Actualmente se reconoce que los puentes peatonales son una infraestructura vehicular disfrazada de peatonal…son un elemento urbano que brinda seguridad a unos, y que deja en completa desprotección a otros, no deberían ser ni si quiera una opción
Por Alma Rodríguez
El origen de los puentes peatonales se remonta a mediados del siglo pasado, precisamente después del boom de la producción y venta masiva del automóvil, y por tanto, del tráfico motorizado en las ciudades americanas. La lógica en ese momento era que a mayor velocidad pudieran ir los automóviles, mejor. Esto se convirtió en el símbolo de la “ciudad moderna” pues, culturalmente, el poder “acortar” distancias en términos de tiempo gracias a la velocidad, representaba un gran avance en términos funcionales.
Con el paso de las décadas, esta misma visión se extendió a todo el mundo, por lo que, en aras de conseguir y facilitar esta velocidad al tráfico motorizado, las ciudades sufrieron cambios importantes en su forma: derrumbamiento de edificaciones para permitir la ampliación de calles, disminución de intersecciones (para evitar que los autos tuvieran que frenar constantemente), aumento de grandes áreas para estacionamiento, y, precisamente la modificación y restricción de los trayectos a pie, donde se incluyó esta idea de mandar al peatón por “arriba” del tráfico, es decir a un puente “peatonal” para de esta manera evitar que los autos tuvieran que detenerse.
Esto presentó y sigue presentando varios problemas para el peatón, primero, lo saca de su trayecto natural para obligarlo a cruzar por ciertos puntos, normalmente muy lejanos entre sí; segundo, el puente le requiere un esfuerzo físico mucho mayor, pues le hace caminar hasta 4 veces más distancia de la que tendría que caminar para cruzar a nivel de calle; tercero, si el puente es de escalones, excluye de facto no solo a cualquier persona con discapacidad, sino también a adultos mayores, personas con cualquier lesión temporal y hasta a personas completamente sanas que lleven consigo por ejemplo, a algún infante en una carriola.
Por esto, es que actualmente a nivel internacional se reconoce que dicha infraestructura no es en lo absoluto peatonal, sino infraestructura vehicular disfrazada de peatonal, pues no le facilita ni le hace mejor o más cómodo el cruzar una calle a una persona, por el contrario, le hace difícil e incluso le impide por completo –hablando de los casos mencionados– el hacer uso de esa opción para cruzar una calle.
Esto tiene implicaciones serias, pues si yo soy una persona a la que mi condición me impide usar el puente, mi única opción será cruzar por abajo bajo mi propio riesgo, en dónde nada me protege ni en términos de infraestructura, ni de señalética, ni legales, pues al estar el puente ahí presente, si me llegan a atropellar -según el reglamento actual- sería mi completa responsabilidad. Lo anterior es un absurdo, sin embargo, lamentablemente esas son las condiciones actuales en nuestra ciudad. El gobierno no debería ofrecer como única opción, una infraestructura que no puede ser utilizada por todos y cada uno de los ciudadanos, cualquiera que sea su condición.
Actualmente, existen varios estudios que evidencian la poca efectividad de estos puentes, y que muestran los problemas que conllevan, pues además de lo ya mencionado, se ha comprobado, por una parte, que éstos usualmente se vuelven focos de inseguridad y lugares propicios para el crimen, y por otra parte, que fomentan que los conductores excedan los límites de velocidad con mayor facilidad, generando mayores probabilidades de siniestros en la zona.
Se suele utilizar el argumento de que el puente da seguridad al peatón de no ser atropellado, sin embargo, es importante acotar que la inseguridad se evita precisamente regulando y restringiendo el tráfico vehicular para que ambos puedan hacer uso de la calle de manera segura, no mandando por encima al que se considera que estorba. La nueva Norma Mexicana sobre señalización y diseño vial (NOM-004 SEDATU) indica que un cruce semaforizado dónde los vehículos se detengan completamente durante el tiempo suficiente, y con los elementos de diseño adecuados son los que deben priorizarse para brindar la seguridad al peatón. Un elemento urbano que brinda seguridad a unos, y que deja en completa desprotección a otros, no debería ser ni si quiera una opción.