primera apreciación, pero eso se queda corto si contamos cuántas persona perdieron la vida o cuántas enfermaron por no tener acceso a los servicios básicos”, comenta al hablar de una forma de traducir los efectos de estos dasatres a una medida cuantificable.
Acapulco, un caos
A 24 horas del paso del huracán Otis, este puerto está hecho un caos.
Sin energía eléctrica, sin internet, telefonía celular, transporte público local y foráneo, además de daños materiales incalculables son algunas de las consecuencias de la fuerza brutal de Otis que pegó tierra a las 12:30 de la madrugada del miércoles 25 de octubre.
La Autopista del Sol y la carretera federal Acapulco-Chilpancingo sufrieron cortes y se suspendió la circulación vehicular desde la madrugada, cinco horas después de la embestida del huracán.
La circulación en la Autopista del Sol se restableció parcialmente cerca de las cuatro de la tarde. La vía en el kilómetro 360 sufrió un deslave.
La carretera federal Chilpancingo-Acapulco seguía cerrada debido a que el puente Papagayo fue afectado por el desbordamiento del río.
“Aquí parece que hubo una guerra”, dice un trabajador de la Secretaría de Seguridad Pública municipal cuando caminaba por el carril norte-sur de la avenida Costera Miguel Alemán.
La descripción que hace el acapulqueño de lo que se visualiza en esa zona no es para menos.
En los dos lados de la vía turística se observa a hoteles, restaurantes y establecimientos comerciales con los vidrios rotos, espectaculares de los distintos anuncios y árboles tirados en el piso.
Pero en la entrada a Acapulco, en las colonias populares como Ciudad Renacimiento, Emiliano Zapata, La Postal, Las Cruces, el panorama también es desolador.
Como no hay ningún tipo de señal de comunicación no se supo a tiempo que también llegó el presidente Andrés Manuel López Obrador, sino hasta que se salió del puerto y se llegó a un lugar con cobertura.
En los últimos 26 años, Acapulco ha sido devastado por cuatro fenómenos meteorológicos. El huracán Paulina, el 9 de octubre de 1997, el huracán Ingrid y la tormenta tropical Manuel, en septiembre del 2013, y el huracán Otis que hizo tierra con categoría cinco.
“En este huracán no llovió mucho pero el aire devastó los techos y ventanas de miles de casas y muchos hoteles y establecimientos comerciales”, dijo un acapulqueño.
“Nosotros desde el lunes estamos aquí y ayer martes nos dijeron que cuando llegara el huracán nos escondiéramos en el baño en donde estuvimos dos horas cuando los vientos estaban muy fuertes”, contó un turista de la Ciudad de México.
Un grupo de turistas de Polonia caminaban por la avenida Miguel Alemán y mostraban a la gente una hoja con un escrito en donde se leía: “Ayuda queremos regresar a Polonia”.