Opinión

Zaldívar en su laberinto




noviembre 10, 2023

Es difícil saber si la actuación de Arturo Zaldívar es genuina u obedece más al pragmatismo y al olfato político. En una nación en la cual el grueso de la clase política suele pensar más en las siguientes elecciones, no resultaría raro ver que un sujeto canjea su prestigio por un nuevo bono sexenal

Por Hernán Ochoa Tovar

¿Se puede pasar del ámbito judicial al político? Quizás pueda entrañar una especie de salto mortal circense. Sin embargo, hay quien lo ha hecho, aunque, en algunos casos, en la ecuación inversa.

Menciono esto porque gente como Thurgood Marshall o el expresidente norteamericano William Howard Taft, pasaron de funcionarios de alto nivel, a jueces renombrados (Marshall fue de los primeros juzgadores afroamericanos de la Corte norteamericana, mientras Taft tiene el récord de ser el único mandatario norteamericano quien también ha sido el presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos). En el caso nacional, se han suscitado casos semejantes: Ángel Carvajal, secretario de Gobernación durante el sexenio de don Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) pasó de titular de Bucareli, a integrante de la vieja corte. En tanto, Jorge Carpizo, pasó de la UNAM a la SCJN y, de ahí, a la PGR y a Gobernación.

Empero, también ha habido casos a la inversa: el finado jurista Juventino Castro y Castro coronó su trayectoria como diputado federal por las izquierdas cuando ya era ministro en retiro; hecho que replicó Olga Sánchez Cordero, cuando, ya estando jubilada de la SCJN, pasó a Gobernación y de ahí a la presidencia del Senado de la República. Hago este largo recuento, porque ahora Arturo Zaldívar pretende seguir el ejemplo de los anteriormente citados, pues ha renunciado a la Corte –sin esgrimir motivos graves, y cuando le faltaba menos de un año para concluir su gestión de quince años, para la cual había sido originalmente nominado en 2009– para adherirse a la causa del oficialismo, en específico, de la campaña en ciernes de la doctora Claudia Sheinbaum.

Viendo su trayectoria, definiría a Arturo Zaldívar como un sujeto paradójico. Abogado egresado de la Escuela Libre de Derecho, se distinguió más por su carrera académica y por su desempeño en despachos de abogados, que por haber labrado una sólida carrera judicial, como si la llegaron a construir algunos de sus colegas de la SCJN.

Teniendo bajo sí estos antecedentes, fue propuesto en 2009 por el expresidente Felipe Calderón (2006-2012) para ocupar el asiento que dejaba vacante el ministro Genaro Góngora Pimental, jurista chihuahuense quien, habiendo presidido la corte entre 1999 y 2003, se distinguió por su talante liberal. Bajo esta tesitura, podemos decir que Zaldívar continuó con la línea ideológica de su antecesor, pues encabezó una corte garantista de derechos de nueva generación, en lugar de erigirse como un valladar contra los mismos. Sin embargo, su actuación en diversos sexenios fue paradójica, pues mientras en la administración de Felipe Calderón se tornó en un adalid y en un defensor de la legislación vigente, al grado de confrontarse con el entonces mandatario; durante la actual se tornó en una especie de alfil del gobierno en turno, ya que se le vio muy cercano al presidente López Obrador. Tanto, que el mandatario esgrimió tenerle confianza, y depositó en su persona la responsabilidad de una reforma al Poder Judicial, al grado de intentar prorrogar su mandato como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, encargo que ocupó entre enero del 2019 y 2022.

Desgraciadamente, cuando este intento fracasó, la narrativa subyacente entre el gobierno y el Corte se modificó tangencialmente, pues el primer mandatario no ha tenido una buena relación con la ministra Norma Piña, y las relaciones entre ambos poderes –torales en un régimen democrático– se han visualizado al borde la ruptura, pues mientras el Ejecutivo acusa al Judicial de mantener privilegios y poner escollos al avance de la 4T, la narrativa de la Corte discurre por caminos distintos. De tal suerte que si Zaldívar privilegió el diálogo –rayando en la cortesanía– ahora vemos una ruptura insalvable blandiendo desde ambos flancos.

Quizás esta pérdida de poder horadó la confianza de Zaldívar. Y viendo que su futuro en la Corte ya era nebuloso –no obstante de encontrarse en una recta final– prefirió retirarse del mismo y convertirse en abierto activista a favor de la 4T. Esto porque en su carta de dimisión, dejaba entrever que su misión en la Corte había acabado y que él deseaba contribuir desde otras trincheras a la transformación de México. Viéndolo así, se visualizaba un guiño subrepticio al oficialismo; aunque en el momento en el cual se reunió con la doctora Claudia Sheinbaum, pudo entreverse que deseaba tener un papel más protagónico en la vida política más, en lugar de ser un oscuro magistrado más (rol que nunca jugó, pues, desde su tiempo como máxima cabeza de la SCJN, se caracterizó por realizar tik toks y dar explicaciones simples y llanas a sesudas temáticas jurídicas).

En este mismo tenor, es difícil saber si la actuación de Zaldívar es genuina u obedece más al pragmatismo y al olfato político. En una nación en la cual el grueso de la clase política suele pensar más en las siguientes elecciones en lugar de por las generaciones venideras (parafraseando a Winston Churchill), no resultaría raro ver que un sujeto canjea su prestigio por un nuevo bono sexenal. Sin embargo, en el caso de Zaldívar no resulta fácil adivinar, pues, desde su llegada a la Corte, en 2009, mantuvo siempre una agenda progresista, aunque podemos ver en el presente sexenio un destacado punto de inflexión.

Así, teniendo este año como parteaguas, se puede decir que el futuro de Zaldívar es incierto. Probablemente termine siendo consejero jurídico de la Presidencia. Pero, siendo un hombre con escasa carrera judicial, dudo que quiera aventarse el garlito de ser el próximo fiscal general de la República. Tal vez pudiera convertirse en el personaje bisagra del sexenio; o quizá, también, pudiera volver a la academia luego de que la misión nos lo consumara. El tiempo nos lo dirá. Lo que no cabe duda es una sola cosa: a pesar de su notable y brillante trayectoria, no dejará de ser un sujeto de luces y sombras. Para muestra un botón.

lo más leído

To Top
Translate »