Los movimientos campesinos de mediados del siglo XX son antecedentes claros de lo que hoy llamaríamos ecosocialismo. El alzamiento zapatista de hace treinta años supuso un cuestionamiento profundo a políticas de conservación de la naturaleza que pretendían salvar el planeta y sus selvas a costa de sus habitantes
Por Eugenio Fernández Vázquez
X: @eugeniofv
Pese a lo que se dice desde las historias oficiales que conviven en el presente —la neoliberal del PRIAN y la de la 4T—, los movimientos armados han sido fundamentales en la construcción de un México más justo y más democrático y han sido cimientos de muchos elementos clave de resistencias y realidades actuales que damos por sentados. Desde la propia democracia electoral hasta la inclusión de las minorías y los avances —terriblemente insuficientes— en materia de derechos y cultura indígenas, ninguno de ellos se hubiera conseguido sin los alzamientos guerrilleros de la segunda mitad del siglo XX, incluyendo el que ayer cumplió 30 años, el del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Suele pasarse por alto, además, que prácticamente todos esos movimientos armados han tenido un fuerte componente ambiental.
Por un lado, los movimientos campesinos de mediados del siglo XX que fueron más cercanos al zapatismo y al villismo —desde las tomas de tierra en Chihuahua en los años 1960 hasta el alzamiento jaramillista en Morelos de unos años antes— son antecedentes y precursores claros de lo que hoy llamaríamos ecosocialismo y de lo que hace unos años se llamaba lucha por la soberanía alimentaria. Se trataba y trata de luchas que, en gran medida, pretendían construir un país y un mundo en los que nos repartiéramos en forma justa el acceso y uso de los recursos naturales y en el que ese uso no implicara hipotecar el futuro. Eran luchas por lograr que vivir de la tierra y con ella fuera un modelo de país, no un signo de atraso.
Los alzamientos en Guerrero y en Oaxaca liderados por Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, como explica con mucha claridad David Bray en su repaso de la historia y economía de Las empresas forestales comunitarias de México, tuvieron también un componente forestal muy importante. Tres décadas después de los años del Partido de los Pobres, la masacre de Aguas Blancas, en la que campesinos defensores de los bosques fueron masacrados, sirvió de caldo de cultivo para la formación de nuevos movimientos guerrilleros ya en la era neoliberal.
El caso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, por su enorme capacidad de articular ideas y discursos, fue todavía más importante para el ambientalismo. El alzamiento zapatista de hace treinta años supuso un cuestionamiento profundo a políticas de conservación de la naturaleza que pretendían salvar el planeta y sus selvas a costa de sus habitantes y para disfrute de los más ricos. Por supuesto, fue también un desafío portentoso contra la depredación del medio ambiente y en defensa de la tierra y de sus habitantes de todas las especies. Con ello, los zapatistas sentaron las bases para la aparición de un ambientalismo de izquierdas que cada vez toma más forma —aunque ese proceso habría que acelerarlo— y que encuentra su razón de ser en hacer mayoritaria la forma de muchas comunidades indígenas y campesinas de habitar el mundo.
El surgimiento del EZLN, además, puso sobre la mesa y en alto contraste el hecho gracias a ellos innegable de la continuidad histórica de luchas muy añejas en defensa del territorio, de la biodiversidad y de modos de vida y de sociedad compatibles con la conservación de la naturaleza. Hay un hilo que une a los campesinos ambientalistas de Tepoztlán que en los años 1920 y 1930 se enfrentaron a los protopriístas para impedir que las cooperativas carboneras acabaran con los bosques del Tepozteco, las comunidades guerrerenses que pelearon contra los Figueroa y sus clientes y cómplices en defensa de los bosques de la Montaña y los zapatistas que defienden de los Altos hasta la Lacandona bosques y selvas de los que depende toda la humanidad.
El ambientalismo que nace abajo y a la izquierda y que tanto se fortaleció con el alzamiento zapatista de 1994 ha sido una realidad desde hace muchos años y ha mostrado su relevancia política, su valía moral y su importancia para la conservación. Queda todavía pendiente hacerlo triunfar, para que los principios que lo rigen salven al mundo del colapso ambiental al que nos lleva el neoliberalismo y para que la restauración del planeta sirva también para la construcción de nuevas sociedades más libres y más justas.
***
Eugenio Fernández Vázquez. Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.